XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar  

 

 

Nm 11, 25-29; Sal 18; St 5, 1-6; Mc 9, 38-43.45.47-48

Juan le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena.Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

La liturgia de la presente semana nos revela de manera clara cuál ha de ser la actitud del creyente para vivir radicalmente la vida cristiana, y lo hace poniéndonos frente a las palabras de Cristo cuando nos dice. «… si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo...», porque las consecuencias de no vivir según la justicia y la paz que tiene como fuente a Dios son el ser arrojados a la gehena, siendo que no podemos entrar al Reino de los Cielos con una visión de la vida diferente a como Dios la ha diseñado. Por eso los verbos: arrancar y cortar, que usa el evangelista son una llamada a la radicalidad y a la ruptura con la vida del hombre que vive negando y rechazando la voluntad y los planes de Dios en su vida.

Es así que esta semana el evangelio nos pone por delante la actitud de los discípulos que interpelan a Jesús porque hay uno que está haciendo milagros, no siendo parte del grupo, Cristo mismo responde que: «...nadie que esté contra Él puede hacer milagros en su nombre...». Al respecto podemos recordar que San Juan nos dice que nosotros, los sarmientos, no podemos hacer nada desvinculados de la vid, esta sería también una respuesta para la primera lectura donde igualmente, se nos presenta a Josué que pide intervenir a Moisés, porque hay dos del campamento que han comenzado a profetizar juntamente con los 70 ancianos con quienes Moisés se encontraba. Debemos entender entonces que la primera lectura es un anuncio de la obra de Cristo ya que, luego de su muerte de cruz y como don del Espíritu Santo, todo creyente estará llamado a ser discípulo de Cristo. También podemos señalar que Marcos nos deja entrever que la misión de Cristo no será encomendada a un pequeño grupo, a modo de la tribu de Leví, sino a todo aquel a quien Dios le conceda el don y la gracia de participar de la misión del Hijo.

Sin embargo, es preciso considerar también la contraparte que nos presenta el propio evangelio cuando Cristo dice «...quien escandalice a uno de estos pequeños más le valdría que le aten una piedra en el cuello...». Esta sentencia de Cristo hace presente que no se ha recibido un poder o una misión para destruir al hermano. Al respecto, debemos comprender que estos pequeños a quienes Jesús se refiere, son los creyentes que viven la fe con debilidad. San Agustín, en su comentario contra los malos pastores, dice: «...no habéis cuidado ni a la enferma ni a la débil...»; explicándolo dice que la enferma es aquella que necesita ser acompañada y rescatada de sus vicios, y la débil es el creyente que no tiene muy madura la fe. San Agustín sentencia diciendo que por el comportamiento de los pastores, por la vida que llevan, en muchos casos dejan morir a la enferma, porque no salen en su búsqueda y con su conducta matan a la débil por lo escandaloso de su vida.

Por ello el Pastor debe ser colmado del Espíritu de Dios y vivir a partir de Él. Debe llevar a los pobres el alegre anuncio, la libertad verdadera y la esperanza que hace vivir al hombre y le cura. Debe establecer el Sacerdocio de Cristo en medio de los hombres, el Sacerdocio al modo de Melquisedec, es decir, el reino de la justicia y de la paz. Como los 72 apóstoles enviados por el Señor, debe ser uno que trae la curación, que ayuda a curar la herida interior del hombre, su lejanía de Dios. El primer y esencial bien que el hombre necesita es la cercanía de Dios mismo. El reino de Dios, del que se habla en el pasaje evangélico, no es algo "junto" a Dios, una especie de condición del mundo: es sencillamente la presencia de Dios mismo, que es la fuerza que verdaderamente sana.
Recientemente el Papa Benedicto XVI ha dicho respecto a este tema: «…Sabemos que la "misión de salvación", confiada por el Padre a su Hijo encarnado, "se confió a los Apóstoles y, por ellos, a sus sucesores; estos reciben el Espíritu de Jesús para actuar en su nombre y en su persona. Así, el ministro ordenado es el lazo sacramental que une la acción litúrgica a aquello que dijeron e hicieron los Apóstoles y, por ellos, a lo que dijo e hizo el mismo Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos" (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1120).

Por eso, la función del presbítero es esencial e insustituible para el anuncio de la Palabra y la celebración de los Sacramentos. Por eso urge pedir al Señor que envíe obreros a su Mies; además de eso, es preciso que los sacerdotes manifiesten la alegría de la fidelidad a la propia identidad con el entusiasmo de la misión…» (Benedicto XVI, Discurso al segundo grupo de obispos brasileños en visita “ad limina”, 17 de septiembre de 2009).

Debido a esta realidad concreta de la misión profética del creyente, hoy en la Iglesia existe un gran número de grupos laicales, que manifiestan la riqueza y fecundidad de la Iglesia, que a través de formas específicas de espiritualidad (carismas), al hombre moderno le abren una vía de acceso al encuentro con Cristo y por consiguiente al conocimiento de Dios Padre. Actualmente el hecho de que muchas personas se alejen de la Iglesia es debido, en muchos casos, a que la vida de los que se dicen creyentes de quienes participan en la vida de la Iglesia es contraria o distinta a su comportamiento en el trabajo o en su vida ordinaria. Al respecto, la segunda lectura de la Carta de Santiago es muy concreta al exponer la realidad contradictoria del que se dice que es creyente pero no vive como tal.

Y esto es debido a que no está unido a Cristo como la vid y el sarmiento, como dice el mismo Cristo: «...no se puede recoger frutos buenos de un árbol malo, ni frutos malos de un árbol bueno...». Por eso fundamentalmente la Palabra escuchada este día nos invita a una conversión radical, para que viviendo según el querer de Dios nuestro obrar diario exprese de manera concreta la vida de fe de la cual participamos.