V Domingo de Cuaresma, Ciclo C

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Is 43, 16-21; Sal 125; Fil 3, 8-14; Jn 8, 1-11

Mas Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?" Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra." E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: "Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?" Ella respondió: "Nadie, Señor." Jesús le dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más."

Jn 8, 1-11


Un aspecto importante del evangelio de la semana pasada, que es conveniente recordar, para introducirnos en las lecturas del presente domingo es que en la parábola del hijo prodigo, se nos señalaba un punto importante que S. Agustín recalca: " ... yo soy el camino, la verdad y la vida..."; porque muchas veces confesamos nuestros pecados, más no emprendemos el camino del retorno, como el hijo menor, nos arrepentimos pero no ha habido un giro de conversión y seguimos obstinados en nuestras cosas. Cristo por esto se ha hecho camino por nosotros incluso: para el arrepentimiento, porque para la conversión hay un solo camino, una sola entrada, y esta es el mismo Cristo. El hecho que el Padre salga al encuentro significa: que Cristo nos lleva a este encuentro con el Padre de la misericordia, sólo Cristo nos puede llevar al conocimiento de nosotros mismo, para dejar nuestros propios caminos y tomar el camino que lleva a la reconciliación y la vida. Así podemos enlazar las lecturas de la presente semana, que hoy nos remiten al futuro, a la salvación de Dios que crea algo Nuevo, hacia lo cual nos dirigimos. Toda nuestra vida consistirá en dirigirnos hacia esta Acción Salvífica de Dios. Esta semana las lecturas nos sirven como introducción a la semana de la pasión, porque con una gran insistencia, y desde hace ya tres domingos, se nos viene revelando ese retrato de Cristo, que busca de diversas maneras llegar a nosotros, para hablarnos al corazón, en el desierto de nuestra vida.

El evangelio nos ha traza el retrato del Padre, lleno de ternura, de paciencia, en este domingo y antes de entrar en la gran semana santa, se nos presenta la figura de Jesucristo, Hijo de Dios, que obra, y ama como el Padre, porque el amor, es único en la Comunidad divina. A estas alturas de la cuaresma se nos ha descubierto nuestra condición pecadora, bien por transgredir la ley, como el hijo menor, el hijo pródigo; bien por idolatrar la ley, como el hijo mayor con sus grandes fidelidades, y se nos ha manifestado que a pesar de nuestra condición pecadora debemos dejarnos amar por Dios, tal y como somos, tal y como nos sintamos; es decir, dejarnos acoger por este amor que no sólo perdona sino que regenera nuestro ser.
Si el Padre perdona a uno y a otro hijo, si el Padre quiere al mayor y al menor, también Jesús, le vemos perdonar a la mujer adultera, cual otro hijo pródigo, y desarmar el corazón del odio que traían escribas y fariseos, que la querían lapidar para cumplir la ley. Llama la atención la misericordia tenida por Jesús sobre la mujer adúltera y en realidad de verdad signo de contradicción para el amor e inteligencia de los fariseos y escribas, para que dejaran en el suelo la piedra de su odio apoyado en la ley.

Un grupo de hombres arrastran a la fuerza a una mujer desgreñada. La muchedumbre, que le rodeaba, se aparta y abre camino, después la rodean. Se oyen unas voces acusadoras: “ha engañado a su marido…es una adúltera, la han sorprendido en flagrante delito de adulterio. Jesús, sereno, los mira a sus ojos, se inclina y empieza a escribir con el dedo en la tierra junto a la mujer. Luego Jesús se incorporó y les dijo: “...el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra...”. De este modo nos hace adentrarnos en la propia conciencia. Este grupo acusador, conocedor y cumplidor fiel de la ley tiene un gran parentesco con el hijo mayor de la parábola del domingo pasado. Ese hijo también conocía y cumplía la ley, pero éste y aquellos tenían pervertido el corazón por el orgullo, la autosuficiencia, la confianza absoluta en unas normas y tradiciones, que haciéndolas suyas, los convertía en dioses, juzgando, condenando y disponiendo de las vidas de los demás, incluso censurando y condenando la actitud misericordiosa y comprensiva del Padre y de Jesucristo.
La adúltera quedó sola con Jesús, que entonces, le preguntó: “…Mujer ¿dónde están tus acusadores? ¿ninguno te ha condenado?...”. La delicadeza e inteligencia de Jesús son admirables: pregunta de tal manera, que pone ya en los labios temblorosos de la mujer la respuesta, que le devuelve su honra y su honor: “…Ninguno, Señor…”, “…Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más…”.

Esta frase de Jesús contiene y resume el espíritu con el que celebramos esta quinta semana de cuaresma, como Isaías, en la primera lectura, lo ha profetizado: “...mirad que realizo algo nuevo. No recordéis, pues, lo de antaño, tus pecados y debilidades, no penséis en lo antiguo...”. Y aquella mujer comenzaría a sentir, porque experimentaba una mirada que la quería y comprendía, que se abrían caminos nuevos en el desierto de su vida. Y comenzó también a experimentar lo que hoy también decía San Pablo: «…Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta…».

"Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más". Cabe aquí hacer una consideración: los fariseos se escandalizan porque Cristo perdona los pecados; pero han olvidado, que todo juicio pertenece a Dios, como dice Santiago: "... quien juzga a su hermano, se ha hecho superior de la ley... ". Cuando Cristo mismo ha dicho: "…yo no he venido a abolir la ley... sino ha darle cumplimiento…". Pues todo juicio lo ha dejado en las manos del Padre. Por eso ante la pregunta que le hacen en el presente evangelio; Cristo está remitiendo todo juicio al Padre, como dice San Ambrosio. Pues el perdón, es un acto de la voluntad divina, que manifiesta el amor de Dios hacia los hombres, y Cristo es este rostro misericordioso del Padre que en medio del desierto de nuestra vida, nos alza, se convierte en nuestro alimento y sobre todo es Él mismo nuestro camino en medio de nuestro desierto, para nuestra conversión.

Nuestro actual papa Benedicto XVI, en el Ángelus del 11 de marzo dijo: “… la conversión vence el mal en su raíz que es el pecado…”, entonces tenemos que decir que la conversión no es fruto de la voluntad espontánea del hombre, pues la conversión se da en todo hombre por la experiencia del perdón y del amor de Dios, y esto es lo que Cristo hoy día nos dice a través de este pasaje de la mujer adúltera. Esta por tanto es la misión que la Iglesia está llamada a continuar en cada tiempo, en nombre de Cristo y animada por el Espíritu Santo, presentarse ante los hombres como Jesús y decirle a todo hombre, como Cristo lo ha hecho con la mujer adúltera: “… Tus pecados te son perdonados, ve en paz…”.


Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú