Solemnidad. Natividad del Señor

Jn 1, 1-18

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Is 52, 7-10;  Hb 1, 1-6;  Jn 1, 1-18

 

 

         En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: "Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo." Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado

 

En el nacimiento de Jesús el Hijo de Dios se anuncia el nacimiento de la nueva humanidad. El acontecimiento producido en Belén se ha considerado como el inicio del cumplimiento de la Historia de la Salvación, es el inicio definitivo del nuevo período o la vida de la humanidad en Cristo. Esta intención corresponde al diseño divino que ha querido hacer del humilde nacimiento de Jesús la inauguración de la nueva humanidad reconciliada.

Cuando el Padre ha mandado a su Hijo al mundo, ha querido que su presencia en medio de nosotros se manifieste sobre todo a través de un nacimiento similar al de cualquier ser humano. De esta manera, el misterio de la encarnación pone de manifiesto que aquel que era la persona divina nazca en la condición humana, en otras palabras hombre igual a nosotros. Sólo hay una excepción en cuanto a la humanidad de Cristo y la nuestra, es la del pecado original que no porta la naturaleza de Cristo: el Hijo de Dios no podía ser un hombre pecador, pero tenía que ser plenamente hombre, y la ausencia de pecado contribuye a la perfección de su naturaleza humana. Por ser verdaderamente hombre igual a nosotros, tenía que comenzar su existencia humana con un nacimiento como el nuestro. Tenía que ser niño y crecer luego como todo hombre. Siendo igual al nuestro el nacimiento de Cristo, debemos reconocer que ha sido excepcional y único porque aquel que nacía era el Hijo de Dios. El prólogo del evangelio de San Juan pone debajo de nuestros ojos al Verbo de Dios que en la eternidad es Dios y que entra en la historia de la humanidad haciéndose carne, hombre como nosotros.

Nuestro  actual Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: «…Los Padres de la Iglesia, en su traducción griega del antiguo Testamento, usaron unas palabras del profeta Isaías que también cita Pablo para mostrar cómo los nuevos caminos de Dios fueron preanunciados ya en el Antiguo Testamento. Allí se leía: « Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado» (Is 10,23; Rm 9,28). Los Padres lo interpretaron en un doble sentido. El Hijo mismo es la Palabra, el Logos; la Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance…» (Benedicto XVI; Misa de Medianoche Navidad 2006).

La Iglesia nos invita en esta noche de paz a descubrir que esta paz podemos vivirla solamente en el reconocimiento de Jesús; pues solamente los hombres que están imbuidos de esta paz de Cristo, donde los intereses personales, políticos, sociales, culturales, raciales, no prevalecen, sino lo que prevalece es el querer vivir en comunión, armonía  y confraternidad; podrán forjar una sociedad justa, equitativa, donde el bien común sea el principio dinamizador de sus esfuerzos e ilusiones. Pero esto sólo es en cuanto Cristo sea nuestra paz, sea nuestro bien, sea nuestra riqueza, sea la luz que ilumina nuestra vida e ilumine el camino por donde vamos a andar, y esta luz brota de la única verdad que es Cristo.

Concluimos con las palabras del Papa Benedicto XVI: «…En Navidad nuestro espíritu se abre a la esperanza contemplando la gloria divina oculta en la pobreza de un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre: es el Creador del universo reducido a la impotencia de un recién nacido. Aceptar esta paradoja, la paradoja de la Navidad, es descubrir la Verdad que nos hace libres y el Amor que transforma la existencia. En la noche de Belén, el Redentor se hace uno de nosotros, para ser compañero nuestro en los caminos insidiosos de la historia. Tomemos la mano que él nos tiende: es una mano que no nos quiere quitar nada, sino sólo dar. Entremos con los pastores en la cueva de Belén, bajo la mirada amorosa de María, testigo silencioso del prodigioso nacimiento. Que ella nos ayude a vivir una feliz Navidad; que ella nos enseñe a guardar en el corazón el misterio de Dios, que se ha hecho hombre por nosotros; que ella nos guíe para dar al mundo testimonio de su verdad, de su amor y de su paz….» (Benedicto XVI, Mensaje Urbi et Orbi 2005).

Feliz Noche Buena, y que el Niño Jesús que busca posada encuentre las posadas de nuestro corazón abiertas para que nazca en cada uno de nosotros;  y como dice san Agustín: "el Dios que se hace hombre para que el hombre se haga Dios". Que en otras palabras significa vivir una vida de santidad; por eso como nos decía el profeta Isaías al inicio: "... que hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz...".

Feliz Navidad y un año venidero de Gracia en el Señor.

Reza por mí y por mi misión. 

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú