XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Ml 1,14b-2,2b.8-10; Sal 10; 1Ts 2,7b-9.13; Mt 23, 1-12


Entonces Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: “Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan las orlas de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar “Rabbí” por la gente.

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “Rabbí”, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen "Padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco "instructores", porque sólo tienen un Instructor: el Cristo. El mayor entre ustedes será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado, y el que se humille será ensalzado"
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Mt 23, 1-12


Nuestro actual Papa Benedicto XVI, en el segundo domingo del mes de setiembre, al recitar el Ángelus, ofreció una meditación sobre: la Eucaristía fuente y cumbre de la vida de los creyentes. Sin lugar a dudas, el actual Sumo Pontífice, está remarcando insistentemente que no se puede vivir la vida cristiana sin estar unidos íntimamente con la persona de Cristo, y de una manera singular cuando participamos de la celebración eucarística.

San Pablo, en la segunda lectura, nos da una imagen ideal del ministerio cristiano; el apóstol trata a la comunidad que le ha sido confiada con tanto cariño y delicadeza como una madre cuida al hijo de sus entrañas, y se comporta en ella no como un funcionario, sino de una manera personal, hace participar a los hermanos en su vida, como hizo Cristo. Además no quiere ser gravoso para la comunidad, su servicio no debe ser una carga material para ella, y por eso trabaja. Y su mayor alegría consiste en que la gente le reconozca realmente como un servidor, que comprenden su predicación como una pura transmisión de la palabra de Dios, que es la verdad, y no la palabra de un hombre, aunque sea santo. Él no quiere conseguir una mayor influencia en la comunidad, sino que únicamente busca que la palabra de Dios “…permanezca operante en vosotros los creyentes…”. También él será objeto de calumnias, será acusado de ambición, de presunción, etc. Pero sabe que tales cosas forman parte de su servicio sacerdotal.

En la primera lectura se censura un falso clericalismo en Israel, y esto no sólo en los tiempos de Jesús, sino 450 años antes. Lo que Dios reprocha aquí a los sacerdotes está lejos de haber sido superado hoy en día. También aquí se da como fundamento el que “…todos tenemos el mismo Padre…”, por lo tanto somos hermanos. Y como este hecho no se tiene en cuenta, se hacen tres reproches al clero. Primero, no se pone la mayor gloria de Dios en primer lugar, sino que se predica una ética psicológica y sociológica puramente intramundana, al gusto del pueblo. Segundo, con estas malas enseñanzas se hace tropezar a muchos en la ley, no comprenden la religión de la alianza, se distancian de ella o reniegan abiertamente de Dios. El tercer reproche, hay favoritismo en la instrucción del pueblo, se prefiere a ciertos individuos, se trabaja con pequeños grupos y cosas parecida, se olvida al resto del pueblo de Dios. Las amenazas de Dios contra tales métodos son severas: estos sacerdotes “profanan” la Alianza, Dios lanza su maldición contra ellos.

En el Evangelio se critica ante todo el ejemplo falso y equivocado que dan los letrados y fariseos, que ciertamente enseñan la ley de Dios, pero no la cumplen, cargan sobre las espaldas de los hombres fardos pesados e insoportables, pero ellos no mueven un dedo para empujar, y su ambición y vanagloria les llevan a buscar los primeros puestos y los lugares de honor en todo tiempo y lugar. La Iglesia de Dios, por el contrario, es un pueblo de hermanos, una comunión en Dios, el único

Cuando Jesús funda su Iglesia sobre Pedro y los demás apóstoles, y les confiere unos poderes del todo extraordinarios, unos poderes que no todo el mundo tiene –como Jesús inculca constantemente y demuestra con su propio ejemplo-, y que es para ponerlos al servicio de sus hermanos. El ministerio instituido por Cristo es por su más íntima esencia servicio, se puede decir que el clero es hoy más consciente de esto que en tiempos pretéritos, y que los reproches que se esgrimen contra él de servirse del ministerio para dominar proceden de un democratismo nada cristiano. Pero también hoy hay algunos que acceden al ministerio sacerdotal con ansia de poder y codicia de mando, como los fariseos, como si el ministerio les garantizara una posición superior, privilegiada, algo que ciertamente no se corresponde ni con el Evangelio ni con la conciencia de la mayoría del clero.

El Evangelio del presente domingo, donde el evangelista remarca de manera singular a modo de advertencia que los discípulos del Maestro, en este caso haciendo referencia a los apóstoles, no se deben dejar llamar: “Rabbí, padre e instructores”; es para que los discípulos, los apóstoles, no se olviden que la única manera de vivir el discipulado y el seguimiento de Cristo está sintetizada en estas frases salidas de la boca del Maestro: “…en esto conocerán que sois mis discípulos si os amáis como yo os he amado…”.

Tenemos que hacer referencia directa a otro texto del mismo evangelista Mateo donde señala que un pedazo de tela nueva no puede usarse para remendar un vestido viejo; o no se puede echar vino nuevo en odre viejo, ya que de esta manera tanto el vino como el odre se echarían a perder. A este punto, tendríamos que ir diciendo que ya la intención del evangelista es señalar que hay una ruptura entre lo antiguo y lo nuevo; y como dice san Pablo en la Carta a los Romanos, capítulos 5 y 6: “…pasó lo viejo y todo es nuevo…; hoy es el tiempo favorable, hoy el día de la salvación…”.

Pues si retomamos el texto del presente evangelio en sus primeras líneas, el evangelista está haciendo alusión directa a la misión del profetismo en el Antiguo Testamento, donde denunciaban abiertamente la idolatría del pueblo de Israel y el dejar de lado los preceptos y mandatos del Señor, del Dios de la Alianza. Esto hace referencia a que las profecías hechas en el Antiguo Testamento estaban reclamando un cambio, pero no un cambio de leyes o preceptos de modo externo; sino un cambio que se iniciara de lo más profundo del ser del hombre. Por esta razón pensamos que si el evangelista Mateo, señala que en “la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos…”, y si estos en cuanto guías del pueblo en el sentido religioso no van en consonancia con el Dios de la Alianza, esto está significando que el evangelista está haciendo alusión indirecta a que con Cristo han llegado los nuevos tiempos anunciados por los profetas, y que sólo en Cristo se puede pasar de lo antiguo a lo nuevo, y qué significa lo nuevo: al vivir en la comunión plena con Dios en Cristo; como lo dirá san Palo en la segunda lectura de este domingo.

Recapitulando en las palabras que el Papa Benedicto XVI dirigió al clero de Roma en mayo del presente año, donde expresamente decía: “solamente se puede vivir el ministerio sacerdotal de una manera fresca y renovada si retornamos a las raíces del cristianismo”, esto quiere decir a la persona de Cristo; sólo así viviremos con coherencia el sacramento del orden que hemos recibido. Pero si no se vive el ministerio sacerdotal-presbiterado teniendo como fundamento y raíz la persona de Cristo; puede suceder lo que hoy el evangelista Mateo, al comienzo del evangelio sostiene: “…en la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos…”. Este peligro de vivir solamente de una manera cultual la vida cristiana en modo particular estamos en riesgo de caer con mayor facilidad los que hemos recibido el sacramento del orden; pero también, en general, puede suceder con cualquier laico. Entonces podemos vivir en un divorcio marcado lo que es la fe con nuestro quehacer diario. En este sentido sería oportuno recordar las palabras de nuestro Papa Benedicto XVI, al iniciar el Sínodo sobre la Eucaristía del presente año: “…la devoción en Dios se está quedando en un ámbito privado, no se le ve en la vida pública, y la llamada y mal entendida tolerancia es en el fondo una hipocresía” (L’Osservatore Romano, ed. en lengua española, 2 de octubre 2005, página web Zenit).

Concluyendo podemos decir que la desatención que mostramos en nuestra vida práctica al prójimo, como lo señala la primera lectura, simplemente es la manifestación de vivir el cristianismo de forma cultual y rigurosa. Y en qué podemos nosotros conocer y distinguir cuando el cristianismo se vive de forma cultual y rigurosa, en contraposición con el verdadero cristianismo, que es el que Cristo nos ha revelado como la nueva vida del hombre nuevo. Al final del presente texto, el evangelista Mateo termina diciendo: “…el mayor entre vosotros se haga vuestro servidor… el que se humille será ensalzado…”. Podríamos añadir la frase que san Juan en su Evangelio dice: “---si el sarmiento está unido a la vid da fruto;… sin mí no podéis dar nada…”. Y podemos terminar con esta frase del Evangelio del mismo Mateo al final del capítulo 5, cuando dice: “…si amáis a los que os aman qué mérito tenéis;… Sed perfectos como vuestro Padre del cielo…”. Como ha dicho el Papa Benedicto XVI en el momento de la hora tercia comentando el texto de 2 Corintios. antes de empezar la reunión de los padres sinodales: “…el ser perfecto es ser imagen del Padre”; esto significa ser hijo de Dios en el Hijo de Dios (Tertuliano, La oración 2).

Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano "Corazon de Cristo"
Diócesis del Callao - Perú