III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Fiesta. Conversion de San Pablo

Mc 16, 15-18

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Hech 22, 3-16 ó 9, 1-22;    1 Cor 7, 29-31;    Mc 16, 15-18 

Segunda Lectura

Os digo, pues, hermanos: El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen. Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa. 

La Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos, ha tenido a bien conceder por medio de un decreto “de modo extraordinario, que este 25 de enero de 2009, que coincide con el III Domingo del tiempo ordinario, se pueda celebrar en cada iglesia una misa según el formulario Conversión de San Pablo Apóstol”. El motivo de esta concesión, válida solamente para el presente año 2009, es el hecho que, que tal como lo dice el mismo decreto- “el apóstol San Pablo fue pregonero de la verdad en el mundo entero”; luego “de haber sido perseguidor, promovió con gran empeño la unidad y la concordia de todos los cristianos”, por ello y de modo especial en este año, bimilenario de su nacimiento, que el Santo Padre Benedicto XVI ha instituido como Año jubilar. Esta Fiesta de su conversión nos invita a mirar la acción gratuita del amor de Dios que es la fuerza que transforma la vida de todo hombre, como la de Saulo de Tarso, convirtiéndolo en Apóstol de los gentiles. Así el mismo San Pablo confiesa en sus cartas a los Corintios que la gracia de Dios ha obrado en él el acontecimiento extraordinario de la conversión: "Por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí" (1 Co 15, 10).

Al respecto el Papa Benedicto XVI nos dice: «…Por una parte, siente el peso de haber impedido la difusión del mensaje de Cristo, pero al mismo tiempo vive con la alegría de haberse encontrado con el Señor resucitado y haber sido iluminado y transformado por su luz. Recuerda constantemente ese acontecimiento que cambió su existencia, acontecimiento tan importante para la Iglesia entera, que en los Hechos de los Apóstoles se hace referencia a él tres veces (cf. Hch 9, 3-9; 22, 6-11; 26, 12-18). En el camino de Damasco, Saulo escuchó la desconcertante pregunta: "¿Por qué me persigues?". Cayendo en tierra, turbado en su interior, preguntó: "¿Quién eres, Señor?", y obtuvo la respuesta que está en la raíz de su conversión: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues" (Hch 9, 4-5). Pablo comprendió en un instante lo que después expresaría en sus escritos: que la Iglesia forma un solo cuerpo, cuya cabeza es Cristo. Así, de perseguidor de los cristianos se convirtió en el Apóstol de las gentes…» (Benedicto XVI, Homilía en la celebración de las Segundas Vísperas de la Solemnidad de la Conversión de San Pablo, 25 de enero de 2006).

Es fundamental en este año jubilar paulino poder redescubrir en textos de los Hechos de los Apóstoles y en las propias Cartas de San Pablo, el hecho central de la predicación que el Apóstol nos quiere transmitir: es Jesucristo, el Resucitado quien habla, quien llama al apostolado. Es Jesucristo quien hace de él un verdadero apóstol, fiel testigo de la Resurrección, y además con la misión específica de anunciar el Evangelio a los gentiles, al mundo pagano grecorromano de aquellos tiempos. Descubrir el sentido de este encuentro con el amor y misericordia del Padre es lo que podré llevarnos a los creyentes a vivir una vida en comunión con la Iglesia, que es a lo cual nos invita Cristo a través de los diarios acontecimientos de nuestra historia. Así el Papa Benedicto XVI nos dice: «…  San Pablo no interpreta nunca este momento como un hecho de conversión. ¿Por qué? Hay muchas hipótesis, pero en mi opinión el motivo es muy evidente. Este viraje de su vida, esta transformación de todo su ser no fue fruto de un proceso psicológico, de una maduración o evolución intelectual y moral, sino que llegó desde fuera: no fue fruto de su pensamiento, sino del encuentro con Jesucristo. En este sentido no fue sólo una conversión, una maduración de su "yo"; fue muerte y resurrección para él mismo: murió una existencia suya y nació otra nueva con Cristo resucitado. De ninguna otra forma se puede explicar esta renovación de San Pablo…» (Benedicto XVI, La conversión de San Pablo, 3 de octubre de 2008).

De esta manera la llamada de Dios, como dirá el mismo San Pablo, en la carta a los Efesios: «... predestinándonos a ser sus hijos adoptivos en la persona de su Hijo, según el beneplácito de su voluntad...»; está en que se realice esta obra: por medio de su Hijo, en nosotros; y en conclusión la llamada-invitación de Dios a todo hombre es a una vocación a la santidad. Es por ello que, para ser obra en las manos del Padre en el Hijo, necesitamos ser llamados, porque la iniciativa viene de Dios, no de nosotros ni de nuestros propósitos, esto es lo que nos queda claramente presentado a través de las lecturas de este domingo, porque en la Iglesia, todo creyente está llamado a ser Obra e instrumento en las manos del Padre.

El anuncio de que Cristo era el único vencedor y de que quien estaba con Cristo no tenía que temer a nadie, aparecía como una verdadera liberación para el mundo pagano, que vivía creyendo en un mundo lleno de espíritus contra los cuales había que defenderse. Este mismo anuncio es válido también para el paganismo de hoy, porque también los actuales seguidores de estas ideologías ven el mundo lleno de poderes peligrosos. Es necesario anunciar que Cristo es el vencedor, de modo que quien está con Cristo, quien permanece unido a Él, no debe temer a nada ni a nadie. Esto es importante para cada uno de nosotros, que debemos aprender a afrontar todos los miedos, porque Cristo está por encima de toda dominación, Él es el verdadero Señor del mundo. 

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Rector Seminario Diocesano Corazon de Cristo
Diócesis del Callao - Perú