San Mateo 13, 18-23:
Os daré pastores a mi gusto; acudirán a Jerusalén todos los paganos * El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto

Autor: Fr. Nelson Medina F., O.P
Sitio Web:
fraynelson.com  

 

 

Lecturas de la S. Biblia

Temas de las lecturas: Os daré pastores a mi gusto; acudirán a Jerusalén todos los paganos * El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto

Textos para este día:

Jeremías 3, 14-17:

Volved, hijos apóstatas -oráculo del Señor-, que yo soy vuestro dueño; cogeré a uno de cada ciudad, a dos de cada tribu, y os traeré a Sión; os daré pastores a mi gusto que os apacienten con saber y acierto; entonces, cuando crezcáis y os multipliquéis en el país -oráculo del Señor-, ya no se nombrará el arca de la alianza del Señor, no se recordará ni mencionará, no se echará de menos ni se hará otra. En aquel tiempo, llamarán a Jerusalén "Trono del Señor", acudirán a ella todos los paganos, porque Jerusalén llevará el nombre del Señor, y ya no seguirán la maldad de su corazón obstinado.

Mateo 13, 18-23:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador:

Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.

Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe.

Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno."

Homilía

Temas de las lecturas: Os daré pastores a mi gusto; acudirán a Jerusalén todos los paganos * El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto

1. Algo más grande que el Arca de la Alianza

1.1 El lenguaje simbólico y enriquecido de los profetas a veces puede pasarnos desapercibido sencillamente porque en su misma belleza nos envuelve con su sola forma y estilo. Así puede suceder con la primera lectura de hoy, de Jeremías, en la que sin embargo hay un mensaje muy grande que es evidente y otro no menor que es menos visible.

1.2 Es evidente la renovación del pueblo a través de la renovación de sus jefes y guías: "Les daré pastores según mi corazón," dice Dios, con frase que Juan Pablo II tomó para título de una de sus encíclicas, en este caso, sobre la formación de los presbíteros. Y en realidad en esa frase está también todo el anhelo de la Iglesia al rogar por sus ministros: que sean según el corazón de Dios. No que pretenden complacer a pocos o muchos de sus fieles; no que vivan solamente contentos en sí mismos y sus intereses, sino que sean y obren según el corazón de Dios. Este es el mensaje más evidente.

1.3 Pero hay otro mensaje que puede quedar oculto: Jeremías dice que la gente ya no se acordará ni nombrará el arca de la alianza. ¡Se necesitaba algo más que fortaleza para decir semejantes palabras! El tabernáculo era algo tan sagrado que el Antiguo Testamento abunda en textos que ponderan su sentido y advierten del peligro de no reconocer la presencia divina en ese lugar, al que nadie podía acercarse, sino solo el sumo sacerdote y eso una sola vez al año. ¡Y ahora Jeremías dice que el arca será olvidada!

1.4 La razón para semejante anuncio no es que vendrá un tiempo de impiedad e indiferencia, sino todo lo contrario: serán tan grandes las obras de Dios que toda Jerusalén será el "Trono del Señor." Como quien dice: ya no habrá que guardar y venerar un objeto que alude a lo que Dios hizo, porque la ciudad entera será lugar de su presencia y de su reinado.

1.5 Desde una óptica cristiana, no podemos sino agradecer con júbilo a Dios por habernos dado estas palabras. Entendemos que ese tiempo del que habló Jeremías ha llegado con Jesucristo. Nosotros no echamos de menos el arca de la alianza de Moisés porque Dios reina en medio de su pueblo por la presencia del Resucitado y por el don de su Espíritu Santo.

2. Una siembra abundante

2.1 El evangelio de hoy nos trae otro tema: la abundante siembra de la Palabra. Es natural y es lo más frecuente que leamos este texto desde el análisis de los terrenos, pero hay otra lectura posible, que algunos estudiosos dicen que corresponde más a la intención primera de Jesús: miremos el poder de la semilla.

2.2 En efecto, este sembrador divino es generoso, como Dios mismo es generoso. Al planeta tierra, único que cobija vida inteligente en este sistema solar, le llega una trillonésima parte de la luz del sol; lo demás aparentemente se desperdicia. Nuestro Dios es un Dios que "desperdicia", pues vemos que desperdicia atardeceres bellísimos que nadie ve, colores preciosos que nadie agradece, paisajes de ensueño que nadie canta. Ese "desperdicio", esa sobreabundancia de donación es como la traducción a nuestro pequeño mundo y a nuestra pequeña mente del misterio de su infinitud, que no conoce límites. Con sus "desperdicios" Dios revela discreta pero eficazmente que es infinito.

2.3 Y ese infinito existe también, y mucho más, en la Palabra y en la gracia. Solemos llamar a la parábola de hoy la parábola del sembrador, pero quizá podríamos llamarla mejor la parábola de la semilla victoriosa. Porque esta es la historia de una semilla que, aunque rechazada, oprimida o secuestrada siempre se sale con la suya y desde la abundancia de su amor todo lo gobierna. Así es Dios.