XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 18, 15-20

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Ez 33, 7-9; Sal 94; Rm 13, 8-10;    Mt 18, 15-20   

Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. "Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. "Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." (Mt 18, 15-20 )

2da. Lectura: Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud. (Rm 13, 8-10) 

La liturgia de este domingo presenta a través de las lecturas, la necesidad de la corrección fraterna, la cual ha de existir y estar presente en la comunidad de creyentes siempre en un clima de amor mutuo, de amor al prójimo. Esto lleva a todo cristiano a ser responsable del hermano y a ejecutar esta corrección fraterna con humildad, remitiéndose siempre en primer lugar al orden establecido por Cristo, mirándose primero a sí mismo y con ayuda de la Gracia Divina corregir al hermano, así de esta manera podrá mirar sus errores y corregirlos. El Papa Benedicto XVI nos dice al respecto. «…De aquí se deriva una lección importante para nosotros: lo que cuenta es poner en el centro de la propia vida a Cristo, de manera que nuestra identidad se caracterice esencialmente por el encuentro, la comunión con Cristo y su Palabra… Dios, en Cristo resucitado ofrece la salvación a todos los hombres sin excepción…» (Benedicto XVI, Catequesis Pablo de Tarso, 25 de octubre de 2006).

En la segunda lectura San Pablo manifiesta  el sentido del amor cristiano. Presenta al Amor como el mandamiento que es la fuente de los demás mandamientos, siendo así que quien ama cumple la voluntad de Dios. Por otro lado, nos hace presente que quien solo vive en la ley está tomando para su vida una visión estrecha y limitada del cristianismo, y una vida alejada de la Gracia. Por eso el Papa Benedicto XVI nos dice: «…no justificarse por las obras sino por la fe es la identidad cristiana que se compone de dos elementos: no buscarse a sí mismo, sino revestirse de Cristo y entregarse con Cristo, y de este modo participar personalmente en la vida del mismo Cristo hasta sumergirse en Él y compartir tanto su muerte como su vida…» (Benedicto XVI, Catequesis Jesucristo centro de la vida de San Pablo, 8 de noviembre de 2006).

Siguiendo con el texto de San Pablo por lo tanto cuando el Apóstol dice que «…vuestra deuda sea el amor entre ustedes…», nos está diciendo que no solamente hemos sido rescatados por el amor de Dios que se ha encarnado, se ha dejado conocer, se nos ha revelado y nos ha asumido, que es en este caso el mismo Cristo su Hijo, y por lo tanto como Cristo dirá a sus discípulos «…amaos como yo os he amado…», o sea la deuda de amor que tenemos hacia los hermanos es por amarnos en el mismo espíritu como Cristo nos ha amado, esto es hasta dar la vida por nosotros; y cuándo Cristo ha dado su vida por nosotros: cuando hemos sido sus enemigos, cuando hemos vivido contrarios a los caminos de Dios como el hijo pródigo antes de retornar a la casa del padre.

Es importante dejar de manifiesto a través de la carta de San Pablo, el sentido del amor cristiano, porque hoy lo que vemos en la sociedad, o se escucha, es anunciar y querer presentar lo contrario a lo que es el amor verdadero (cristiano), e incluso el amor a sí mismo, lo que hoy en día se llama “el culto al cuerpo”, que podría ser una expresión de amor a sí mismo pero en la práctica lleva a encerrar al hombre en un profundo egoísmo y narcisismo. Otro ejemplo equivocado es cuando se habla de la autoestima que al hombre lo lleva también a encerrarse en un profundo egoísmo individualista y que tantas veces incapacita al hombre a ser un don de amor para el hermano; y por eso si nos inspiramos en esta frase de San Pablo «…que vuestra única deuda sea el amor…», entonces el otro-el tú (la persona) aparece con un rostro concreto y con unas necesidades concretas, a quien Dios me llama, en el amor con que me ama, a darme por él.

Concluyendo debemos decir por tanto que el servicio al hermano, al prójimo, no es un compromiso ni una misión sino que el amarlo y el servirlo es el quehacer de la vida cristiana y por tanto –con el perdón de lo que voy a decir-, no es tan grave la esterilidad de los esposos cuanto sí es el no vivir la vida cristiana en el amor que Dios nos ha revelado, y como dice Jesucristo: «…cómo sabrán que sois mis discípulos si os amáis como yo os he amado…».

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú