Miercoles de Ceniza, Ciclo C.

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Jl 2, 12-18; Sal 50; 2Co 5, 20-6,2; Mt 6, 1-6. 16-18


Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Mt 6, 1-6. 16-18

"... Oh Dios, crea en mí un corazón puro, (...) no me quites tu santo espíritu...", esta invocación resonará en nuestro corazón cuando nos acerquemos al altar del Señor para recibir la ceniza sobre nuestra cabeza. Se trata de un gesto de gran significado espiritual, un signo importante de conversión y renovación interior. Es un rito litúrgico muy profundo por el contenido penitencial que entraña: con él la Iglesia recuerda al creyente y pecador su fragilidad frente al mal y, sobre todo, su total dependencia de la majestad infinita de Dios.
La liturgia señala que el celebrante, al imponer la ceniza sobre la cabeza de los fieles, pronuncie las palabras: "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás" o "Convertíos y creed el Evangelio". Nos hallamos así al inicio del itinerario cuaresmal, Jesús se dirige a cada uno de nosotros: "...Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará...", al comenzar con la imposición de la ceniza, austero gesto penitencial la liturgia subraya la conciencia del hombre pecador pero que, al mismo tiempo, manifiesta su disposición a acoger en decisiones concretas su adhesión al Evangelio.

Son muy elocuentes las fórmulas que acompañan esta celebración del miércoles de ceniza. La primera del libro del Génesis: “... Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás...", evoca la actual condición humana marcada por la caducidad y el límite. La segunda recoge las palabras evangélicas: “... Convertíos y creed el Evangelio...", que constituyen una apremiante exhortación a cambiar de vida. Ambas fórmulas nos invitan a entrar en la Cuaresma con una actitud de escucha y de sincera conversión.

El Evangelio subraya que el Señor "...ve en lo secreto...", es decir, escruta el corazón. Los gestos externos de penitencia tienen valor si son expresión de una actitud interior, si manifiestan la firme voluntad de apartarse del mal y recorrer la senda del bien. Aquí radica el sentido profundo de la ascesis cristiana. "Ascesis": la palabra misma evoca la imagen de una ascensión a metas elevadas. Eso implica necesariamente sacrificios y renuncias, es decir estar dispuestos a afrontar todas las dificultades y superar todos los obstáculos para alcanzar el objetivo fijado. Para llegar a ser auténticos discípulos de Cristo, es necesario renunciar a sí mismos, tomar la propia cruz y seguirlo (Lc 9, 23). Es el camino a la santidad, que todo bautizado está llamado a recorrer.

La Iglesia señala algunos medios adecuados para caminar por esta vía. Ante todo, la humilde y dócil adhesión a la voluntad de Dios, acompañada por una oración incesante; las formas penitenciales típicas de la tradición cristiana, como la abstinencia, el ayuno, la mortificación y la renuncia incluso a bienes de por sí legítimos; y los gestos concretos de acogida con respecto al prójimo, que el pasaje evangélico de hoy evoca con la palabra "limosna". Todo esto se vuelve a proponer con mayor intensidad durante el período de la Cuaresma, que representa, al respecto, un "tiempo fuerte" de entrenamiento espiritual y de servicio generoso a los hermanos.
Que Señor misericordioso nos conceda a todos abrir nuestro corazón al don de su gracia, y así poder participar con nueva madurez en el misterio pascual de Cristo, nuestro único Redentor, para llegar llenos de gozo a la Pascua.
 


Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano "Corazon de Cristo"
Diócesis del Callao - Perú