VI Domingo de Pascua, Ciclo C

Juan 14,23-29

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: ?Me voy y vuelvo a vuestro lado.? Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.» (Juan 14,23-29).

 

1º. «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él»

Si nosotros le amamos de verdad y guardamos su palabra, es decir, si le amamos con obras, entonces nos amará y vendrá a nosotros, y desde ahí se manifestará al mundo.

Jesús quiere manifestarse a los demás a través de nosotros: a través de nuestra vida cristiana, con el ejemplo de las obras que reflejen el amor que le tenemos.

Por tanto, santidad y apostolado son dos caras de la misma moneda.

Para ello tenemos que permitir que Él actúe en nosotros: que esté en nuestra alma en gracia; que le amemos y guardemos su palabra.

Entonces se repetirán los milagros que hizo en los primeros tiempos: ¡cuántas personas podrían mejorar espiritualmente, si los cristianos fuéramos consecuentes con nuestra fe!

¡Qué responsabilidad tan grande la nuestra!

Si no le amamos como nos pide, si sólo buscamos nuestro interés, si nos dejamos llevar egoístamente de lo que nos apetece o nos preocupa, entonces nos quedamos fuera.

De alguna manera, estamos haciendo inútil la redención.

Jesús, queremos amarte; queremos que puedas contar con nosotros para mostrarte a los demás.

 

2º. «Mi paz os doy.»

Pero, ¿cuál es esa paz?

«No os la doy como os la da el mundo.»

No es ausencia de dolor, ausencia de sacrificio.

Es darse cuenta de que vale la pena cualquier esfuerzo si se hace por amor.

Su paz consiste en buscar la felicidad en el amor, que es darse, y no en el egoísmo, que es buscarse a sí mismo.

Si ponemos nuestra felicidad en amar a Dios, ¿qué nos va a acobardar, qué nos va a quitar la paz?

Si nos damos cuenta de que somos hijos de Dios, si ponemos nuestra confianza en El porque sabemos que nos quiere y se preocupa de nosotros, ¿qué dificultad no podremos superar?

Pero a veces queremos conseguir la paz a base de equilibrios: contentar un poco a todo el mundo, a Jesús y a nuestros gustos, caprichos y egoísmos.

Y ese equilibrio es inestable, y se acaba rompiendo una y otra vez.

Luchamos poco y acabamos no haciendo su voluntad sino la nuestra.

Y si nos damos cuenta, esto nos ocurre porque no le queremos de veras, porque nos da miedo darnos más, porque creemos que si nos olvidamos de nosotros -de nuestras comodidades y nuestros gustos, de nuestras inclinaciones, de nuestras necesidades, de nuestro tiempo- perderemos la paz y la alegría.

En el fondo, nos falta fortaleza para exigirnos y no acabar justificándonos con cualquier excusa.

Jesús nos ha dado una paz distinta, una paz que requiere lucha contra uno mismo, esfuerzo, sacrificio.

La paz y la felicidad que nos da Cristo son mucho más profundas y estables, pues no se apoyan en las circunstancias externas siempre cambiantes, sino en hacer la voluntad de Dios, que es quien sabe lo que más nos conviene en cada momento.

Señor, ayúdanos a que también nosotros podamos decir: «El mundo debe conocer que amo al Padre y que obro tal como me ordenó.»

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.