XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

1R 3, 5. 7-12; Sal 118; Rm 8, 28-30; Mt 13, 44-52


"El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel".

"También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y sientan, y recogen peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y rechinar de dientes". "¿Habéis entendido todo esto?". Dícenle: 'Sí'. Y les dijo: 'Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de su arca cosas nuevas y cosas viejas".


Mt 13, 44-52


Con el presente domingo se termina el ciclo de las parábolas del evangelio según san Mateo. Sólo quisiéramos hacer notar que, tanto en los dos domingos anteriores como en el presente, hay una expresión que el evangelista pone en este grupo de parábolas y que la Iglesia en la liturgia dominical nos ha permitido escuchar: "el que tenga oídos que oiga".

Es importante hacer una referencia breve sobre esta expresión para poder entrar en el misterio de Dios y por consiguiente el sentido de la parábola. Si vamos a un ejemplo simplemente humano, cuando dos personas se aman pueden suceder dos cosas: o que ambas se recepcionen mutuamente en lo que se hablan y se manifiestan; o puede suceder que solamente una habla y la otra persona recepciona las palabras, y en esa recepción de sus palabras va naciendo un amor hacia la otra persona a quien escucha. Esta expresión el que tenga oídos que oiga tiene como raíz, en la mente del evangelista Mateo (que con su evangelio se dirigía a los cristianos convertidos del judaísmo), llevar a sus oyentes a reavivar y no olvidar lo que a todo judío de pequeño se le ha inculcado a través de este mandato: "…Escucha Israel, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas…". Pues para el evangelista escuchar la palabra de Dios significa escuchar a Dios desde esta actitud interior; ya que Cristo en el Cáp. 7 del mismo Evangelio de Mateo dice: "…Yo no he venido a abolir la ley ni los profetas…".

En las parábola sobre el tesoro y la perla, exclusivas de Mateo, encontramos un tema común. Mientras otras hablan del reino y de sus miembros en cuanto que forman un grupo, éstas van dirigidas a la persona como individuo. En ambas el hombre vende todo lo que tiene. EL reino exige una renuncia total, y en estas se pone el acento sobre el valor supremo del Reino más que sobre la renuncia; ésta tiene su premio. El que encuentra un tesoro no da cuentas al propietario del campo; Jesús no emite un juicio sobre la moralidad del autor del hallazgo, sino que toma su avaricia como ejemplo del celo, con el cual el creyente debe buscar el Reino a cualquier precio. De manera semejante, el mercader de perlas invierte todo lo que tiene en un negocio del que está seguro que le compensará espléndidamente.

En la parábola de los peces y de la red, podemos notar cercanía con la de la cizaña. En ésta aparece incluso más claro el tema de la presencia de buenos y malos en la Iglesia, y es idéntica la solución escatológica. En el versículo inicial no se menciona a los buenos o los malvados, sino que dice simplemente "de todo género". El reino por consiguiente, se presenta como universal en su amplitud, sin excluir a nadie.

Mateo ha utilizado la fórmula "todo escriba" y alude al entendimiento de las parábolas, al respecto, podemos decir que en el Nuevo Testamento no hay alusiones a los escribas cristianos, pero hay que dar por supuesto que entre los miembros de la primitiva comunidad cristiana se incluían algunos escribas. Muchos comentaristas creen incluso que el mismo Mateo era uno de los escribas cristianos. El escriba, que se ha hecho discípulo, utilizará lo viejo, la Ley y los Profetas, y lo nuevo el Evangelio (el nacimiento a una nueva vida por la participación en el misterio pascual de Cristo).

A continuación pondremos los comentarios de algunos autores. Con respecto a la parábola de la perla preciosa, Orígenes dice lo siguiente: "Quien busca halla. ¿Pero qué cosa es lo que busca? O mejor dicho, qué significa aquello que está buscando, indudablemente estas preguntas se pueden comprender con aquella expresión del apóstol san Pablo cuando dice en la Carta a los Filipenses: 'todas estas cosas las considero basura a fin de ganar a Cristo'; pues para san Pablo la única perla preciosa es Cristo; (…) Hay un tiempo para encontrar la única perla preciosa y es cuando conviene ir a vender todo lo que se posee para comprarla; por eso el evangelio termina diciendo el que tenga oídos que oiga. Libro X, 9-10; De la Homilía sobre san Mateo de Orígenes sacerdote".

San Hilario de Poitiers dice: "…El tesoro ha estado escondido porque debía ser comprado también el campo. En efecto, con el tesoro en el campo, como hemos dicho, se entiende Cristo encarnado, que se encuentra gratuitamente. La enseñanza de los Evangelios es completa. Pero hay otro modo de utilizar y poseer este tesoro con el campo, si no es pagando, ya que no se poseen las riquezas celestiales sin sacrificar el mundo." (S. Hilario de Poitiers, Comentario al Evangelio de San Mateo, Cáp.. 13).

San Jerónimo nos dice: "Este tesoro en el que están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia es la Palabra de Dios, que aparece encerrada en la carne de Cristo; o la Sagrada Escritura, en la que está guardada la noticia del Salvador." (San Jerónimo, Comentario sobre el Evangelio de San Mateo).

Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano "Corazon de Cristo"
Diócesis del Callao - Perú