Domingo de Pascua de Resurrección, Ciclo C

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Hch 10, 34. 37-43;   Sal 117;   Col 3, 1-4;    Jn 20, 1-9 

"Este es el día que hizo el Señor". Todos los días, entre el Domingo de Pascua y el segundo domingo después de Pascua, in albis, constituyen en cierto sentido un único día. La liturgia se concentra sobre un acontecimiento, sobre el único misterio. "...Ha resucitado, no está aquí...". Cumplió la Pascua. Reveló el significado del Paso. Confirmó la verdad de sus palabras. Dijo la última palabra de su mensaje: mensaje de la Buena Nueva, del Evangelio. Dios mismo que es Padre, esto es, Dador de la Vida, Dios mismo no quiere la muerte (cf. Ez 18, 23. 32), y "creó todas las cosas para la existencia" (Sab 1, 14), ha manifestado hasta el fondo, en Él y por Él, su amor. El amor quiere decir vida. Su resurrección es el testimonio definitivo de la Vida, del Amor.

Este único día corresponde, en cierto modo, a todos los siete días de que habla el libro del Génesis, y que eran los días de la creación (cf. Gén 1-2). Por esto los celebramos todos en este único día, la Nueva Creación. Este misterio se expresa en la persona de Cristo resucitado. El mismo es ya este misterio y constituye para nosotros su anuncio, la invitación a él. "...Así, pues, festejémosla, no con la vieja levadura..., sino con los ácimos de la pureza y la verdad..." (1 Cor 5, 8).

Cristo, después de su resurrección, vuelve al mismo lugar del que había salido para la pasión y la muerte. Vuelve al Cenáculo, donde se encontraban los Apóstoles. Mientras estaban cerradas las puertas, Él vino, se puso en medio de ellos y dijo: "La paz sea con vosotros". Y añadió: "Como me envió mi Padre, así os envío yo... Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos" (Jn 20, 19-23). En estas palabras de Jesús después de su resurrección, se encierra el mensaje del Resucitado. Cuando dice: "Recibid el Espíritu Santo", nos viene a la mente el mismo Cenáculo en el que Jesús pronunció el discurso de despedida. Entonces profirió las palabras cargadas del misterio de su corazón: "Os conviene que yo me vaya. Porque, si no me fuere, el Abogado no vendrá a vosotros; pero si me fuere, os lo enviaré" (Jn 16, 7). Así dijo pensando en el Espíritu Santo. Y he aquí que ahora, después de haber realizado su sacrificio, su "partida" a través de la cruz, viene de nuevo al Cenáculo para traerles al que ha prometido. Dice el Evangelio: "Sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo" (Jn 20, 22). Enuncia la palabra madura de su Pascua. Les trae el don de la pasión y el fruto de la resurrección. Con este don los plasma de nuevo. Les da el poder de despertar a los otros a la Vida, aún cuando esta Vida esté muerta en ellos: "a quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados" (Jn 20, 23). Pasarán cincuenta días desde la Resurrección a Pentecostés. Pero ya en este único día que hizo el Señor están contenidos el don esencial y el fruto de Pentecostés. Cuando Cristo dice: "Recibid el Espíritu Santo", anuncia hasta el fin su misterio pascual, la plenitud de su cumplimiento.

Jesús es el Buen Pastor por el hecho de dar su vida al Padre de este modo: entregándola en sacrificio, la ofrece por las ovejas.  "Por eso, así dice el Señor Yahvé: Yo mismo iré a buscar a mis ovejas/ y las reuniré.../ Yo mismo apacentaré a mis ovejas/ y yo mismo las llevaré a la majada" (Ez 34, 11. 15). Recogiendo esta imagen, Jesús reveló un aspecto del amor del Buen Pastor que el Antiguo Testamento no presentía aún: dar la vida por las ovejas. El Buen Pastor, según las palabras de Cristo, es precisamente el que "viendo venir al lobo", no huye, sino que está dispuesto a exponer la propia vida, luchando con el ladrón, para que ninguna de las ovejas se pierda. Si no estuviese dispuesto a esto, no sería digno del nombre de Buen Pastor. Sería mercenario, pero no pastor. Mediante el sacrificio pascual, todos se han convertido en su redil, porque Él ha asegurado a cada uno la vida divina y sobrenatural que, desde la caída del hombre a causa del pecado original, se había perdido. Sólo Él podía devolvérsela al hombre.

La imagen del Buen Pastor y, en ella, la imagen del redil, tienen importancia fundamental para entender lo que es la Iglesia y las tareas que debe realizar en la historia del hombre. La Iglesia no sólo debe ser "redil", sino que debe realizar este misterio, que siempre se está realizando entre Cristo y el hombre: el misterio del Buen Pastor que da su vida por las ovejas. Así dice San Agustín: "¿Acaso el que primero te buscó, cuando lo despreciabas en vez de buscarlo, te despreciará, oveja, si lo buscas? Comienza, pues, a buscar a quien primero te buscó y te llevó sobre sus hombros. Haz que se realice su palabra: las ovejas que me pertenecen escuchan mi voz y me siguen" (Enarrationes in Psalmos, Sal 69, 6).

Por ello, mirando al Cristo  del evangelio de hoy comprendemos que debemos vivir solo en Cristo, que por Cristo podemos vivir una vida nueva, donde la experiencia de su amor transformará nuestra vida. ¡Aleluya, Aleluya el Señor ha Resucitado!

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú