II Domingo del Tiempo de Navidad, Ciclo B
Juan 1, 1-18: La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido * Efesios 15 3-6. 15-18 * La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros
Autor: Fr. Nelson Medina F., O.P
Sitio Web: fraynelson.com
Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: La sabiduría de Dios habitó en el pueblo
escogido * Efesios 15 3-6. 15-18 * La Palabra se hizo carne y acampó entre
nosotros
Textos para este día:
Eclesiástico 24, 1-2. 8-12:
La sabiduría se alaba a sí misma, se gloría en medio de su pueblo, abre
la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de sus Potestades. En
medio de su pueblo será ensalzada, y admirada en la congregación plena de los
santos; recibirá alabanzas de la muchedumbre de los escogidos y será bendita
entre los benditos.
El Creador del universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: "Habita en
Jacob, sea Israel tu heredad." Desde el principio, antes de los siglos, me creó,
y no cesaré jamás. En la santa morada, en su presencia, ofrecí culto y en Sión
me establecí; en la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi
poder. Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su
heredad, y resido en la congregación plena de los santos.
Nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos:
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la
persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos
eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo para que fuésemos
santos, e irreprochables ante él por el amor. El nos ha destinado en la persona
de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su
gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en
alabanza suya.
Por eso yo, que he oído hablar de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor
a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi
oración, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo , el Padre de la
gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los
ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os
llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.
Juan 1, 1-18:
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a
Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por
medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha
hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre
enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar
testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz,
sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en
el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les
da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de
sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su
gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: "Éste es de quien dije: 'El que viene
detrás de mí, pasa delante de mí, porque existía antes que yo.'"
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se
dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es
quien lo ha dado a conocer.
Homilía
Temas de las lecturas: La sabiduría de Dios habitó en el pueblo
escogido * Efesios 15 3-6. 15-18 * La Palabra se hizo carne y acampó entre
nosotros
1. Juan y Cristo
1.1 San Agustín de Hipona, comentando el llamado prólogo del Evangelio
de San Juan, nos predica hoy.
1.2 Juan era la voz, pero el Señor es la Palabra que en el principio ya existía.
Juan era una voz provisional; Cristo, desde el principio, es la Palabra eterna.
Quita la palabra, ¿y qué es la voz? Si no hay concepto, no hay más que un ruido
vacío. La voz sin la palabra llega al oído, pero no edifica el corazón.
1.3 Pero veamos cómo suceden las cosas en la misma edificación de nuestro
corazón. Cuando pienso lo que voy a decir, ya está la palabra presente en mi
corazón; pero, si quiero hablarte, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo
que está ya en el mío.
1.4 Al intentar que llegue hasta ti y se aposente en tu interior la palabra que
hay ya en el mío, echo mano de la voz y, mediante ella, te hablo: el sonido de
la voz hace llegar hasta ti el entendimiento de la palabra; y una vez que el
sonido de la voz ha llevado hasta ti el concepto, el sonido desaparece, pero la
palabra que el sonido condujo hasta ti está ya dentro de tu corazón, sin haber
abandonado el mío.
1.5 Cuando la palabra ha pasado a ti, ¿no te parece que es el mismo sonido el
que está diciendo: Ella tiene que crecer y yo tengo que menguar? El sonido de la
voz se dejó sentir para cumplir su tarea y desapareció, como si dijera: Esta
alegría mía está colmada. Retengamos la palabra, no perdamos la palabra
concebida en la médula del alma.
1.6 ¿Quieres ver cómo pasa la voz, mientras que la divinidad de la Palabra
permanece? ¿Qué ha sido del bautismo de Juan? Cumplió su misión y desapareció.
Ahora el que se frecuenta es el bautismo de Cristo. Todos nosotros creemos en
Cristo, esperamos la salvación en Cristo: esto es lo que la voz hizo sonar.
2. Pasa la Voz, Queda la Palabra
2.1 Continúa Agustín: Y precisamente porque resulta difícil distinguir
la palabra de la voz, tomaron a Juan por el Mesías. La voz fue confundida con la
palabra: pero la voz se reconoció a sí misma, para no ofender a la palabra.
Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta.
2.2 Y cuando le preguntaron: ¿Quién eres?, respondió: Yo soy la voz que grita en
el desierto: «Allanad el camino del Señor. » La voz que grita en el desierto, la
voz que rompe el silencio. Allanad el camino del Señor, como si dijera: «Yo
resueno para introducir la palabra en el corazón; pero ésta no se dignará venir
a donde yo trato de introducirla, si no le allanáis el camino.»
2.3 ¿Qué quiere decir: Allanad el camino, sino: «Suplicad debidamente»? ¿Qué
significa: Allanad el camino, sino: «Pensad con humildad»? Aprended del mismo
Juan un ejemplo de humildad. Le tienen por el Mesías, y niega serlo; no se le
ocurre emplear el error ajeno en beneficio propio.
2.4 Si hubiera dicho: «Yo soy el Mesías», ¿cómo no lo hubieran creído con la
mayor facilidad, si ya le tenían por tal antes de haberlo dicho? Pero no lo
dijo: se reconoció a si mismo, no permitió que lo confundieran, se humilló a si
mismo.
2.5 Comprendió dónde tenía su salvación; comprendió que no era más que una
antorcha, y temió que el viento de la soberbia la pudiese apagar.