Memoria de San Josafat, Obispo y Mártir
Juan 17, 20-26: A fin de que desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo * Quiero que donde yo esté, también estén ellos conmigo

Autor: Fr. Nelson Medina F., O.P
Sitio Web:
fraynelson.com  

 

Temas de las lecturas: A fin de que desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo * Quiero que donde yo esté, también estén ellos conmigo

Textos para este día:

Efesios 4, 1-7.11-13:

Hermanos: Yo, Pablo, prisionero por la causa del Señor, los exhorto a que lleven un vida digna del llamamiento que han recibido. Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu con el vínculo de la paz.

Porque no hay más que un solo cuerpo y un solo Espíritu, como es también sólo una la esperanza del llamamiento que ustedes han recibido. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos.

Cada uno de nosotros ha recibido la gracia en la medida en que Cristo se la ha dado. El fue quien concedió a unos ser apóstoles; a otros, ser profetas; a otros, ser evangelizadores; a otros, ser pastores y maestros. Y esto, para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a estar unidos en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, y lleguemos a ser hombres perfectos, que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo.

Juan 17, 20-26:

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo:

«Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me amas a mí.

Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo.

Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos».


Homilía

Temas de las lecturas: A fin de que desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo * Quiero que donde yo esté, también estén ellos conmigo

1. El amor no conoce límites

1.1 Si hay algo que testifica la vida de San Josafat es la capacidad del amor, del verdadero amor, para ir más allá de toda barrera y todo límite. Si es propio del odio alimentarse de prejuicios, es propio del amor superar los prejuicios y llevar a que podamos conocernos unos a otros.

1.2 Conclúyase, entonces, en primer término, que el odio se nutre tanto de la mentira como el amor se alimenta de la verdad. Es la verdad que todos somos necesitados y que hay Uno, solo Uno, que es genuinamente necesario. El modo entonces de cesar en el encono contra mi enemigo es en primer lugar reconocerlo como humano, y por tanto, como necesitado.

1.3 Josafat gastó sus días venciendo prejuicios, aliviando temores, tendiendo puentes. Él mismo quiso ser puente, y pagó el precio que esto comporta, a saber, ser pisoteado por otros. Su martirio nos recuerda que el amor, el verdadero amor, implica estar dispuesto a dar de nosotros mismos: sin siembra no hay cosecha.

2. Un sueño por alcanzar

2.1 Este santo obispo que buscó con tanto amor y eficacia la reunión de los cristianos de Oriente y de Occidente es también un despertador que nos recuerda que ese gran sueño no ha sido conseguido todavía.

2.2 Las circunstancias que rodearon el terrible cisma del año 1054, culminaron en las terribles excomuniones mutuas entre el Papa León IX y el Patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario. Arrogancia, necedad, dureza, y sobre todo faltas graves de caridad abundaron por aquella época que dio origen al Gran Cisma que muchos años después san Josafat trató de ayudar a superar. No podemos perder las lecciones de la Historia: ya sabemos adónde conducen esos caminos.

2.3 Sea este entonces un día de oración, de humildad, de caridad: un día impregnado por el espíritu del gran Josafat, que supo ser grande en el amor hasta el final.