II Domingo de Pascua o Domingo de la Divina Misericordia, Ciclo B

Jn 20,19-31

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Hch 4, 32-35;   Sal 117;   1Jn 5, 1-6;   Jn 20,19-31 

«Al atardecer de aquél día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz con vosotros.”  Dicho esto, les mostró las manos y el costado.  Los discípulos se alegraron de ver al Señor.  Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros.  Como el Padre me envió, también yo os envío”.  Dicho esto, sopló y les dijo: “recibid el Espíritu santo.  A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.” Tomás, uno de los Doce, llamado el mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.  Los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor.”  Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los calvos meto mi mano en su costado, no creeré.”  Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos.  Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: “La paz con vosotros.”  Luego dice a Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.”  Tomás contestó: “Señor mío y Dios mío.”  Dícele Jesús: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.”

Jesús realizó en presencia de los discípulos otros muchos signos que no están escritos en este libro.  Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre. » 

En este segundo domingo de Pascua en toda la Iglesia celebramos el Día de la Divina Misericordia.  Respecto a esta fecha el Siervo de Dios Juan Pablo II nos invita a celebrar la fiesta del Padre de la Misericordia; pues es el gran amor del Padre, el que se nos llama a contemplar, así nos dijo: «… Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad…» (Juan Pablo II, Homilía en la Consagración del Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia, 17 de agosto de 2002).

Es cierto que el misterio pascual de Cristo ha regenerado y recreado al género humano, pero esto no habría sido posible sin la acción misericordiosa del Padre, pues como dice en el libro del Génesis, capítulo 6: «... ya no volveré más a atentar contra el hombre...». Este pasaje expresa con claridad como el Dios del Antiguo Testamento, ponía ya de manifiesto al Padre de la Misericordia. También hay un pasaje en el Éxodo, cuando Dios hablando a Moisés le dice: «...hasta mis oídos ha llegado el clamor de mi pueblo...»; este clamor que Dios ha escuchado y sentido por su pueblo ha sido motivo de las promesas de salvación, llevadas a cumplimiento en la muerte de cruz de Cristo. Entonces, este clamor, o grito de auxilio, ha hecho que el Padre de la Misericordia no abandonase a su pueblo de la antigua alianza ni al Hijo Amado, porque en la cruz Cristo ha abierto un camino de salvación en medio de la esclavitud y de la muerte del hombre, por eso la cruz nosotros la vemos como signo glorioso en Cristo.

El celebrar este segundo domingo de Pascua, y también dedicado a la fiesta del Padre de la Misericordia o del Dios misericordioso, nos debe llevar verdaderamente a seguir acrecentando en nosotros el gozo pascual; proclamando desde nuestra vida al Padre de Amor que hemos conocido en el Hijo que entregó su vida por amor a nosotros.

El evangelio de la presente semana nos pone frente a tres momentos o escenas, primero Cristo deseando la paz a los discípulos, paz que es Él mismo, lo que testimonia mostrando sus heridas. Sobre la muerte y el rechazo de los hombres Él funda la paz, todo lo anterior, negaciones, abandono de sus discípulos, queda de lado ante la misericordia de su amor que es más fuerte y duradero, así nos ofrece la paz. En segundo término, Cristo exhala su aliento sobre los discípulos otorgándoles el Espíritu de su propia misión, con el cual los autoriza a transmitir a los hombres la paz que ellos mismos han recibido. El don recibido de Jesús se les da para transmitirlo: «... a quienes perdonéis los pecados...». Todo esto tiene que producirse en la fe, entonces se presenta el tercer momento, el episodio de Tomás.

No querer creer si no ve está significando no aceptar el amor de Dios, pero aquí podríamos traer la escena del rico epulón y Lázaro, cuando al final de ese episodio le dice Abraham al rico epulón: «…si no creen en Moisés y los profetas aunque un muerto resucite…». Por eso la figura de Tomás en este segundo domingo de Pascua, en el cual la Iglesia celebra también al Padre de la Divina Misericordia, nos hace presente que Dios no abandona al hombre en la dureza de su corazón ni en su incredulidad, antes bien Dios siempre se acerca al hombre proveyéndole caminos para salvarlo, por eso que Tomás es hoy para nosotros una figura providencial pues cada uno de nosotros según nuestra experiencia de fe habremos pasado de alguna u otra manera por esta experiencia de Tomás y Dios en su infinita misericordia no nos ha dejado en la oscuridad de nuestra incredulidad. Pues la incredulidad de Tomás (como la de nuestra vida aún habiendo abrazado la fe), puede estar dada por desilusiones, desengaños, injusticias, indiferencias, el no sentirnos amados o no ser tomados en cuenta, que hemos visto que nuestros proyectos no se realizan, frustraciones, etc.; que nos impiden tantas veces confiar y creer en el otro; el demonio, que existe, de esta manera mina nuestro corazón para no confiarnos ni creer en Dios. El hecho que Cristo le haya dicho a Tomás toca mis heridas es porque Cristo al encarnarse por voluntad del Padre de la Misericordia ha bajado a esta realidad profunda nuestra para sanar de raíz esta incredulidad que tantas veces es engaño del demonio para no creer en el amor misericordioso y redentor de Dios.

Felices Pascuas y estemos abiertos a las Gracias y Dones de este Tiempo Pascual que nos serán dadas de parte de Dios.

Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
Vicario General de la Diócesis del Callao
Perú