V Domingo de Cuaresma, Ciclo B

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

2Jr 31, 31-34; Sal 50; Hb 5, 7-9; Jn 12, 20-33


Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: "Señor, queremos ver a Jesús." Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les respondió: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre." Vino entonces una voz del cielo: "Le he glorificado y de nuevo le glorificaré." La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: "Le ha hablado un ángel." Jesús respondió: "No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí." Decía esto para significar de qué muerte iba a morir.

Jn 12, 20-33


En el presente domingo, la Iglesia a través de una celebración propia, prepara a los candidatos adultos para el bautismo; pues el sentido de la cuaresma en general consiste en prepararnos a renovar el día de la Noche Santa, el Sábado Santo: el bautismo recibido, o participar del bautismo que recibirán otros hermanos en la fe. Las lecturas de la presente semana expresan el sentido: de la ruptura de la vida pasada por medio de Cristo y la asunción, como un don, de una vida nueva. Debemos decir, que tantas veces somos concientes de aquello que tendríamos que hacer, pero en nuestra vida diaria obramos de manera diversa; dicho en un lenguaje popular tantas veces decimos: se me escapó o me dejé llevar por mi impulso o mi carácter, ante reacciones inesperadas. Jesús en el evangelio de Marco en el cap. 7, expresamente dice: "... no es lo de fuera lo que contamina al hombre sino lo que hay en su corazón...". Entonces debemos decir que los eventos de la vida, vistos desde el plano de la fe: nos ayudan a que podamos conocernos a nosotros mismos, y de esta manera guardar al Señor. De esta forma la cuaresma es un tiempo fuerte, porque así como Cristo fue tentado por Satanás, pero declarándose por su Padre, lo rechazó por tres veces, igualmente nosotros, sólo unidos a Dios Padre, podemos rechazar las tentaciones o aceptar las pruebas con las cuales seremos edificados y confirmados en la fe.
En el evangelio de S. Juan, la palabra hora tiene un fuerte significado en la liturgia de la presente semana; recordemos que al inicio, en el cap.. 2, Jesús responde a María, su madre, que todavía no ha llegado su hora; pero en el presente evangelio dice: "... ha llegado mi hora...". Tenemos que indicar que ésta hora a la que se refiere Jesús, está significando, que en Él, todas las profecías hechas en el Antiguo Testamento, se han cumplido a través de su obediencia y sumisión al Padre, entonces esta "hora" expresa el final de la historia de redención iniciándose el cumplimiento final de la Obra del Padre. De esta forma en la carta a los Hebreos, sostiene el hagiógrafo, que Cristo aprendió a obedecer sufriendo, haciendo referencia a su muerte de Cruz. Lo mismo, pero en otras palabras dirá San Pablo en la carta a los filipenses, cuando dice: "...se anonadó a sí mismo tomando la condición de siervo...". De esta forma, profundizando, podemos decir que la Hora, a la cual se refiere Cristo está indicando dos momentos que al mismo tiempo no se pueden separar. Por una parte, el que haya llegado su hora, está significando que en Él todo está cumplido, como lo dirá en el evangelio de San Mateo: "... no he venido a abolir la ley y los profetas..."; y por otra parte, enlaza la continuidad, porque Cristo es en Persona la Nueva Alianza que renueva la primera, esta es la hora en que se inicia la revelación en toda su plenitud, del Padre por medio del Hijo; esta es la hora del escándalo de los judíos y de los mismos discípulos; para que quedase de manifiesto que aquellos que viven sometidos a la ley, la sola ley no puede justificar al hombre y por tanto hacerlo partícipe de la nueva economía.

Esta hora de Jesús, se debe vivir en todo bautizado, por medio del bautismo somos otro Cristo, como San Pablo lo dice en diversos momentos en sus cartas; por eso en el evangelio dice: "... quien busca su vida la perderá, quien la odia en este mundo la encontrará..."; esto nos está indicando que en el seguimiento de Jesús, este seguimiento no será radical si el hombre no renuncia a sí mismo, a sus proyectos o planes, como Jesús y; por eso Él ha llegado al momento de la hora final. De esta forma la hora en todo creyente no debe significar llegar o estar próximo a la muerte, sino el que su vida dé a conocer el amor fiel del Padre, y en él se vea la vida nueva que viene de Dios. Este seguimiento consiste por tanto en ser acrisolado o probado por el Padre. El pasaje de las tentaciones en el desierto, sobre todo, pone de manifiesto al seguidor de Cristo; porque la tentación es al ardid sutil del demonio para llevarnos a negar a Dios, como lo intentó con Cristo; ya que el demonio intentará siempre engañar al hombre con: la seguridad, su propia realidad y la fe en Dios cuyo rostro contrario es la idolatría. Por eso las palabras de San Pablo son muy significativas, por lo que estamos tratando: "... hemos venido ser el espectáculo del mundo...". La vida de los Santos en este sentido es ejemplar, porque siempre han vivido su vida en esta tensión, de la hora del Hijo.

En el evangelio de Lucas, tenemos la profecía de Simeón hecha a la Virgen María: "... una espada te traspasará el alma..."; pero a continuación dice: "... éste será para la caída y salvación de muchos y queden de manifiesto la intención y el pensamiento de tantos corazones...". Pues el juicio del cual habla Cristo, al final del evangelio de este domingo; está en relación a su muerte en Cruz; porque en ese momento se dará a conocer el juicio de Dios ante los pecados de la humanidad, pero quien confiese que Cristo es el enviado del Padre, se salvará: "... Señor acuérdate de mi cuando estés en tu Reino (...), en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso..."; esta no es una confesión simple, como algunos críticos dicen; esta petición del ladrón expresa el abandono total del hombre en el juicio de Dios, el hombre que entrega su vida al designio de Dios. Hay otra vía por donde se puede llegar a poner la vida en las manos del Padre, y esta es la obediencia. El mismo San Juan en muchos pasajes de su evangelio pone en boca de Jesús esta palabra, pues no se puede vivir el designio de Dios sin esta actitud. En la literatura de los Padres del desierto, una espiritualidad ascética; para iniciar a sus discípulos la regla de oro (por decir de una manera), era: "... para hacer la voluntad de otro se debe renunciar y despojarse de la propia voluntad...". De esta manera podemos decir que el juicio de Dios no consistirá, en un balance anual como tienen que hacer los contadores todos los años; por eso las palabras del profeta Ezequiel son oportunas de ser recordadas: "... si el malvado se convierte de su conducta, vivirá; pero si el justo se tuerce su corazón se condenará...".

En la primera lectura tenemos, por eso la promesa que nos hace participes de esta Vida Nueva: " ... inscribiré mi ley en sus corazones ...", indudablemente no se puede renunciar a la propia vida, seguir a Cristo, obedecer al designio del Padre; si Dios no da la gracia de vivir la Alianza Nueva, que es vivir en la hora de Cristo pero como hombres regenerados por el don del juicio del Padre manifestado en la Cruz del Hijo: "... y cuando sea elevado atraeré a todos hacia mí ...". Este atraernos de Cristo hacía Él, es porque hay una experiencia previa del amor de Dios, ya la primera lectura lo dice: "... ya no tendrán que instruirse del más grande al más pequeño..."; pues esto está significando que la salvación se ofrece a todos, pero son personas concretas que se salvan, o sea que la experiencia de Dios cada uno tiene que vivirla, ya el profeta Oseas dice: "... La llevaré al desierto y le hablaré a su corazón...". Es la experiencia del amor de Dios, que hace de cada hombre una criatura nueva, regenerada en Cristo.

 

Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano "Corazon de Cristo"
Diócesis del Callao - Perú