XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Dt 30, 10-12; Sal 68; Col 1, 15-20; Lc 10, 25-37

En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba, y le preguntó: «Maestro, qué debo hacer para conseguir la vida eterna?» Jesús le dijo: «Qué es lo que está escrito en la ley?, ¿qué lees en ella?» El doctor de la ley contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y a tu prójimo como a ti mismo». Jesús le dijo: «Has contestado bien. Si haces eso vivirás». El doctor de la ley, para justificarse, preguntó a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús dijo: «Un hombre bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí: lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano, que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a mi regreso”. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que fue asaltado por los ladrones?» El doctor de la ley le respondió: «El que tuvo compasión de él». Entonces Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo».

Lc 10, 25-37


La parábola del buen samaritano es continuación del evangelio de la semana anterior. Los 72 discípulos regresan gozosos de la misión y hacen una evaluación positiva: el nombre de Jesús es un instrumento eficaz en la lucha contra el mal (demonios); el proyecto de Dios ha obrado maravillas desde la debilidad, pequeñez e insignificancia de los discípulos y del pueblo. Jesús, entonces, agradece al Padre por su especial atención a los pobres y humildes: «…Yo te bendigo Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes y se las has mostrado a los pequeños"…» (Lc 10, 21). En medio de esta alegría y júbilo se levanta un maestro de la Ley para ponerlo a prueba.

El maestro de la Ley es representante de las autoridades religiosas que ponen en duda la validez de la misión de Jesús. La prueba pretende cuestionar la legitimidad de la enseñanza de Jesús. Jesús le responde al jurista con su propia pregunta y va más allá, al núcleo del asunto: para qué es la ley y a quién beneficia. De esta manera, la cuestión inicial «¿qué debo hacer para ganar la vida eterna?», se convierte en «¿quién es mi prójimo?». La Ley ofrece un camino de salvación, pero es la actitud ante el prójimo la que señala la efectividad o inutilidad de ese camino.

Jesús responde al escriba que quiere «tener la vida», remitiéndole a la oración diaria, donde encontrará la fórmula de lo que debe hacer para alcanzar su objetivo. Es interesante, y por otro lado muy conforme con la doctrina de Lucas sobre la oración, ver en las palabras de Jesús una invitación a remitirse a la oración para descubrir el mejor modo de la relación con Dios y el prójimo. El escriba se preocupa de «vivir» y Jesús, a su preocupación sobre «¿Qué tengo que hacer para heredar la vida?», le responde: «Haz esto y tendrás la Vida». La parábola, que viene a confirmar esta respuesta, parte de la aventura de un hombre abandonado «medio muerto», al que el Samaritano, presta sus cuidados. Podemos decir entonces, que no es posible «encontrar la vida» de otra forma que sosteniéndola en aquellos en quienes se ve amenazada. «Se porta como prójimo» de una persona desgraciada, se demuestra próximo a los hombres todo el que practica la misericordia, todo el que actúa a la manera de Dios, que es el primero que obra con misericordia, que se hace próximo a los hombres.

La parábola habla de un hombre... El cambio de número, hecho a propósito, introduce una lectura de la parábola que justifica una nueva relación de términos: el Samaritano «se movió a compasión», al igual que otros dos personajes que son únicos en el libro de Lucas: el Padre de la Misericordia que ve a su hijo volver a casa (15, 20) y Jesús ante la viuda desconsolada de Naím (7, 13). Este rasgo común lleva a relacionar a Jesús con el Samaritano.

Precisamente esta relación la establecieron algunos Padres de la Iglesia, citamos a continuación unos textos al respecto de Orígenes, San Ireneo y San Clemente de Alejandría.

Orígenes: «El hombre que baja es Adán; Jerusalén, el Paraíso; Jericó, el mundo; los bandidos, las fuerzas enemigas; el sacerdote, la Ley; el Levita, los profetas; el Samaritano, Cristo; las heridas, el instinto de desobediencia; la posada, la Iglesia que recibe a los que quieren entrar. En cuanto a la vuelta del Samaritano, es figura de la segunda venida del Señor».

San Ireneo: «El Señor ha confiado al Espíritu Santo al hombre que es suyo, ese hombre caído en manos de los bandidos del que ha tenido compasión, cuyas heridas ha vendado, entregando dos denarios reales para que nosotros mismos, habiendo recibido el Espíritu, la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo hagamos fructificar el denario que nos es confiado».

San Clemente de Alejandría: «¿Quién es el Buen Samaritano sino el Salvador? ¿Quién ha tenido más compasión de nosotros que él?, nosotros a quienes los poderes de este mundo de tinieblas habían matado con sus golpes poco a poco, con sus temores, deseos, cóleras, penas, mentiras, placeres. El es quien ha derramado sobre nuestras almas heridas el vino, la sangre de la viña de David; Él quien ha suministrado con abundancia el aceite, piedad misericordiosa del Padre; Él quien ha puesto a los ángeles, los principados y las potestades para servirnos».


La parábola del Samaritano nos revela el precepto del amor camino de la vida cristiana y camino para el seguimiento de Jesucristo.


Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú