Solemnidad de la Santísima Trinidad, Ciclo B.

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Det. 4,32 - 34.39-40; Sal.32; Rm. 8,14-17; Mt. 28,16-20


Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo".

Mt. 28,16-20


Luego de la Celebración de Pentecostés, las lecturas de la presente Fiesta litúrgica, nos ponen en relación al misterio Pascual de Cristo, y de su misión. Cristo mismo, sobre todo en el evangelio de San Juan, por varias oportunidades expresa que: "... la obra del Padre es que crean en aquél que Él ha enviado...", porque al conocer al Hijo podemos a través de Él conocer al Padre de la Misericordia. De manera explícita está en la pregunta que Felipe le formula a Jesús, en donde la respuesta es reveladora y desconcertante para la época: "... Felipe quien me ha visto a mi ha visto al Padre ...". Será por este motivo fundamental por el que Cristo será condenado y llevado a la muerte y muerte de Cruz; pues según la doctrina hebrea nadie podía igualarse a Dios, ni pronunciar su nombre; por eso los nombres: Yahveh, Elojim, Adonai; hacían referencia a la forma como Dios se manifestaba en la vida del pueblo Hebreo. Esta fiesta, con la cual retomamos el tiempo Ordinario en la vida de la Iglesia, nos invita a profesar la Fe, en aquello en que consiste la Novedad del Pueblo de la Nueva Alianza: confesar a un único Dios en tres personas, y que se ha encarnado para salvar a la humanidad, o sea profesar al Dios que se ha hecho cercano al hombre, pues este Dios desde el inicio de la creación según el dato de la Sagrada Escritura ha dicho: "... hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza...". De esta manera confesar la fe en el único Dios: Uno-Trino, no sólo significa reconocer a Dios, sino creer que de Él nos viene la vida y estamos llamados a vivir en íntima comunión con Él, por eso el pecado lleva al hombre a una realidad contraria: privarnos de la vida Divina y separar al hombre de la comunión con Dios y de toda la creación.
Al respecto la primera lectura de la celebración del presente domingo, lo remarca claramente, poniendo en primer lugar a Dios que se ha dejado conocer y amar, por que se ha manifestado a través de signos y prodigios en la Historia. De esta manera el hagiógrafo nos indica que a Dios lo podemos conocer en la Historia concreta de la vida por los signos con que se va manifestando; por eso Cristo a la pregunta que le hacen los herodianos: "... que signos haces para que creamos en ti..."; la respuesta no se hace esperar: "... a esta generación no se le dará otro signo más que el de Jonás...". Si seguimos el desarrollo de la lectura del libro del Deuteronomio, se hace una narración de la historia de liberación del pueblo hebreo, donde al final se confiesa a un Dios del Cielo como de la Tierra; como lo hará el libro del Apocalipsis al hablar de Cristo que es: el Alfa y Omega de la historia. Pero cómo podemos reconocer estos signos, estas huellas de la manifestación de la presencia divina en la historia de cada día; el mismo Dios a través de Moisés, como lo dice el libro del Deuteronomio, invitó al pueblo a vivir en una alianza de amor Paterna; este vínculo podía vivirlo el pueblo si ponía en práctica: "... escucha Israel el Señor es Nuestro Dios, y lo amarás con todo tu corazón, tu alma y tus fuerzas ..."; siguiendo en esta línea podemos entender cuando en una de las Bienaventuranzas Cristo dice: "... bienaventurados los puros de corazón porque vendrán a Dios ..."; no sólo está haciendo referencia Cristo al paso luego de la muerte para ver a Dios, sino a que el hombre, si vive amando a Dios y no ha llenado su corazón de idolatría, puede ver y vivir como un anticipo la presencia de Dios en la vida sin ninguna duda; ésta es la experiencia de los Santos, que en la historia concreta de la vida han visto y seguido las huellas de Cristo. De esta manera el mantenerse fiel a la alianza era el vínculo con el que el hombre vivía dentro de esta comunión con el Dios de la Historia Uno-Trino.

En el evangelio vemos una estrecha relación: entre el mandato recibido del pueblo de la antigua alianza y el pueblo de la nueva alianza, Cristo mismo dice a sus discípulos: "... y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado ..."; un primer elemento que sobresale de una lectura atenta del evangelio es la Fe: "... al verlo unos se alegraron y otros dudaron ..."; por lo tanto la misión encomendada por Cristo, no sólo implica un mensaje para transmitirlo, sino que aquellos que la deben comunicar están llamados a ser los primeros testigos de aquello que deben transmitir. Son innumerables los documentos del Magisterio de la Iglesia que tratan sobre este encargo o misión legada por Cristo a su Esposa la Iglesia, pues Ella está llamada a ser sacramento de Cristo en el mundo. En esta misión encomendada se confirma la asistencia del Don del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y por ende en la vida en cada uno de sus miembros; porque el hombre que ha sido creado para vivir en una íntima comunión con Dios no puede vivirla sin el Don del Espíritu Santo, ya el evangelio de Mateo en el cap.5 dice: "... sed perfectos como mi Padre del Cielo...". Ahora este mandato de Jesús dado a la Iglesia es para que el Hombre retome la vocación para la cual ha sido creado: a la santidad - participar de la vida Divina; en esta misión dada a la Iglesia se clarifica la misión de Cristo: reconciliar a los hombres con el Padre y retornarnos a la comunión con Él.

En la segunda lectura San Pablo en la carta a los Romanos, nos presenta la vida del que ha nacido a la nueva vida por el misterio pascual de Cristo, y esta vida se vive en el Don del Espíritu Santo, por eso la afirmación: "... no hemos recibido el espíritu para recaer en el temor ...", este temor del que hace alusión San Pablo, es el temor que viene como consecuencia de la experiencia del pecado en la vida del hombre, en efecto si vamos al primer capítulo del libro del Génesis luego que Adán y Eva han incurrido en el pecado de la desobediencia, dice el libro Sagrado: "... tuve miedo y por eso me escondí ..."; este miedo, por tanto, es la ausencia de Dios en la vida del que vive bajo el pecado, entonces retomando lo dicho líneas mas arriba quien vive bajo la acción del espíritu no vive más bajo esta esclavitud y temor, porque vive en la experiencia del Dios que nos ha amado, que no se ha reservado nada de sí, he incluso ha entregado al propio Hijo a la muerte para librarnos de la muerte. Por eso la vida del creyente-testigo es una vida de una esperanza vivencial, como dice San Pedro"... dad razón de vuestra esperanza ...", y de esta manera todo bautizado se convierte en un testigo de Cristo en el mundo en su vida ordinaria, como muchos Santos han manifestado esta frase: vivir lo ordinario como extraordinario; entonces que el Espíritu Santo haga de nosotros Templos Vivos para gloria de Dios, según la vocación específica a la que hemos sido llamados; San Hilario dice: "... que mi vida sea vivir una fe firme y testimoniarla sin vacilación ( lib.2).

 

Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano "Corazon de Cristo"
Diócesis del Callao - Perú