Mateo 23, 23-26

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, pero habéis abandonado lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Estas cosas había que hacer; sin omitir aquéllas. ¡Guías ciegos!, que coláis un mosquito y os tragáis un camello.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que limpiáis por fiera la copa y el plato, mientras por dentro quedan llenos de carroña e inmundicia. Fariseo ciego, limpia primero el interior de la copa, para que llegue a estar limpio también el exterior» (Mateo 23, 23-26) 

1º. Jesús, no recriminas a los jefes de los judíos por lo que hacen, sino por lo que no hacen: las omisiones.

No es que hagan cosas malas, sino que dejan de hacer cosas buenas, «lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad».

Su error no consistía en hacer el mal, sino en no hacer el bien que Tú esperabas de ellos: «estas cosas había que hacer, sin omitir aquéllas».

Las vírgenes fatuas conservaban la castidad, la gracia y la modestia para propia utilidad, pero no eran útiles a nadie. Por eso fueron arrojadas fuera. Así son los que no alivian el hambre de Cristo. Considera atentamente que ninguno de ellos es acusado por faltas privadas, fornicación, perjurio o cualquier otra cosa, sino únicamente por no haber sido útiles a los demás. Yo pregunto: ¿Es cristiano el que se conduce así? Si el fermento mezclado con la harina no la hace cambiar; ¿es verdadero fermento? Si el perfume no despide buen olor entre los circunstantes, ¿lo podremos llamar perfume?» (San Juan Crisóstomo).

Jesús, de la misma forma, mi vida no podría llamarse cristiana si, aunque evitara el pecado, no hiciera el bien y practicara las virtudes: «la justicia, la misericordia, la fidelidad».

Por eso, mi fe no se puede reducir a una lista de cosas malas que no puedo hacer, sino que necesariamente va más allá: ¿qué cosas buenas quieres que haga? ¿qué esperas de mi hoy en mi vida familiar, profesional y social?

Jesús, cada noche debo hacer un pequeño examen personal, repasando mi día en tu presencia y preguntándome: ¿he hecho lo que esperabas de mí?; ¿qué cosas buenas he dejado de hacer?; ¿he sabido perdonar?; ¿he sabido ayudar?; ¿he obedecido a mis padres o superiores?; ¿he trabajado las horas que debía y con el esfuerzo que debía?; ¿me he acordado de rezar lo que me había propuesto?

2º. «Recupera el tiempo que has perdido descansando sobre los laureles de la complacencia en ti mismo, al creerte una persona buena, como si fuese suficiente ir tirando, sin roba¡ ni matar.

Aprieta el paso en la piedad y en el trabajo: ¡te queda tanto por recorrer aún!; convive a gusto con todos, también con los que te molestan; y esfuérzate para amar ¡para servir! a quienes antes despreciabas» (Surco.-167).

Jesús, cuando te miro en la Cruz y pienso en mi vida de cristiano, siento que me dices como un reproche cariñoso: ¡te queda tanto por recorrer aún!

Creía, tal vez, que ya hacía demasiado intentando cumplir los mandamientos y no pecar.

Y sin darme cuenta, estaba perdiendo el tiempo, a la vez que me conformaba con ir tirando.

Pero, Jesús, desde la Cruz me dices que no. Que no has venido al mundo ni has muerto para que yo no robe ni mate.

Has venido para hacerme hijo de Dios, y, por tanto, heredero del Cielo.

Pero ser hijo de Dios implica imitarte a Ti y, por tanto, requiere una lucha decidida por ser santo, como Tú eres santo.

Y entonces, me susurras al oído: Aprieta el paso en la piedad y en el trabajo; y esfuérzate para amar -¡para servir!- a todos los que conviven contigo.

Jesús, estas son como las tres dimensiones de mi vida cristiana: piedad, trabajo y servicio a los demás.

¿Qué cosas buenas me faltan por hacer en estos tres campos?

¿Cómo puedo apretar el paso para mejorar en cada uno de ellos?

Ayúdame, Jesús, a descubrir lo que me pides que mejore en mi vida de piedad, trabajo y servicio.

Y a repasar los propósitos que haga en el examen de conciencia cada noche, para que no tengas que quejarte de mis omisiones, ni nunca me crea una persona buena, sin nada que mejorar.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.