San Marcos 4,35-41:
¡He pecado contra el Señor! * ¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!Autor: Fr. Nelson Medina F., O.P
Sitio Web: fraynelson.com
Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: ¡He pecado contra el Señor! *
¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
Textos para este día:
2 Samuel 12,1-7a.10-17:
En aquellos días, el Señor envió a Natán a David. Entró Natán ante el rey y
le dijo: "Había dos hombres en un pueblo, uno rico y otro pobre. El rico tenía
muchos rebaños de ovejas y bueyes; el pobre sólo tenía una corderilla que había
comprado; la iba criando, y ella crecía con él y con sus hijos, comiendo de su
pan, bebiendo de su vaso, durmiendo en su regazo: era como una hija. Llegó una
visita a casa del rico, y no queriendo perder una oveja o un buey, para invitar
a su huésped, cogió la cordera del pobre y convidó a su huésped."
David se puso furioso contra aquel hombre y dijo a Natán: "Vive Dios, que el que
ha hecho eso es reo de muerte. No quiso respetar lo del otro; pues pagará cuatro
veces el valor de la cordera." Natán dijo a David: "¡Eres tú! Pues bien, la
espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con
la mujer de Urías, el hitita, y matándolo con la espada amonita. Así dice el
Señor: "Yo haré que de tu propia casa nazca tu desgracia; te arrebataré tus
mujeres y ante tus ojos se las daré a otro, que se acostará con ellas a la luz
del sol que nos alumbra. Tú lo hiciste a escondidas, yo lo haré ante todo
Israel, en pleno día."" David respondió a Natán: "¡He pecado contra el Señor!"
Natán le dijo: "El Señor ha perdonado tu pecado, no morirás. Pero, por haber
despreciado al Señor con lo que has hecho, el hijo que te ha nacido morirá."
Natán marchó a su casa. El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había dado
a David, y cayó gravemente enfermo. David pidió a Dios por el niño, prolongó su
ayuno y de noche se acostaba en el suelo. Los ancianos de su casa intentaron
levantarlo, pero él se negó, ni quiso comer nada con ellos.
San Marcos 4,35-41:
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla."
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo
acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca
hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo
despertaron, diciéndole: "Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?" Se puso en
pie, increpó al viento y dijo al lago: "¡Silencio, cállate!" El viento cesó y
vino una gran calma. Él les dijo: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis
fe?" Se quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Pero quién es éste?
¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!"
Homilía
Temas de las lecturas: ¡He pecado contra el Señor! * ¿Quién es
éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
1. El Llamado a la Conversión
1.1 Ayer oíamos una enseñanza del Papa Juan Pablo sobre el pecado. Escuchemos
hoy, en este primer punto, algunas de sus palabras sobre la conversión, tema que
aflora en la primera lectura de hoy. Corresponde a un discurso suyo a los
jóvenes con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud en 1999.
1.2 Antes de subir al Padre, Jesús confió a su Iglesia el ministerio de la
reconciliación (cf. Jn 20, 23). Por tanto, no basta sólo el arrepentimiento
interior para obtener el perdón de Dios. La reconciliación con él se obtiene
mediante la reconciliación con la comunidad eclesial. Por eso, el reconocimiento
de la culpa pasa a través de un gesto sacramental concreto: el arrepentimiento y
la confesión de los pecados, con el propósito de vivir una vida nueva, ante el
ministro de la Iglesia.
1.3 Por desgracia, el hombre contemporáneo, cuanto más pierde el sentido el
pecado, tanto menos recurre al perdón de Dios: de esto dependen muchos de los
problemas y las dificultades de nuestro tiempo. Durante este año, os invito a
redescubrir la belleza y la riqueza de gracia del sacramento de la penitencia,
releyendo atentamente la parábola del hijo pródigo, en la que no se subraya
tanto el pecado cuanto la ternura de Dios y su misericordia. Al escuchar la
Palabra en actitud de oración, de contemplación, de admiración y de certeza,
decid a Dios: "Te necesito, cuento contigo para existir y vivir. Tú eres más
fuerte que mi pecado. Creo en tu poder sobre mi vida, creo en tu capacidad de
salvarme, tal como soy ahora. Acuérdate de mí. Perdóname."
1.4 Mirad dentro de vosotros. Más que contra una ley o una norma moral, el
pecado es contra Dios (cf. Sal 50, 6), contra vuestros hermanos y contra
vosotros mismos. Poneos en presencia de Cristo, Hijo único del Padre y modelo de
todos los hermanos. Él es el único que nos revela cómo debe ser nuestra relación
con el Padre, con nuestro próximo y con la sociedad, para estar en paz con
nosotros mismos. Nos lo revela mediante el Evangelio, que es una sola cosa con
Jesucristo. La fidelidad a uno es la medida de la fidelidad al otro.
1.5 Acudid con confianza al sacramento de la reconciliación: con la confesión de
vuestras culpas mostraréis que queréis reconocer vuestra infidelidad y ponerle
fin; testimoniaréis vuestra necesidad de conversión y reconciliación, para
recuperar la condición pacificadora y fecunda de hijos de Dios en Cristo Jesús;
y expresaréis vuestra solidaridad con vuestros hermanos, que también están
probados por el pecado (cf. Catecismo de la Iglesia católica, 1445).
1.6 Por último, recibid con gratitud la absolución del sacerdote: es el momento
en que el Padre pronuncia sobre el pecador arrepentido las palabras que
devuelven la vida: "Este hijo mío ha vuelto a la vida." La Fuente del amor
regenera y permite superar el egoísmo y volver a amar con mayor intensidad.
2. ¿Todavía no tienen fe?
2.1 El tema de la fe como confianza radical lo encontramos en el evangelio de
hoy. ¡Qué pregunta la del Señor! "¿Todavía no tienen fe?". A esa pregunta, que
es también un reproche, le viene, de parte de los discípulos, a modo de
respuesta, otra pregunta, que en realidad es una alabanza: "¿quién es éste...?".
Sobrecogidos de admiración descubren que no conocen a su Señor. Y fue
maravilloso regalo del Cielo que hicieran este descubrimiento porque la
conciencia de la ignorancia suele ser principio de conocimiento.
2.2 El viento y el lago obedecen a la voz de Jesús; ¿yo obedezco la voz de
Jesús? Los astros y los planetas lejanos obedecen la voz del Jesús; ¿obedece la
humanidad a la voz de Jesús?
2.3 A los discípulos les maravilló que el lago obedeciera a Jesús; ¿debe
admirarnos menos o más que un corazón humano llegue a obedecer a Jesús? ¿No es
cierto que es un milagro bellísimo encontrar una sola alma que le diga a Jesús:
"Yo quiero hacer tu voluntad; yo quiero creer en tu palabra"? ¿y qué tal que esa
alma fueras tú hoy?