XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 18, 15-20

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Ez 33, 7-9; Sal 94; Rm 13, 8-10; Mt 18, 15-20 

En el presente domingo tenemos que tomar en cuenta que Cristo antes de dejar a sus apóstoles les da el mandamiento nuevo, pero como dirá san Pablo: “antiguo pero nuevo”; porque Cristo dice a sus discípulos: “…amaos como yo os he amado, y en esto conocerán que son mis discípulos…”.

Teniendo como realidad lo que significa, no sólo la vida del discipulado, sino lo que significa la vida cristiana que se debe expresar en un intercambio de amor: como Cristo nos ha amado. Pasamos a ver las lecturas del domingo XXIII del tiempo ordinario, donde no solamente estamos llamados amar sino también ayudar a vivir en el amor como Cristo nos ha amado, donde tantas veces el amor de Cristo hacia sus contemporáneos ha pasado por una corrección y un llamamiento radical de cambio de vida.

En el Evangelio hay una expresión poco común que se encuentra en los sinópticos: “…si no escucha la misma Iglesia sean para ti como un gentil y publicano…”; para comprender esta expresión que hoy encontramos en el Evangelio de san Mateo debemos remitirnos a la primera lectura del profeta Ezequiel: “…si el malvado muere, morirá él, pero la sangre de él recaerá sobre ti…”. Esto significa que Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta. Entonces la misión del profeta, como ha sido la misión de Cristo, es de llamar a los hombres nuevamente a la comunión con Dios. Por eso que la misión de Cristo, como dirá san Pablo: “…revestíos del hombre nuevo…”

Cuando en el evangelio se habla de gentil y publicano, no se está denunciando a los gentiles y publicanos que no pertenecen a la comunidad cristiana, sino aquellos que habiendo recibido el bautismo viven como gentiles y publicanos dentro de la Iglesia de Cristo. Profundizando en esa realidad, podemos decir que aquel que vive dentro de la Iglesia como publicano y gentil, estaría viviendo la vida de fe de manera solamente cultual-externa o ritualista- por otro lado su vida la vivirá contraria o sin tener en cuenta los valores morales de lo que significa la vida cristiana. Esto sería lo que san Pablo, al amonestar a la comunidad de los gálatas, decía sobre aquellos que vivían como gentiles y publicanos: “…estos son impuros, avaros, idolatras, borrachos o ladrones y difamadores…”.

Este evangelio, en sus primeros versículos, nos presenta como estamos llamados a corregir al hermano que vive en el pecado. Ampliando el sentido de la palabra pecador, éste es aquel que no vive coherentemente la vida cristiana. La palabra del Evangelio no debemos entenderla que al pecador se le excluye de la comunidad cristiana y que por lo tanto el perdón de Dios se da según como el hombre responda. En estos primeros versículos nos esta queriendo decir que si hay algún miembro de la comunidad cristiana que permanece en la misma situación de pecado sin querer dejarla, esto significa que esta impidiendo que los hombres vean en la Iglesia la prolongación de la vida de Cristo y por lo tanto como un signo de ayudarlo a cambiar de conducta se le separa de la misma.

De esta manera podemos decir que la caridad entre los hermanos en la fe pasa muchas veces por la corrección mutua. Un ejemplo palpable de este ejercicio de caridad en la corrección fraterna la podemos tener en la vida matrimonial; pues si los esposos viven su vida en una mutua ayuda que implicaría una mutua corrección en el amor sincero, eso llevará a ambos a una vida de comunión. Pero si no hubiera la libertad necesaria para corregirse y ayudarse en la verdad, aquello traería a mediano plazo, quizás, el termino de la vida conyugal, como lamentablemente vemos que con mucha frecuencia suceden en nuestros días.

El evangelio en sus últimos versículos termina, con lo que llamaríamos la oración común entre los hermanos, dice el evangelista: “…si dos o tres están reunidos en mi nombre yo estoy en medio de ellos…”. La oración que Dios escucha por excelencia, es aquella que brota de un corazón que esta unido a él; así lo expresa san Juan, en el capitulo 15: “…si permanecéis en mí, todo lo que pidáis al Padre os lo concederá…”. Entonces, así como en la comunidad cristina esta llamada a vivir en la mutua corrección, para vivir en toda su originalidad la comunión en el amor; la oración realizada dentro de la comunión fraterna, expresa que Dios es la causa, no solo de nuestra comunión sino de nuestro bien hacia quienes tenemos que dirigirnos, y de quien recibimos lo necesario para el bien de nuestras vidas.

Por eso san Pablo en la Carta a los Romanos nos ha dicho, que la única deuda sea el amor mutuo. Ya en el Evangelio de Mateo, en el capitulo 5 y 6, Jesús, dice a sus oyentes: “…sed perfectos como nuestro Padre del Cielo…”; en consecuencia podemos decir que la plenitud de la vida no solo cristiana sino humana, está en la vivencia del amor recíproco; porque el hombre ha nacido por amor y es llamado al amor. En este sentido, la corrección cristiana es para ayudarnos a retornar a esta originalidad en la cual hemos sido creados y hemos recibido la vida por amor y para el amor.

Concluyendo, el profeta Ezequiel en este llamamiento que hace al pecador; nosotros como seguidores de Cristo estamos llamados hacer como el profeta, ayudar y ser una ayuda para que el hombre de hoy pueda emprender el camino de la verdad; pues si callamos como dice el profeta Ezequiel: “…morirá el malvado, pero su sangre caerá sobre nosotros…”. El Cardenal Ratzinger, el actual Papa Benedicto XVI, en un libro escrito aproximadamente hace dos años atrás, refiriéndose a algunos ministros de la Iglesia, que oportunamente no ayudan a vivir la vida cristiana les llamaba: “…perros mudos…” (Titulo del libro: “Sal de la Tierra”). Por lo tanto si pensamos vivir coherentemente la vida cristiana, esto significaría que también nos preocuparíamos en ayudarnos mutuamente a vivir la fe y en plenitud la vida de Cristo, de lo contrario estaríamos en medio de los hermanos de fe: juzgando al otro, murmurando del otro, o como perros mudos. El mandamiento nuevo de Cristo significaría vivir la nueva civilización del amor.

San Pedro Crisólogo, en su discurso 119, dice: “Lo que no perdonas a alguien lo has rechazado para ti o lo rechazarás para ti; …cuando la caridad va unida a la libertad y la libertad unida a la caridad aleja todo temor y conforta al hermano.”

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú