Solemnidad. Santa María, Madre de Dios

Lc 2, 16-21

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Nm 6, 22-27;   Sal 66;   Ga 4, 4-7;   Lc 2, 16-21 

Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno. 

En la presente celebración la Iglesia dirige su mirada hacia la Madre de Cristo y reconoce en ella a la Madre de Dios, Nuestro Salvador, el Emmanuel, que en el establo de Belén se ha hecho hombre, Salvador de la humanidad. Por ello se nos presenta la actitud de María ante el acontecimiento del nacimiento de Cristo con estas palabras: «… María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón…», con esta expresión, el evangelista nos quiere indicar que María acoge los acontecimientos de Belén como señales que preanuncian el sentido de la vida de Cristo y, sobre todo, el misterio pascual.

La maternidad de la Virgen María nos desvela al Emmanuel, al Dios que ha acampado en medio de nosotros. Del título de "Madre de Dios" derivan todos los demás títulos con los que la Iglesia honra a la Virgen María, pero este es el fundamental. Al estar totalmente con Dios, la Virgen María se encuentra muy cerca de nosotros y nos ayuda como Madre y como Hermana. También el puesto único e irrepetible que María ocupa en la comunidad de los creyentes deriva de esta vocación suya fundamental de ser la Madre del Redentor. Precisamente en cuanto tal, María es también la Madre del Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, por ello durante el Concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, Pablo VI atribuyó solemnemente a María el título de "Madre de la Iglesia". Por ser Madre de la Iglesia, la Virgen es también Madre de cada uno de nosotros, que somos miembros del Cuerpo místico de Cristo.

El Papa Benedicto XVI nos dice al respecto: «… En la liturgia de hoy nuestra mirada sigue fija en el gran misterio de la encarnación del Hijo de Dios, mientras, con especial relieve, contemplamos la maternidad de la Virgen María. En el pasaje paulino que hemos escuchado (cf. Ga 4, 4), el Apóstol alude de modo muy discreto a la mujer por la que el Hijo de Dios entró en el mundo: María de Nazaret, la Madre de Dios, la Theotókos. Al inicio de un nuevo año se nos invita a entrar en su escuela, en la escuela de la fiel discípula del Señor, para aprender de ella a acoger en la fe y en la oración la salvación que Dios quiere derramar sobre los que confían en su amor misericordioso…» (Benedicto XVI, Homilía en la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, 1 de enero de 2006).

Es por ello que el primer día del año está puesto bajo el signo de una Mujer, Nuestra Madre María, a quien el evangelista San Lucas describe como la Virgen silenciosa, aquella en constante escucha de la Palabra, aquella que vive en la palabra de Dios. La Virgen María conserva en su corazón las palabras que vienen de Dios y, uniéndolas como en un mosaico, aprende a comprenderlas. Así también los creyentes estamos invitados, en su escuela, a encaminarnos también nosotros a ser discípulos atentos y dóciles del Señor, estamos invitados a poder escuchar y reconocer la acción del Señor en nuestra propia historia, a poder acoger esta acción aún en los momentos en que no comprendemos o sentimos que Dios no está en nuestra vida.

Nuestro actual Papa Benedicto XVI dice: «…en la fiesta de Santa María, Madre de Dios, Theotókos, ocho días después del nacimiento de Jesús, celebramos a la que "cuando llegó la plenitud de los tiempos" (Ga 4, 4) fue elegida por Dios para ser la Madre del Salvador. Madre es la mujer que da la vida, pero también ayuda y enseña a vivir. María es Madre, Madre de Jesús, al que dio su sangre, su cuerpo. Y ella nos presenta al Verbo eterno del Padre, que vino a habitar en medio de nosotros...» (Benedicto XVI, Homilía en las Vísperas de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, 31 de diciembre de 2005).

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú