VI Domingo de Pascua, Ciclo C

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Hch 15, 1-2.22-29;   Sal 66;   Ap. 21, 10-14. 22-23;   Jn 14, 23-29 

 Jesús le respondió: "Si alguno me ama guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. Os dejo la paz, mi paz os doy, no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegraríais de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.

Jn 14, 23-29

Este sexto domingo del Tiempo Pascual, el  evangelio comienza con la frase: “...si alguno me ama guardará mi Palabra...”. El domingo pasado decía Jesús a sus discípulos: “...Os doy un mandamiento nuevo...”, pero la originalidad y la novedad de ese mandamiento del amor, radica en la medida:  “...como yo os he amado...”, es decir, en la cruz, dando la vida por nosotros, como signo del mayor amor. Este amor mutuo, será la señal por la que se conocerá que somos discípulos, seguidores de Jesucristo. Es así que hoy Jesús nos revela los resultados de este amor, por ello empieza diciendo: “...el que me ama, guardará mi Palabra...”. Porque para saber si amo de verdad a Jesús, tengo que comprobar si guardo su Palabra, es decir si permito que en mi vida se haga su voluntad. Si realmente hago esto mi amor es verdadero, y sucederá lo que Cristo mismo anuncia: “...Mi padre lo amará...” y no solo eso, sino que “...vendremos a él y haremos en él nuestra morada...”.  Sólo así podremos llenarnos de la paz de Dios, que se manifiesta y vive al amar al otro, en cuanto otro, es decir amándolo y aceptándolo en la diferencia.

El evangelio de esta semana viene como preparación para la marcha de Jesús al Padre –todo el capítulo 14 de San Juan es un discurso de despedida-, en el momento en que anuncia esta marcha, Jesús promete a todos los que crean la venida de Dios y el envío del Espíritu, que les enseñará todo. Esta venida del Padre y del Hijo, para los que crean con una fe suscitada por el Espíritu, es una revelación nueva para los discípulos. Pero a su vez, esta venida es imposible para los que no aman o no permanecen fieles a la palabra. Jesús inicia aquí una explicación de la necesidad del misterio de la Ascensión, el cual condiciona la venida del Espíritu Santo, cuya misión será hacer comprender y vivificar las palabras de Cristo, y hacer que los discípulos entiendan y anuncien todo lo que Él les enseñó.

Pero, indudablemente que para amarnos los unos a los otros no solamente tenemos que conocer a Aquel que nos ama, sino que esto necesariamente implica la aceptación de este amor en esta medida. Las Sagradas Escrituras nos proporcionan como dato, que cuando el hombre acepta a Dios es porque ha escuchado y ha aceptado su Palabra (Promesas), en este sentido las palabras de Cristo: “... si alguno me ama guardará mi Palabra...”; están conteniendo  todo un diseño de Dios para nosotros:  que el guardar las Palabras de Cristo,  significa creer en este amor, que el Padre nos lo da a saber a través del Hijo. Es por ello que Dios hace morada en nosotros en virtud de esta doble solicitud: guardar su palabra y amarle de verdad.

Profundizando en esta expresión del Evangelio: “.. si alguno me ama guardará mi Palabra...”, podemos decir que es una condición vital; pues ya San Juan al comienzo de su Evangelio nos dice: “... en el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios...” . Aquí está sustancialmente contenida la diferencia entre el pueblo de la Antigua Alianza y el de la Nueva Alianza, porque lo que hace al hombre nuevo es el hecho de acoger la Palabra de Dios en su vida, y no sólo el cumplimiento de la ley, el hombre nuevo vive y encuentra el sentido de su historia en la gracia y misericordia del amor del Padre. En consecuencia, este amor del cual habla Cristo en el Evangelio: “... si alguno me ama guardará mi Palabra...”, es un efecto por una causa; pues en la Palabra acogida, que es acoger el amor de Dios en nuestras vidas, nos unimos a Dios por la misma Palabra que Él nos ha dado; o sea, mi amor a Dios es mi unión con Él en su mismo amor, manifestado en Cristo Nuestro Señor, Palabra hecha carne por amor a nosotros.

Así tenemos que cuando San Juan nos dice en el presente evangelio: “...mi paz os doy, no os la doy como la da el mundo...”; está enlazando el hecho que si nuestra vida está unida a esta Palabra encarnada de Dios y el acoger esta Palabra nos convierte en morada del Dios Vivo, esto significa que nuestra vida al estar en comunión con el Dios Vivo, vive en una paz, que de una manera clara San Pablo en la Carta a los Romanos lo expresa: “... quién nos podrá separar del amor de Dios: la tribulación, la angustia, el hambre, la desnudez, el peligro...”. Por eso, inmediatamente el evangelista dice: “... no se turbe vuestro corazón no se acobarde...”. Es importante mencionar, en este momento las palabras del nuestro querido Siervo de Dios, Juan Pablo II,: “.. la paz que el mundo ofrece al hombre no es una paz duradera, porque no ofrece al hombre una esperanza verdadera...”(Semana Santa 2004).

Las lecturas de hoy nos hacen pensar en la Iglesia, pero de una manera muy especial, diferente a la forma que muchas veces pensamos en ella: "...la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo..". De esta manera, en esta semana, la Iglesia nos está preparando a vivir apoyados y fortalecidos en la Palabra hecha carne que es Cristo, y a no sentirnos solos por su no presencia física, pues hay una Promesa que hasta el fin de los tiempos el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo cumplirán en la vida de la Iglesia, y también en la vida de  cada cristiano: “... yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo...”.

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú