XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6,30-34

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

 Jr 23, 1-6;   Sal 22;   Ef 2, 13-18;   Mc 6, 30-34 

Los apóstoles se reunieron  con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él entonces, les dice: "Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco." Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. 

Después de haber escuchado los dos domingos anteriores el sentido del profetismo y la manera en que Dios a través de nuestro bautismo nos llama a ser profetas, este domingo se nos presenta una figura importante y esencial para nuestra vida cristiana: la figura del pastor (presbítero). Precisamente en este Año Jubilar Sacerdotal el Papa Benedicto XVI nos invita a los presbíteros y a todos los fieles a redescubrir la misión del sacerdote; que sea un tiempo de un generoso y renovado impulso de los ideales de total donación a Cristo y a la Iglesia; porque en nuestros días algunos tratan de presentar la figura del pastor como innecesaria e, incluso, tratan de excluirla.

La primera lectura como el evangelio de este día nos presenta la figura del pastor, pero de manera contrapuesta. En el evangelio vemos a Cristo, que luego de que sus discípulos regresan de la misión les pide retirarse a un lugar solitario para descansar, pero al llegar al lugar deseado se encuentran con toda una multitud que lo buscaba.  Mateo dirá expresamente: «... estaban cansados y agobiados como ovejas sin pastor...». De otro lado, en la primera lectura el profeta Jeremías nos presenta a Dios que quitará de las manos de los pastores  a sus ovejas porque en vez de apacentar a las ovejas,  de cuidar de ellas, de asistirlas, de llevarlas por el recto camino, debiendo ser ellos mismos ejemplo y modelo para sus ovejas, las han descarrilado y pervertido.  Esa es la razón por la cual vagan y Dios, en consecuencia, se las quita de sus manos por su descuido y negligencia.

Sobre la misión del pastor, San Pablo nos dice: «... lo que se busca de un administrador es que sea fiel...». y el Siervo de Dios Juan Pablo II nos decía al respecto: «…El presbítero pastor debe ejercer esta autoridad según el modelo de Cristo, buen pastor, que no quiso imponerla mediante la coacción exterior, sino formando la comunidad mediante la acción interior de su Espíritu. Cristo trató de transmitir su amor ardiente al grupo de los discípulos y a todos los que acogían su mensaje, para dar origen a una comunidad de amor que, a su debido tiempo, constituyó también visiblemente como Iglesia. En calidad de cooperadores de los obispos, sucesores de los Apóstoles, también los presbíteros cumplen su misión en la comunidad visible animándola con la caridad, para que viva del Espíritu de Cristo…» (Juan Pablo II, El Presbítero pastor de la comunidad, 19 de mayo de 1993).

En la segunda lectura San Pablo, sin mencionar la palabra pastor, nos presenta a Cristo y describe su misterio pascual y cómo cumpliendo la voluntad del Padre ha recreado al hombre, ha reconstruido la comunión perdida luego del pecado original.  En otras palabras, en Cristo nace la nueva humanidad, por consiguiente, los pastores según el corazón de Dios están llamados por el sacramento del orden a configurarse con Cristo.  Pero esta configuración no sólo debe ser por el oficio, por ministerio recibido, sino que debe implicar y estar contenida la vida de ellos.  Al respecto San Mateo dice: «... mientras los jefes de este mundo oprimen..., no sea así entre vosotros,... pues yo he venido a servir y no a ser servido...».   De esta manera,  con Cristo podemos decirle a las ovejas encomendadas a nuestro ministerio: «... venid  mí los que estáis cansados y agobiados...».

La figura de este día del pastor es una llamada misericordiosa de Dios pero, a la vez, una corrección paterna porque nos invita, sobre todo a los ministros de la Iglesia, sin distinguir el grado del sacramento del orden con el que hemos sido consagrados, a realizar nuestro ministerio como fieles administradores.  Nos invita a no pensar que los fieles y el bien parroquial encomendados son una pertenencia nuestra. Al mismo tiempo, nos llama a descubrir que no sólo debemos ejercer nuestro ministerio de pastor a la manera de meros administradores, pues ser pastor significa ser el primero en obedecer a la Iglesia y en servir con la vida (sentimientos, inteligencia, fuerza, capacidad y afecto) a la grey que se nos ha encomendado. Ya San Pablo en la Carta a los Filipenses, refiriéndose a Cristo, dice: «... no buscando su propio interés nada por rivalidad ni por vanagloria...».  Pues el único interés del pastor elegido por Dios para este ministerio es vivir con fidelidad la vocación a la cual Dios lo ha llamado, por medio de la cual lo invita a participar de su Reino. Por eso, el mal pastor ha perdido de vista la vida trascendente a la cual ha sido llamado y, por consiguiente, es uno que sólo busca beneficios, poder, prestigio y quizá mejorar su forma de vivir. 

En la Carta a los sacerdotes con motivo del inicio del Año Sacerdotal el Papa Benedicto XVI nos dice: «… En la actualidad, como en los tiempos difíciles del Cura de Ars, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico. El Papa Pablo VI ha observado oportunamente: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio”. Para que no nos quedemos existencialmente vacíos, comprometiendo con ello la eficacia de nuestro ministerio, debemos preguntarnos constantemente: “¿Estamos realmente impregnados por la palabra de Dios? ¿Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo? ¿La conocemos verdaderamente? ¿La amamos? ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento?”.[33] Así como Jesús llamó a los Doce para que estuvieran con Él (cf. Mc 3, 14), y sólo después los mandó a predicar, también en nuestros días los sacerdotes están llamados a asimilar el “nuevo estilo de vida” que el Señor Jesús inauguró y que los Apóstoles hicieron suyo…» (Benedicto XVI, Carta para la Convocación del Año Jubilar Sacerdotal, 16 de junio de 2009). 

Un saludo a todos los fieles por las fiestas patrias, oremos para que el Señor ilumine a nuestros gobernantes y les conceda discernimiento y sabiduría en sus decisiones y acciones.