XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mt 25, 14-30

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Pr 31, 10-13. 19-20. 30-31;    Sal 127;   1 Ts 5, 1-6;   Mt 25, 14-30 

En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tenéis necesidad que os escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche. Cuando digan: "Paz y seguridad", entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán. Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese Día os sorprenda como ladrón, pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. 

Llegamos al penúltimo domingo del Ciclo litúrgico, estamos muy próximos al tiempo de Adviento, por ello se nos presentan lecturas que nos ayudan a mantenernos en la línea de la tensión y la vigilancia, en la cual debe estar la vida del hombre. El Apóstol Pablo en sus diversas cartas constantemente nos hace referencia a la frase de “estar preparados”, esto va significando una directa y clara alusión a la vigilancia; al vivir en la presencia de Dios, apoyados en la gratuidad del amor del Padre, porque la vida del creyente ha de estar enmarcada siempre en Dios, pues el creyente está llamado a ser uno con Cristo. El Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: «… Este amor San Pablo lo experimentó ante todo en sí mismo (cf. Ga 2, 20) y de pecador se convirtió en creyente, de perseguidor en apóstol. Día tras día, en su nueva vida, experimentaba que la salvación era "gracia", que todo brotaba de la muerte de Cristo y no de sus méritos, que por lo demás no existían. Así, el "evangelio de la gracia" se convirtió para él en la única forma de entender la cruz, no sólo el criterio de su nueva existencia, sino también la respuesta a sus interlocutores…» (Benedicto XVI, La teología de la cruz en la predicación de san Pablo, 29 de octubre de 2008).

En la Carta a los Tesalonicenses, San Pablo nos advierte que no debemos demorar nuestras buenas obras, porque no sabemos cuándo llegará el día en que hemos de dar cuentas a Dios por nuestros actos. Nosotros no vivimos en las tinieblas, sino que  somos “hijos del día”, del tiempo en que se debe trabajar, nuestra vida temporal, privada o pública, no está configurada para el dormir, o el pretender fabricarnos un mundo en el que haya paz y seguridad, en la medida de nuestros planes y proyectos, la vida del creyente no va configurada de ese modo. Esto porque cuando los hombres se instalan cómodamente en la seguridad, apoyados en sus propias fuerzas y creyéndose dueños de su historia, sobreviene de improviso la ruina, por eso San Pablo dice “…como los dolores de parto a la que está encinta…”. La verdadera paz no viene por sí misma, sino que llega a la vida de aquellos quienes viven con un espíritu auténticamente cristiano siempre preparados para dar cuentas a Dios, aquellos a quienes el día del Señor no podrá sorprenderlos “…como un ladrón…”. Al respecto el Papa Benedicto XVI nos dice: «…podemos decir con San Pablo que el verdadero creyente obtiene la salvación profesando con su boca que Jesús es el Señor y creyendo con el corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos. Es importante ante todo el corazón que cree en Cristo y que por la fe "toca" al Resucitado; pero no basta llevar en el corazón la fe; debemos confesarla y testimoniarla con la boca, con nuestra vida, haciendo así presente la verdad de la cruz y de la resurrección en nuestra historia…» (Benedicto XVI, La resurrección de Cristo en la teología de san Pablo, 5 de noviembre de 2008).

Así este tiempo nos invita a vivir la tesis de San Pablo: en lugar de esperar desesperadamente un "día de Yahvé", es mejor vivir con Dios cada uno de los días que nos toque vivir. Esta es también la tesis de San Mateo, cuando responde a las preguntas relativas a la venida del Hijo del hombre, por medio de parábolas sobre la vigilancia de cada día. Esto porque se llegó a creer que la salvación, es decir, la intervención decisiva de Yahvé en favor de su pueblo, se circunscribía a un día que no pertenecía ya al tiempo de la historia, un día que debía detener el curso de la historia: el llamado "día de Yahvé". Se produjo entonces una especie de dicotomía entre el tiempo profano y el sagrado, el tiempo del hombre y el tiempo de Dios. Pero San Pablo recuerda lo que expresan los evangelios, el verdadero creyente no puede verse sorprendido porque su vida ha de estar en una constante vigilia, en la espera de esa segunda vuelta. Porque el creyente no vive ya en tinieblas, sino que es hijo de la luz, hijo del día.

Por consiguiente al escribir San Pablo que no necesita referirse al tiempo y al momento del Señor, nos está dando a entender que para el creyente: el tiempo pertenece al Señor: «…ya no soy yo es Cristo que vive en mí…»; porque el Señor es el Dios de la historia, es el que rige y gobierna la vida de los hombres. Por eso cuando dice: “…no tengo necesidad de escribiros de estas cosas…”, debemos entender que aquel que cree en Cristo Jesús es uno que vive en el tiempo de Dios y si el hombre vive en el tiempo de Dios se lleva a cabo el designio del amor de Dios en su vida. Entonces así como el Apóstol, los hombres estamos invitados en todo tiempo a vivir apoyados y confiados en la voluntad del Padre, así nos lo remarca en su catequesis el Papa Benedicto XVI: «…San Pablo renunció a su propia vida entregándose totalmente al ministerio de la reconciliación, de la cruz, que es salvación para todos nosotros. Y también nosotros debemos saber hacer esto: podemos encontrar nuestra fuerza precisamente en la humildad del amor y nuestra sabiduría en la debilidad de renunciar para entrar así en la fuerza de Dios. Todos debemos formar nuestra vida según esta verdadera sabiduría: no vivir para nosotros mismos, sino vivir en la fe en el Dios del que todos podemos decir: "Me amó y se entregó a sí mismo por mí"…» (Benedicto XVI, La teología de la cruz en la predicación de san Pablo, 29 de octubre de 2008).

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú