XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Jr 31, 7-9; Sal 125; Hb 5, 1-6; Mc 10, 46-52


Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: "¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!" Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Jesús se detuvo y dijo: "Llamadle." Llaman al ciego, diciéndole: "¡Ánimo, levántate! Te llama." Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino ante Jesús. Jesús, dirigiéndose a él le dijo: "¿Qué quieres que te haga?" El ciego le dijo: "Rabbuní, ¡que vea!" Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado." Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino.

Mc 10, 46-52


El Papa Benedicto XVI en su catequesis de la semana pasada, que fue el día miércoles, hablando sobre Judas Iscariote dijo : “la traición de Judas se inserta en el plan salvífico de Dios”, ya que en esta libertad personal de Judas queda de manifiesto la libertad del hombre ante el plan de Dios; pues así como Eva en el paraíso fue seducida por el maligno y, aceptando la seducción, comió del fruto y entró en la muerte, de manera análoga Judas cae en este vacío profundo de la ausencia de Dios, del Dios amor. En estos dos pasajes bíblicos a través de los cuales se contempla la fuerza seductora del mal, no por estas caídas, tanto de Eva como de Judas, Dios ha abandonado al hombre, antes bien tal ha sido la manifestación de amor hacia nosotros que nos ha mandado a Cristo su Hijo, para recrear aquello que el diablo por envidia había dañado en su obra.
En este domingo, la liturgia nos presenta, aparentemente, un cambio radical de sentido, pues si en el evangelio de la semana pasada se puso de manifiesto al Cristo que ha venido a servir, a través del presente evangelio podemos contemplar con claridad que en el servicio de Cristo al hombre: la humanidad entera es arrancada de las tinieblas y de la muerte para pasar a la vida. Por eso la figura del ciego, en este evangelio, está expresando la vida del hombre, de la humanidad sumergida en las consecuencias de su vida sin Dios.

La segunda lectura al respecto, nos presenta nuevamente a Cristo como el Sumo Sacerdote y como dice la lectura, que este Sumo Sacerdote "…puede comprender…" a los ignorantes y extraviados. Por eso que el misterio de la Encarnación de Cristo en esta lectura toma un realce importante, porque Cristo ha venido en busca del hombre, pero no desde una realidad distinta de la del hombre, sino compartiendo su propia realidad de miseria y pobreza, pero al mismo tiempo el que no haya participado de nuestra realidad pecaminosa, es porque nos anunciaba la vida nueva, la vida incorruptible que se vive en la comunión íntima con el Dios Padre. Por eso la misma lectura incluso manifiesta, tomando las palabras del salmo 110: "...tú eres mi Hijo yo te he engendrado hoy...". Queriendo significar que esta elección es un don que viene de Dios.
En el evangelio tenemos por lo tanto al ciego gritando que Jesús tenga piedad de él, esto está significando que el ciego, no sabemos cómo, ha reconocido a Cristo como el Ungido de Dios; pues al llamarlo Hijo de David, está reconociendo una elección especial sobre Él, y a la vez a un Ungido de Dios.

El evangelio también indica que este ciego estaba al borde del camino. El evangelio de San Juan denomina a Cristo "…camino, verdad y vida…", y en el hecho que el ciego no se encuentre en el camino la escritura está expresando que su ceguera le viene, casualmente, por el hecho de no estar su vida vinculada con Dios; pues ya dice la Gaudium et spes que: Cristo es la revelación del hombre, y por lo tanto la vida del hombre se entiende a través de la vida de Cristo, en consecuencia este ciego del evangelio, como habíamos dicho al inicio, está representando a la humanidad carente de esta gracia divina, de esta luz, que es la que ilumina su existencia y puede hacer capaz al hombre de darle sentido incluso a sus propios sufrimientos, incluso al sentido de la muerte. Yo invitaría en este sentido, a los lectores a no quedarnos solamente en el hecho físico del milagro, sino a pasar al significado que éste contiene.

Es importante, siguiendo el evangelio, que nos preguntemos nosotros, con toda sinceridad, qué es lo que quisiéramos que Jesús haga por nosotros. Tantas veces nosotros pedimos incansablemente a Dios muchas cosas, y se las pedimos con insistencia, pero también es cierto que tantas veces nosotros pensamos que nuestra oración no es escuchada, y puede ser que esto signifique que aquello que pedimos no es aquello que necesitamos en orden a nuestra santidad cristiana. Pues tenemos que hacer hincapié en que este ciego era consciente de lo que necesitaba, y por eso le dice a Jesús: "...Señor que vea...". Ante esta afirmación tendremos que preguntarnos también si realmente nosotros, aquello que pedimos a Dios, es verdaderamente lo que necesitamos.

La primera lectura por lo tanto invitaba a una gran algarabía, a un gran regocijo porque Dios tiene un tiempo para todo, y este tiempo que es el tiempo de la gran misericordia de Dios, se concretiza en Jesús; por eso que el encuentro con Cristo se desenlaza en una gran alegría. Pues también es cierto que nosotros si no es por la gracia de Dios, que va poniendo en nuestro camino mediaciones, ayudas que contribuirán en el encuentro de Cristo, ni nosotros mismos podríamos gozar de la dicha del encuentro con el Mesías.

La misión de la Iglesia como la de Cristo, es la de llevar al hombre, o permitir al hombre, el encuentro con su Salvador, porque de otra manera el hombre lleno de su ceguera, como un ciego en el sentido estricto de la palabra, lo más que podría hacer es tantear, en el mejor de los casos, dónde está la vida, dónde se encuentra el camino correcto. Y en este sentido, por eso es que también la vida del cristiano está llamada a ser un lugar, una manifestación de Cristo, pero del Cristo resucitado que transforma el corazón y la vida de los hombres. La Iglesia no solamente nos debe poner ante Cristo, sino ella misma tiene que enseñarnos, educarnos e instruirnos en saber pedir aquello que nos conviene. Para que Cristo así como le respondió al ciego, también a nosotros, dejándonos ayudar por la Iglesia, nos responda: "...anda tu fe te ha salvado. Y al momento recobró la vista...". Y como termina el evangelio seamos introducidos en el camino, que significa estar reconciliados y vivir íntimamente con Dios en Cristo. Gozar de la paz y la felicidad que solamente Dios puede dar, en donde el hombre encuentra plenamente el gozo y la plenitud de su existencia.

El día 20 del presente mes el Santo Padre Benedicto XVI, en la visita pastoral que realizó a la ciudad de Verona- Italia, en la misa que presidió durante la homilía dijo: “sólo Cristo sacia plenamente los anhelos del corazón humano y por lo tanto responde a todos los interrogantes más inquietantes del hombre”; por eso que a la luz del evangelio que hemos escuchado en este día, ante la ceguera o insatisfacción en la cual puede vivir el hombre sólo en el encuentro y aceptación con Cristo el hombre puede ver con un sentido de bien su existencia, porque la ceguera significa el que el hombre no entienda y no comprenda su existencia.

 

Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano "Corazon de Cristo"
Diócesis del Callao - Perú