XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 22, 1-14

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Is 25, 6-10;   Sal 22;   Flp 4, 12-14. 19-20;  Mt 22, 1-14 

En este primer domingo del mes de octubre, mes en el que la Iglesia está viviendo un gran momento, ya que el 2 del presente, se ha dado apertura al Sínodo sobre la Eucaristía, cuyo título es “La Eucaristía fuente y culmen de la vida y la misión de la Iglesia”. El evangelio de la presente semana habla del banquete nupcial; la palabra banquete ya hacía referencia en el Antiguo Testamento  a la Pascua de los judíos, que para nosotros con Cristo es el banquete pascual memorial de su misterio de muerte de cruz. Al respecto dispongámonos a que la palabra nos ayude a situarnos para descubrir si nuestra vida es un banquete como una fiesta en el Señor.

En primer lugar debemos decir que la palabra del presente evangelio no se debe tomar solamente como si hiciera referencia sólo al sacramento del bautismo. Dentro del rito del bautismo, es cierto que el que ha recepcionado el sacramento como parte del rito, y como una expresión de la vida nueva a la que ha sido llamado como un don, recibe una vestidura que es blanca. El libro del Apocalipsis al respecto nos habla de esta vestidura blanca, y que ésta vestidura blanca la reciben aquellos que han sido regenerados por la sangre de Cristo. Pero tenemos que decir, que no es esta la línea por donde el evangelio nos quiere llevar en este presente domingo.

El evangelista Mateo, en capítulos más adelante, nos dice que en el día del juicio el Señor separará a los buenos de los malos; pondrá algunos a su derecha y otros a su izquierda. Esto no podríamos entenderlo como que irán a la derecha los bautizados y a la izquierda los no bautizados. El Papa Benedicto XVI en las primeras palabras que ha mencionado en la apertura del Sínodo sobre la eucaristía, el 2 del presente mes, según algunos comentaristas, ha utilizado un lenguaje apocalíptico para denunciar lo siguiente, y a la línea ha dicho: “Dios ha sido desterrado de la vida pública, y sólo se le admite como cosa privada, lo que es un ejemplo no de tolerancia sino de hipocresía. Queremos poseer el mundo y nuestra vida de manera ilimitada. Dios es un obstáculo o bien se hace de él una simple frase devota.”

En un segundo momento tenemos que decir, retomando las palabras que hemos citado del Papa Benedicto XVI, que podemos entrar en el sentido del presente evangelio; pues en el evangelio de éste domingo al final el rey observa que de todos los presentes en el banquete, hay uno que no tiene el vestido apropiado de las bodas. Inmediatamente debemos añadir, por lo tanto, que todos los que hemos recibido el bautismo estamos llamados a vivir nuestra vida celebrando los amores con Dios. Si esto lo trasladamos y lo expresamos en un lenguaje secular, la manera de celebrar los afectos, la compañía de la persona que se quiere, es a través de un banquete, de una fiesta. A este punto nos tenemos que hacer la pregunta que el mismo San Agustín se formula cuando comenta este evangelio : ¿a qué vestido se refiere el rey?. Pues, si añadimos que todos son bautizados y todos por lo tanto, por el bautismo somos hijos de Dios, cuál es el vestido al cual se refiere el evangelio.

En el evangelio de Lucas hay un escriba que le formula una pregunta a Cristo y le dice: “…Maestro, ¿qué tengo que hacer para tener vida eterna?...”; Cristo le responde a su pregunta, pero no quedando el escriba satisfecho con la respuesta le preguntó sobre quién era su prójimo. Para no salir del tema del presente evangelio; tenemos que decir inmediatamente haciendo referencia a las palabras de San Pablo cuando en el himno a la caridad dice: “…aunque hablará la lengua de los ángeles y conociera todos los misterios si no tengo amor es nada…”. Aquí podemos encontrar el sentido del traje de las bodas que al que es echado del banquete no le vio el rey que lo tuviera puesto.

Líneas anteriores hemos mencionado que por el bautismo hemos sido llamados como un don a ser hijos de Dios, pero tantas veces: nuestro proceder y hablar no corresponde a la dignidad de hijos de Dios que hemos recibido. Porque el bautismo nos ha introducido a una vida de santidad, que se expresa en el amar a Dios, y al prójimo como a uno mismo; pero tantas veces vivimos en una dicotomía: por un camino va nuestra vida y por otro camino distinto va la fe que decimos que profesamos; y al final, tantas veces, vivimos como Marta la del evangelio, preocupados y perturbados en tantas cosas. Las palabras de nuestro actual Papa Benedicto XVI son muy duras pero expresan lo que es la realidad de la vida de tantos cristianos, que han reducido a Dios a una devoción privada, donde el cristianismo lo viven de una manera solamente intimista, porque delante de otras personas les da vergüenza hablar de Dios o expresar que son creyentes.

San Agustín (Discurso 90, Comentario al evangelio de Mateo, 22), al respecto habla que éste traje nupcial que no lleva este invitado que será echado fuera de la fiesta de bodas, es la caridad. Dice Cristo en el evangelio: “…en que os conocerán que sois mis discípulos, si os amáis como yo os he amado…”. De esta manera tenemos que decir que el amor se visibiliza en nuestro actuar a través de la caridad. Como dice San Pablo, cuando habla sobre la fe, la esperanza y la caridad, nos dice él concretamente, que cuando llegue el final de los tiempos lo que permanecerá será la caridad; entonces los invitados del banquete nupcial son aquellos que han sido regenerados por la sangre de Cristo y en sus vidas han vestido el traje de la caridad. Por eso que Mateo, en el capítulo 5, versículo 16, dice: “…para que los hombres viendo vuestras buenas obras (caridad), den gloria a vuestro Padre del cielo…”.

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú