Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, Ciclo A

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Nm 6, 22-27; Sal 66; Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-21

 

  Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel Niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno. 

 

Luego de haber contemplado a Nuestro Salvador, el Emmanuel, en el establo de Belén y de reconocer en Él a Dios que se ha hecho hombre, la Iglesia se vuelve y dirige su mirada hacia la Madre del Niño y reconoce en Ella, a la Madre de Dios. Todos nosotros somos acogidos en los brazos maternales de María si creemos en Cristo; porque María es Madre de Dios por haberlo concebido virginalmente en su seno y nosotros seremos acogidos por María si acogemos al Hijo de sus entrañas.

Es importante mencionar que la liturgia de este día tiene un marcado carácter mariano, desde hace mucho tiempo, esta fiesta del 1 de enero es la celebración más antigua en honor de Nuestra Señora dentro de la liturgia romana. Las antífonas exaltan la maternidad divina de María: «… "¡Salve, Madre Santa!, Virgen Madre del Rey, que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos" (Antífona de entrada). En el primer día del año, la Iglesia se reúne en oración ante el icono de la Madre de Dios, y honra con alegría a aquella que  dio al mundo el fruto de su vientre, Jesús, el "Príncipe de la paz" (Is 9, 5)…» (Benedicto XVI, Homilía en la Solemnidad de María Madre de Dios, 1 de enero de 2005).

Los padres griegos aplicaron a María el título Theotokos (portadora de Dios) en el siglo III, los concilios de Efeso y de Calcedonia defendieron este título. En Occidente, María fue venerada de forma similar como Dei Genitrix (Madre de Dios). En el antiguo canon romano es conmemorada como la «siempre virgen madre de Jesucristo nuestro Señor y Dios». En palabras del Papa Pablo VI, «…el tiempo de navidad es una conmemoración prolongada de la maternidad divina, virginal y salvífica de aquella cuya virginidad inviolada dio el Salvador al mundo… exaltar la singular dignidad que este misterio reporta a la santa Madre a través de la cual recibimos al Autor de la vida…» (Marialis cultus, n.5).

Como Eva fue la "madre de todos los hombres" en el orden natural, María es madre de todos los hombres en el orden de la gracia. Al dar a luz a su primogénito, concibe y da a luz también de manera espiritual a todos aquellos que pertenecerán a Él, a los que serán incorporados a Él y se convertirán así en miembros suyos. Porque Jesucristo es el "primogénito entre muchos hermanos", la Cabeza de la humanidad redimida, el representante de la humanidad que une todas las cosas en él. Por eso que la vida cristiana es un misterio que se nos revela; y por lo tanto sólo desde la fe y la obediencia podemos entrar en su comprensión, y en el poder exponerla.

Podemos decir que al contemplar este misterio de la maternidad de la Virgen María, el que una mujer sea llamada Madre de Dios, nos lleva a cuestionarnos si ¿Aquel que era Dios tenía necesidad de tal influencia? ¿No tenía en sí mismo toda la perfección, de modo que podría excluir toda influencia de otra persona sobre su desarrollo espiritual y moral? Es verdad que la persona divina del Hijo tenía en sí misma toda perfección, pero en el evento de la Encarnación, el Hijo de Dios ha querido asumir la vía ordinaria de todo hombre. Así Jesús de Nazaret ha nacido en el seno de una familia, y por lo tanto, el ambiente familiar en el cual ha crecido lo ha ayudado en su desarrollo humano. De manera particular, Él ha recibido el afecto materno de su madre y, como todo hijo observante de la religión judía, se ha abierto plenamente a la educación recibida a través de ella. Esto demuestra que el Dios hecho hombre ha participado de toda la realidad humana, y esto no se debe entender como cumplimiento de un requisito, sino en la cabal expresión de lo que significa la necesidad que un ser humano crezca en el seno de una familia. La maternidad de la Virgen María por lo tanto nos desvela al Emmanuel, al Dios que ha acampado en medio de nosotros.

Nos dice al respecto San Atanasio: «… La Palabra tendió una mano a los hijos de Abrahán, como afirma el Apóstol, y por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos y asumir un cuerpo semejante al nuestro. Por esta razón, en verdad, María está presente en este misterio, para que de ella la Palabra tome un cuerpo, y, como propio, lo ofrezca por nosotros. La Escritura habla del parto y afirma: Lo envolvió en pañales; y se proclaman dichosos los pechos que amamantaron al Señor, y, por el nacimiento de este primogénito, fue ofrecido el sacrificio prescrito. El ángel Gabriel había anunciado esta concepción con palabras muy precisas, cuando dijo a María no simplemente «lo que nacerá en ti» —para que no se creyese que se trataba de un cuerpo introducido desde el exterior—, sino de para que creyéramos que Aquel que era engendrado en María procedía realmente de ella…» (San Atanasio de Alejandría, Carta a Epicteto, 5-9: PG 26 1058. 1062-1066) 

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú