Mateo 12, 38-42

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

«Entonces algunos de los escribas y fariseos se dirigieron a él, diciendo: Maestro, queremos ver de ti una señal. El les respondió: Esta generación malvada y adúltera pretende una señal, pero no se le dará otra señal que la del profeta Jonás. Pues así como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación en el Juicio y la condenarán; porque se convirtieron ante la predicación de Jonás, y ved que aquí hay algo más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará contra esta generación en el Juicio y la condenará; porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y ved que aquí hay algo más que Salomón.» (Mateo 12, 38-42) 

1º. Jesús, hoy se ha vuelto a imponer el «si no lo veo no lo creo», disfrazado de una postura pseudo científica: lo que no se puede comprobar experimentalmente, no es real.

No es una postura nueva; es lo mismo que encontraste en tu tiempo: «Maestro, queremos ver de ti una señal»

Hasta entre los apóstoles se da esta actitud: Tomás necesitará poner sus dedos en tu costado para creer en la resurrección.

Jesús, ante esta necesidad de señales y pruebas, me podrías contestar como a Santiago y Juan: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo?» (Marcos 10,38).

Porque cuantas más señales me des, más me tendrás que pedir para darme al final la misma recompensa.

Por eso le respondes a Tomás: «bienaventurados los que sin haber visto han creído» (Juan 20,29).

Sin embargo, me das una señal suficiente: tu resurrección.

«Así estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches.»

Los judíos te crucifican porque te haces Dios, el Hijo único de Dios.

Tu resurrección es la prueba más clara de que lo que decías era cierto.

Por eso San Pablo dice que si no hubieras resucitado, «vana sería nuestra fe». (1 Corintios 15,14)

Y por eso también, los judíos pusieron a los soldados allí, de modo que nadie pudiera coger tu cuerpo y luego decir que habías resucitado.

Su guardia hace aún más evidente la verdad: has resucitado, y yo -como cristiano- soy ahora testigo de tu resurrección.

«La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido» (C. I. C.-651)

2º. « Si miramos a nuestro alrededor y consideramos el transcurso de la historia de la humanidad, observaremos progresos y avances. La ciencia ha dado al hombre una mayor conciencia de su poder. La técnica domina la naturaleza en mayor grado que en épocas pasadas, y permite que la humanidad sueñe con llegar a un más alto nivel de cultura, de vida material, de unidad.

Algunos quizá se sientan movidos a matizar ese cuadro, recordando que los hombres padecen ahora injusticias y guerras, incluso peores que las del pasado. No les falta razón. Pero, por encima de esas consideraciones, yo prefiero recordar que, en el orden religioso, el hombre sigue siendo hombre, y Dios sigue siendo Dios. En este campo la cumbre del progreso se ha dado ya: es Cristo, alfa y omega, principio y fin.

En la vida espiritual no hay una nueva época a la que llegar. Ya está todo dado en Cristo, que murió, y resucitó, y vive y permanece siempre. Pero hay que unirse a El por la fe, dejando que su vida se manifieste en nosotros, de manera que pueda decirse que cada cristiano es no ya «alter Christus», sino «ipse Christus», ¡el mismo Cristo!» (Es Cristo que pasa.-104).

Jesús, en el terreno espiritual, no necesito otra señal; la cumbre del progreso se ha dado ya: es Cristo, que murió, y resucitó, y vive y permanece siempre.

Tu vida, muerte y resurrección son la prueba de que Dios me ama y se preocupa por mí.

Una señal mayor que la de Jonás, Salomón y todos los profetas del Antiguo Testamento; una señal más luminosa que la que pueda ofrecer la ciencia y la técnica.

Pero una señal que sólo se ve con los ojos de la fe, dejando que te metas en mi vida hasta hacerme el mismo Cristo.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.