Mártires en el Extremo Oriente OP
Juan 15,18-21: Estamos dispuestos a morir, antes que quebrantar las leyes de nuestros padres * Si me han perseguido a mí, también a ustedes los perseguiránAutor: Fr. Nelson Medina F., O.P
Sitio Web: fraynelson.com
Temas de las lecturas: Estamos dispuestos a
morir, antes que quebrantar las leyes de nuestros padres * Si me han perseguido
a mí, también a ustedes los perseguirán
Textos para este día:
Macabeos 7, 1-2.9-14:
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos junto con su madre.
El rey, Antíoco Epifanes, los hizo azotar para obligarlos a comer carne de
cerdo, prohibida por la ley. Uno de ellos, hablando en nombre de todos, dijo:
«¿Qué quieres saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar
la ley de nuestros padres».
(El rey se enfureció y lo mandó matar). Cuando el segundo de ellos estaba para
morir, le dijo al rey:
«Asesino, tú nos arrancas la vida presente, pero el rey del universo nos
resucitará a una vida eterna, puesto que morimos por fidelidad a sus leyes».
Después comenzaron a burlarse del tercero. Presentó la lengua como se lo
exigieron, extendió las manos con firmeza y declaró confiadamente:
«De Dios recibí estos miembros y por amor a su ley los desprecio, y de él espero
recobrarlos»
El rey y sus acompañantes quedaron impresionados por el valor con que aquel
muchacho despreciaba los tormentos.
Una vez muerto éste, sometieron al cuarto a torturas semejantes. Estando ya para
expirar, dijo:
«Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza
de que Dios nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida».
Juan 15,18-21:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
«Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a ustedes. Si
fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero como no son del
mundo, sino que yo los he escogido sacándolos del mundo, por eso el mundo los
odia».
Recuerden lo que les dije: «No es el siervo más que su amo. Si a mí me han
perseguido, también a ustedes los perseguirán; si han guardado mi palabra,
también guardarán la suya. Y todo eso lo harán con ustedes a causa de mi nombre,
porque no conocen al que me envió.
Homilía
Temas de las lecturas: Estamos dispuestos a morir, antes que quebrantar
las leyes de nuestros padres * Si me han perseguido a mí, también a ustedes los
perseguirán
1. Sus rostros sólo brillan en el Cielo
1.1 Recientemente pude visitar el Estudiantado de la Provincia
Dominicana del Rosario, es decir, el lugar donde los jóvenes frailes de esta
Provincia se forman para el sacerdocio. En la capilla hay una serie de hermosos
cuadros en memoria de ocho de los primeros dominicos que fueron al Oriente para
predicar a Cristo, y que dieron su vida por esa causa.
1.2 Lo interesante en esos cuadros es que los rostros son ficticios, es decir,
provienen de la imaginación del pintor o de modelos de otro tiempo. Los rostros
auténticos de esos mártires, sus ojos anhelantes de ver al Cristo por el que
murieron, sus sonrisas cuando ya se acercaba la hora de la victoria... eso no lo
vimos, no hay fotos, no hay retratos de aquel tiempo. Esas imágenes quedaron
reservadas para el Cielo.
2. El emperador no se alegra con la buena nueva
2.1 Si miramos la historia de la Iglesia, desde sus comienzos, vemos
que el martirio ha sido una constante en una proporción muy alta de casos,
cuando se trata de la primera llegada del Evangelio a una tierra o dominio
particular. "El emperador no se alegra con la buena nueva," es el título común
que podríamos dar a esos relatos que nos sorprenden doblemente: por la crueldad
de los verdugos y por el valor de los ejecutados.
2.2 El emperador no se alegra con la buena nueva: así sucedió ya para Herodes,
que vio en Cristo una amenaza; volvió a suceder a los jefes saduceos, que vieron
en el Nazareno la pésima noticia del final de sus prerrogativas y abusos. Nerón,
Diocleciano, Decio y otros entre los romanos, vieron con una mezcla de
desprecio, temor e indignación el surgimiento del cristianismo en sus dominios.
Historias parecidas se vieron en Oriente, cuando los jefes supremos sintieron,
una vez más, que si admitían el Reino de Dios, quien iba a reinar era Dios, y no
ellos.
3. Predicar "hasta la muerte"
3.1 Cuando hacemos profesión religiosa definitiva la llamamos
"solemne," y en la ceremonia respectiva decimos profesar "hasta la muerte." Ya
que somos frailes predicadores, parece que debemos entender también que nuestra
profesión implica predicar hasta la muerte. No es cosa de una homilía, ni de un
horario, ni del tiempo antes de retirarse y jubilarse.
3.2 Predicar hasta la muerte es, en el caso de los mártires, llegar hasta el
extremo de predicar con la muerte misma. Jesús al morir hizo su más perfecto
sermón, no sólo por las palabras que conservamos de sus horas finales, sino
sobre todo por la elocuencia de un amor que se da sin reservas. Algo semejante
hacen los mártires, y su palabra cala con una profundidad inmensa en el alma de
los pueblos a los que han servido y amado como Cristo amó, "hasta el extremo."