Solemnidad: jesucristo, Rey del Universo
XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario,
Ciclo B
San Juan 18,33b-37: Señor de la vida y de la
muerte
Autor: Padre Oscar Balcázar Balcázar
Dn 7, 13-14; Sal 92, Ap 1,
5-8, Jn 18, 33-37
Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú
el rey de los judíos?” Respondió Jesús: “¿Dices eso por tu cuenta, o es que
otros te lo han dicho de mí?” Pilato respondió: “¿Es qué yo soy judío? Tu pueblo
y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?” Respondió Jesús:
”Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría
combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de
aquí.” Entonces Pilato le dijo: “¿Luego tú eres rey?” Respondió Jesús: “Sí, como
dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar
testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”
A través de la presente Solemnidad en la
Iglesia llegamos al término del año litúrgico, pues hoy día celebrar a Cristo
Rey del Universo significa, en otras palabras, celebrar al Dios de la historia,
al Dios que es el Señor tanto de la vida como de la muerte, pues es en quien
todo tiene su fundamento y sentido de ser. El Dios en quien creemos y confesamos
no es un Dios abstracto, de un mero concepto o de una doctrina elaborada, es
solamente en palabras sencillas, el Dios que acontece, el Dios que se nos ha
revelado, es celebrar la fiesta del Dios que se ha encarnado en el seno virginal
de la Virgen María para aparecer como el Buen Pastor en medio de los hombres en
busca de la oveja perdida.
El tiempo es propio de la vida humana, por eso celebrar esta fiesta es
testimoniar que en Cristo ya vivimos de las primicias del Reino, porque todo en
este mundo pasará y dejará de ser; pero en Cristo somos recreados y nacidos para
la eternidad. Por eso ante la pregunta de Pilato: “… ¿Tú eres rey?...” y la
respuesta de Cristo: “…Tú lo has dicho, yo soy rey….”, como dice San Agustín,
Pilato hace esta pregunta en un sentido meramente humano, mientras la respuesta
de Cristo revelaba con Él, la presencia del Reino del Padre entre nosotros. En
consecuencia, en Cristo Rey del Universo la vida del hombre no tiene término
sino una continuidad que llega a su plenitud con el paso definitivo de este
mundo al Padre, o sea donde la muerte es el paso necesario para vivir esta
plenitud.
La Solemnidad de este día nos presenta a Cristo como el testigo de la verdad, de
la verdad de Dios, porque en Cristo como le dice Simeón a María hablando de su
Hijo: “... éste pondrá de manifiesto la intención de muchos corazones...” Y es
así que en Cristo el hombre puede conocerse a sí mismo, puede conocer su verdad,
que solamente es un ser que sin Dios sólo se encamina hacia la muerte. Veamos la
situación socio-política, cultural de los países, veamos cómo los pueblos entran
en conflictos, las guerras sin sentido, las luchas raciales, etc. Todo está
significando que el hombre a consecuencia del pecado ha perdido a Dios, y perder
a Dios significa: “...la sal que ha perdido su capacidad de salar...” En otras
palabras, el hombre si no está unido y vive en comunión con Cristo, Señor de la
vida y Rey del universo, carecerá de toda capacidad de poder vivir en armonía,
en amistad y en fraternidad con su prójimo o semejante. Son oportunas las
palabras de San Pablo cuando dice: “... cuando éramos enemigos de Dios nos
reconcilió consigo con la muerte de su Hijo...”.
Cristo Rey del universo ha revelado su señorío en su muerte de cruz. La cruz se
ha presentado ante el mundo como el trono del Rey de reyes, de donde el soberano
de toda potestad ha dejado conocer su amor a los hombres, amor que ha creado las
cosas de la nada y que al mismo tiempo ha recreado el corazón de los hombres.
Por eso, cuando Jesús le dice a Pilato que “...su reino no es de este mundo,
porque si fuera de este mundo mandaría una legión de ángeles...”, está queriendo
significar que el reino de Cristo no se instaura por la fuerza ni por la
justicia de los hombres, sino que el reino de Dios se instaura en el amor, y en
un amor en la dimensión de la cruz, que lleva al hombre hasta amar y dar la vida
por los enemigos como lo ha hecho Cristo por nosotros.
El reino de Cristo es un reino de servicio y éste servicio pasa muchas veces por
el crisol de la cruz para que quede manifiesto que la obra es de Dios y la
Iglesia, por tanto, presencia de Cristo resucitado en este mundo, está llamada a
encarnar y transmitir la palabra de su Señor.
Feliz nuevo tiempo que se avecina en la Iglesia, y que la historia salvífica que
la Iglesia nos comunica, a través de las lecturas, haga en nuestra vida una
historia de salvación y de amor de Dios. Al respecto el Papa Benedicto XVI nos
dice: «… el reino de Dios no es una cuestión de honores y de apariencias; por el
contrario, como escribe san Pablo, es "justicia y paz y gozo en el Espíritu
Santo" (Rm 14, 17). Al Señor le importa nuestro bien, es decir, que todo hombre
tenga la vida y que, especialmente sus hijos más "pequeños", puedan acceder al
banquete que ha preparado para todos. Por eso, no soporta las formas hipócritas
de quien dice: “Señor, Señor", y después no cumple sus mandamientos (cf. Mt 7,
21). En su reino eterno, Dios acoge a los que día a día se esfuerzan por poner
en práctica su palabra…» (BENEDICTO XVI, Ángelus en la Solemnidad de Cristo, Rey
del universo, 23 de noviembre de 2008).
Preparémonos para el nuevo tiempo del Adviento, Dios los bendiga.