VI Domingo de Pascua, Ciclo A

Autor:  Padre Oscar Balcázar Balcázar

 

 

Hch 5, 8. 14-17; Sal 65; 1P 3, 15-18; Jn 14, 15-21

“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros.

Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis. Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.”


Jn 14, 15-21


En el evangelio de esta semana, Cristo nos promete que no nos dejará huérfanos, sino que nos mandará el Paráclito, y a través de la elección del Papa Benedicto XVI, Cristo nos confirma que la Iglesia fundada desde la Cruz al derramar su sangre, por nosotros, la sigue conduciendo, y que la presencia actuante del Espíritu Consolador se deja sentir.

Las lecturas de este domingo nos lo confirman, pues Dios deja sentir su presencia de forma providencial, lo que algunos pueden llamar suerte, coincidencia, casualidad, etc., desde la fe, solo humildemente podemos decir que son signos del amor de Dios, porque Él no abandona la obra de sus manos.

Los hechos de estos días, son la mejor ambientación-introducción que Dios nos hace en este domingo para participar de los sagrados misterios de nuestra Fe, y escuchar con un corazón disponible su Palabra. Nuestro Santo Padre Benedicto XVI nos ha hecho referencia en su homilía:"... yo, junto con la Iglesia, a la escucha de la voluntad de Dios...".

Las Palabras de la Escritura tienen un tenor de confirmarnos en la fe, pues el Señor está anunciando su partida, y por lo tanto está consolidando en la fe a sus apóstoles. Tantas veces nos cuesta trabajo comprender que la Iglesia de Cristo, inmersa en el mundo, continúa y no termina con los hombres, ni siquiera lo ha sucedido con su fundador. Todo es muestra y garantía de que la Iglesia sigue peregrinando en este mundo y seguirá proclamando y mostrando el camino de la salvación a los hombres de cada generación, hasta cuando Cristo retorne en su segunda venida y ponga todas las cosas a los pies del Padre.

Así tenemos que, en la primera lectura, Felipe con su predicación y signos milagrosos expresaba la autenticidad de que no hablaba por su cuenta, sino que había sido elegido para una misión, de ser fiel transmisor. En el AT, el libro del Deuteronomio describe cómo se puede reconocer a un enviado de Dios: "...si aquello que anuncia se realiza... ".

En el evangelio, Cristo, el enviado del Padre, el Dios que se ha encarnado para redimir la historia de la humanidad, ha mostrado toda su vida pública como una confirmación de que Él era el Mesías, el Salvador, el esperado de los siglos; por eso en varios pasajes de los evangelios responderá diciendo: "...si no me creéis, creed por lo menos a las obras que el Padre realiza por mí...". Por eso, el evangelio de la presente semana comienza diciendo:"... si me aman guardarán mis mandamientos..."; Cristo, de esta manera, nos está ayudando a comprender que Él ha venido al mundo para revelarnos la vida del hombre nuevo. Por eso, guardar sus mandamientos significa vivir, abrazar la vida de Él. No podemos vivir la vida que Cristo nos ha revelado y nos llama a participar, si no somos revestidos por el Espíritu vivificador, como llamó nuestro difunto Papa Juan Pablo II al Espíritu Santo en su encíclica sobre la tercera persona de la santísima Trinidad.

Por eso, no guardar los mandamientos de Cristo significa rechazar el diseño de Amor del Padre que nos lo ha revelado en el Hijo, a través de su misterio Pascual. Cristo mismo señala que esta vida nueva de la que el Espíritu Santo nos hace participar, el mundo no la puede recibir porque han rechazado al autor de la Vida, y al rechazarlo han quedado encerrados en sus propios pecados: "... yo no he venido a juzgar al mundo, sino para que todo el que crea se salve, (...). Pero la palabra lo juzgará por no haber creído en el Hijo único de Dios...".

Cuando el evangelista habla del mundo hace referencia a aquellos que, luego de haber recibido la predicación de la Salvación, la han rechazado; pues la Iglesia en la Gaudium et Spes nos hace presente que si el hombre no ha sido alcanzado por el anuncio del evangelio, pero si actúa según la recta conciencia, se salvará. Esta recta conciencia es la misma ley de Dios inscrita en el corazón de los hombres, que el pecado eclipsa en el hombre. San Máximo “el Confesor” dice que para expresar el amor al prójimo o cumplir el mandamiento de Cristo que es amar como Él nos ha amado, hay dos condiciones, la primera es la que se refiere Jesús cuando dice: “...no todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos...”, y la otra citación es “...si no guardáis mis mandamientos no tendréis vida eterna...”.

De esta manera, el evangelio de hoy, nos hace presente que el Espíritu Santo Paráclito primeramente revestirá de la vida nueva a aquellos que han acogido el anuncio y la predicación de Cristo, en segundo lugar el Espíritu Santo le dará la garantía y avivará sus vidas en la esperanza para que no se sienta el creyente que ha sido abandonado, por eso el mismo Cristo dice: “...Padre te ruego por ellos que aún quedan en el mundo...”, y en tercer lugar el Espíritu Santo hará testigos a aquellos que han sido revestidos de la vida nueva porque viven su vida en la esperanza de encontrarse un día cara a cara con Cristo que está junto al Padre.

De este manera, el amor a Cristo y guardar sus mandamientos con la gracia del Espíritu Santo, significa lo que ya en el Credo judío se practicaba y se recita tres veces al día: ...amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas...”. El mismo Deuteronomio dice que, este mandamiento no está lejos ni es una carga pesada para cumplir. Haciendo una lectura cristiana de este texto, Cristo que ha llevado a cumplimiento la voluntad del Padre, nos hace presente que por el don del Espíritu Santo, la ley que en un tiempo fue instrumento con la cual el diablo engañó al hombre, hoy en Cristo se convierte en camino verdad y vida.

Pbro. Oscar Balcazar Balcazar
Rector Seminario Diocesano "Corazon de Cristo"
Diócesis del Callao - Perú