II Domingo de Adviento, Ciclo B

Mc 1, 1-8

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Is 40, 1-5. 9-11;   Sal 84;   2Pe 3, 8-14;   Mc 1, 1-8 

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta:

Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas, apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo." 

Esta segunda semana del tiempo de adviento la Iglesia, a través de la liturgia, nos está invitando de una manera particular a vivir nuestra vida puesta en la esperanza del advenimiento del Señor; de esta forma la liturgia marca el aspecto escatológico en el cual estamos llamados a vivir permanentemente, así nos lo dice el Papa Benedicto XVI: «…El Adviento es por excelencia la estación espiritual de la esperanza y en él la Iglesia entera está llamada a convertirse en esperanza, para ella misma y para el mundo. Todo el organismo espiritual del Cuerpo místico asume, por así decir, el "color" de la esperanza. Todo el pueblo de Dios se pone en marcha atraído por este misterio: nuestro Dios es el "Dios que llega" y nos llama a salir a su encuentro…» (Benedicto XVI, Homilía en las vísperas del I domingo de Adviento, 29 de noviembre de 2008)

La primera lectura de la liturgia de esta semana nos hace presente el pregón de consolación del profeta Isaías que nos dice: “…consolad, consolad a mi pueblo y hablarle al corazón de Jerusalén y decidle que ha terminado su esclavitud…”. Este anuncio está directamente relacionado con la voz de Juan el Bautista que en el evangelio de este domingo nos dice: “…voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor…”. Así se nos hace presente que aquello que el profeta Isaías anunciaba está llegando a cumplimiento, la profecía de esperanza se hace realidad, se cumple en la persona de Juan el Bautista.

La figura de Juan el Bautista es muy importante, él es el primero que anunció al Cordero de Dios. Su grandeza le viene de su humildad y ocultamiento, su voz que está presente en todo momento no sólo ayuda a los creyentes a mantenerse en la expectativa de la venida del Señor, porque esta palabra está en nosotros; sino que también es una ayuda para aquellos que aún no han acogido la palabra en sus vidas porque los prepara a acogerla. Juan el Bautista nos hace ver que es Dios mismo quien va al encuentro del hombre; Él quiere encontrarnos y recrear la imagen perdida por el pecado. Por eso las palabras de Juan sobre Cristo: “Él os bautizará con Espíritu Santo” están manifestando la esencia del encuentro del hombre con el Dios vivo, encuentro que se realiza en Cristo, porque en Cristo Dios ha asumido la figura concreta del Pastor que nos habían anunciado los Profetas, y al mismo tiempo se ha convertido en el Cordero que con su muerte y resurrección quita el pecado del mundo.

La Iglesia nos hace presente que todo anuncio profético se manifiesta para ayudar al hombre que lo recibe a que crea que aquello que se le anuncia para su vida se cumplirá, por ello la profecía de Juan el Bautista nos invita en este tiempo a vivir en una expectante vigilancia. Por eso cuando en la primera lectura, el profeta utiliza un lenguaje simbólico para describir la realidad de la vida de cada hombre y al decir: los senderos tortuosos se enderezarán, las colinas se abajarán, las montañas se volverán en llanuras… se nos está anunciando que vendrán nuevos tiempos, que se harán realidad porque en Cristo la vida del hombre se recrea y recobra su belleza, esa belleza del origen de como Dios desde el principio pensó y creó al hombre.

Al respecto San Eusebio de Cesarea nos dice: «…Y todo esto, de acuerdo con la historia y a la letra, se cumplió precisamente cuando Juan Bautista predicó el advenimiento salvador de Dios en el desierto del Jordán, donde la salvación de Dios se dejó ver. Por este motivo, aquella voz manda preparar un camino para la Palabra de Dios, así como allanar sus obstáculos y asperezas, para que cuando venga nuestro Dios pueda caminar sin dificultad. Preparad un camino al Señor: se trata de la predicación evangélica y de la nueva consolación, con el deseo de que la salvación de Dios llegue a conocimiento de todos los hombres…» (De los comentarios de Eusebio de Cesarea, obispo, sobre el libro de Isaías Cap. 40: PG 24, 367).

Podemos decir entonces que el esperar en Dios, el creer en Dios, significa que podamos acoger la palabra del mismo Dios, que es Cristo, en nuestro corazón, esta es la invitación del Bautista. El Papa Benedicto XVI nos dice: «…¡Fijémonos primero en Juan el Bautista! Está ante nosotros exigiendo y actuando. Él es el que llama con todo rigor a la metanoia (conversión, cambio radical de vida), a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la dirección opuesta…» (Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, Sentido del Adviento, 17 de diciembre de 2003).

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú