Solemnidad de la Santísima Trinidad

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Pr 8, 22-31; Sal 8; Rm 5, 1-5; Jn 16, 12-15

Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os explicará lo que ha de venir.
Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros.


Jn 16, 12-15


En este primer domingo después de Pentecostés, la Iglesia nos invita a celebrar el misterio de la Santísima Trinidad. Concluido el Tiempo Pascual con la Solemnidad de Pentecostés, tiempo en el cual la Iglesia nos ha concedido celebrar los misterios de nuestra fe, indudablemente que la Solemnidad de la Trinidad: Padre-Hijo-Espíritu Santo, prolonga esta presencia divina en la humanidad a través de la Santa Madre Iglesia que se funda sobre la revelación hecha a los hombres, como nos lo dice San Mateo: “...Pedro esto no te lo ha revelado ni la carne, ni la sangre sino mi Padre que está en el cielo, ... sobre esta fe edificaré mi Iglesia...”.

San León Magno dice: “... ya no es la ley recibida en el Sinaí, sino la Ley inscrita en el corazón de los hombres por el poder del Espíritu Santo...”. Por eso, las lenguas de fuego, signo de Pentecostés, no solamente manifiestan la venida del Espíritu Santo, que impulsa a la Iglesia a la misión sino que primeramente recrea al hombre, lo hace un hombre nuevo a imagen del Hijo; y por eso la misión es realizada por los hombres renacidos por la Gracia y el Espíritu, misión que se funda en el amor de Dios.
La celebración de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, nos hace presente como dice el prefacio: «un solo Dios, un solo Señor», las tres Personas, iguales y distintas son un solo Dios. Su distinción real no menoscaba la unidad de la naturaleza divina. Podemos decir aquí algunas palabras directamente en torno a esta gran Solemnidad de la Iglesia que es la celebración de la Santísima Trinidad, porque quizás esta expresión de Santísima Trinidad, para nuestro mundo moderno, dominado por corrientes laicistas, puede confundir y dar a entender que se trata de un Dios inaccesible, lejano a la realidad del hombre. Por eso, el Siervo de Dios Juan Pablo II hablaba con mucha frecuencia del Dios Comunión, del Padre de la Divina Misericordia. Pues gracias a este Dios Trino: Padre-Hijo-Espíritu Santo, tres personas que inhabitan en una perfecta comunión, es que el hombre secularizado puede abrir su corazón, por los efectos o la manifestación de este Dios Trino, esto es a través de la experiencia del perdón, del amor, del sentirse aceptado en toda su realidad, del no sentirse dejado de lado porque Dios es un Dios que ama sin acepción de personas.

Así a través de las lecturas de esta liturgia, Jesús hace constar que su enseñanza no es solamente una doctrina; su enseñanza se confunde con su persona ya que a quien hay que recibir es a Él. Como San Juan recalca en su evangelio el mensaje de Jesús es el mismo Jesús que se entrega como regalo, y hay que entablar diálogo con Él, por ello dijo Jesús: "…EI que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él…”. Cristo propone a sus discípulos como modelo esta comunión profundísima: “…Como Tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado…". Entonces la celebración del misterio de la Santísima Trinidad constituye cada año para los cristianos una llamada en favor de la unidad. Es una llamada dirigida a todos, pastores y fieles, que impulsa a todos a tomar cada vez mayor conciencia de la propia pertenencia y participación dentro de la Iglesia, Esposa de Cristo.

Es así que la primera lectura nos señala que el misterio trinitario de Dios está impreso desde el principio en toda la creación. Antes de la existencia de lo primero, existía la Sabiduría de Dios, que aquí es designada como su Hijo, y que en otros pasajes le ayuda a proyectar la creación, una Sabiduría que en la Antigua Alianza puede simbolizar tanto al Hijo como al Espíritu, algo divino y a la vez distinto del Creador, de modo que toda criatura lleva impresa una huella de la entrega y de la fecundidad divinas. Cristo y el Espíritu Santo enviado por Él no son sólo la revelación de un misterio extraño y totalmente nuevo, sino al mismo tiempo son el desvelamiento para toda creatura de su propio ser y de su sentido último.

San Pablo en la segunda lectura manifiesta que: "... el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo...", esta es una verdad, que con su pasión y muerte en cruz, Cristo ha realizado plena y finalmente el amor de Dios hacia nosotros y por nosotros, ha dado cumplimiento a las promesas, Él se convierte en certeza del amor misericordioso del Padre, esta certeza se la debemos al Espíritu Santo de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones.

En el evangelio de San Juan, Jesús promete a sus discípulos el Espíritu Santo, que los guiará hasta la verdad completa. Esta totalidad es el misterio íntimo de Dios, su esencia, una esencia que sólo Él conoce: porque así como solamente el espíritu del hombre conoce la intimidad del hombre, así también, y mucho más aún, la intimidad de Dios nadie la conoce, si Él mismo no nos la da a conocer y no nos hace partícipes de ella. Esta apertura de Dios hacia el hombre, es también la "verdad plena" pues tras la verdad de Dios o más allá de ella no puede haber ninguna otra verdad. Esta verdad íntima de Dios en cuanto Padre que se comunica ya desde siempre total e incondicionalmente por su Palabra, que es engendrada en esta entrega total, es el acto del amor más original al que sólo se puede corresponder con un amor recíproco igualmente total e incondicional. Pero cuanto más incondicional sea el amor, tanto más fecundo será: no es simplemente un "yo-tú", porque esto se agotaría en sí mismo.

En una oración utilizada en el ritual del bautismo, se nos dice que poseemos ya los elementos de nuestra propia gloria. Porque en realidad la vivimos por acción de la Trinidad "ha sido derramado en nuestros corazones el Espíritu Santo que se nos ha dado". Por la fe se nos ha dado ya la "justificación". Hemos obtenido el acceso a esta gracia la fe y la certeza de que vivimos unidos a la Trinidad, que sólo puede ser si recibimos el Espíritu: "…Hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia; la constancia, virtud probada; la virtud, esperanza…". Así, la vida en el Espíritu nos da el don de la paz con Dios por Cristo en el Espíritu, que ha infundido en nosotros el amor.

Concluyendo podemos decir que Dios es comunidad, Dios es amor, y para amar se necesita vivir dentro de un continuo intercambio de relación con Dios. Son innumerables los textos bíblicos al respecto, pero entre los más saltantes podemos decir: “... hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza...”; “...el Padre y Yo vendremos a ser morada en él...”; “... el Padre enviará en mi nombre el Espíritu de la Verdad, para que os conduzca a la verdad plena...”; “...Yo me voy al Padre pero no os dejaré huérfanos os enviaré el Paráclito...”, etc. La Solemnidad de este día nos invita, por lo tanto, a proclamar nuestra fe cristiana cimentada en el Dios único y verdadero, que se ha revelado por el Misterio Pascual de Cristo muerto y resucitado por nosotros.


Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú