Juan 1,43-51:
Hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos * Tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel

Autor: Fr. Nelson Medina F., O.P
Sitio Web:
fraynelson.com

 

Temas de las lecturas: Hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos * Tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel

Textos para este día:

1 Juan 3,11-21:

Queridos hermanos: Éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No seamos como Caín, que procedía del Maligno y asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran buenas. No os sorprenda, hermanos, que el mundo os odie; nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.

Pero si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios.


Juan 1,43-51:

En aquel tiempo, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: "Sígueme." Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice: "Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret." Natanael le replicó: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" Felipe le contestó: "Ven y verás."

Vio Jesú s que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño." Natanael le contesta: "¿De qué me conoces?" Jesús le responde: "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi." Natanael respondió: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel." Jesús le contestó: "¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores." Y le añadió: "Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."


Homilía:

Temas de las lecturas:
Hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos * Tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel

1. Amor de Verdad

1.1 En la Primera Carta de Juan, que venimos meditando en Navidad, hay una analogía profunda y muy fecunda entre la verdad de Cristo y la verdad de la vida cristiana.

1.2 Una imagen de Cristo como una especie de idea, o de luz inmaterial, o de portador de un conocimiento, algo en fin de corte gnóstico, era lo que predicaban los herejes a los que combate el apóstol Juan en esta carta.

1.3 Porque no debemos pensar que este apóstol escribió este mensaje sólo como una meditación sabrosa sobre el amor, ni mucho menos como un efluvio romántico, aunque tanto se mencione el amar en sus capítulos. Esta carta proviene de un contexto de polémica, y la polémica es con aquellos que querían mirar la revelación cristiana como una especie de precioso relato o de brillantísima teoría. Frente a ellos, Juan presenta lo que ha "tocado." No arguye desde una solidez de razones ni desde una explosión de emociones sino desde la fe que brota de la carne realmente crucificada y realmente gloriosa.

1.4 La verdad de la carne de Cristo, o la verdad de la Encarnación es de tal modo central en esta Carta, que probablemente sea esa la razón fundamental para que la Iglesia nos invite a meditarla en la Navidad, cuando la carne del Hijo de Dios está ante nuestros ojos y nuestro corazón.

2. Carne Verdadera, Vida Verdadera

2.1 La verdad de la carne de Cristo es también la verdad de su sangre y de su sacrificio, y por lo tanto, la verdad de su amor. La idea de que Dios nos ama no mana sangre.

2.2 La sangre era en el Antiguo Testamento el símbolo por excelencia de la vida. Ahora, con el sacrificio redentor del Señor, esa sangre preciosa, más que ninguna otra, anuncia la vida nueva, la vida en que el amor hasta el extremo tiene un lugar, o mejor: el primer lugar.

2.3 Se entiende así que la vida cristiana, nacida de ese amor, tiene como criterio a la vida misma de Cristo. Un Cristo gnóstico, un Cristo de la Nueva Era, convertido solamente en maestro de luz, puede decir cosas lindas sobre el amor, pero no exige amar porque su naturaleza sería diversa de la nuestra.

2.4 Un Cristo de humo, así fuera humo luminoso, nada sensato podría decirle a mis huesos y a mi carne, que pesan, crujen y demandan. El Cristo de la Sangre santa y viva, el Cristo de la agonía y la donación absoluta, ese sí me habla, ese sí me redime, ese sí me transfroma, y desde el ser nuevo que me regala, me llama a amar sin límites, como Él.