Mateo 17, 10-13

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

««Sus discípulos le preguntaron: ¿Por qué entonces dicen los escribas que Elías debe venir primero? El les respondió: Elías ciertamente ha de venir y restaurará todas las cosas. Pero yo os digo que Elías ya ha venido y no lo han reconocido, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del Hombre ha de padecer de parte de ellos. Entonces comprendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista». (Mateo 17, 10-13)

1º. Jesús, los judíos tenían una señal clara para conocer tu venida: Elías debía aparecer primero.

Y Elías vino: era Juan el Bautista.

Pero no lo reconocieron.

¿Por qué no lo reconocieron?

Él se había proclamado claramente precursor, anunciador del Mesías, cuando había dicho al pueblo: «El que viene después de mí es más poderoso que yo; no soy digno ni de llevar sus sandalias. Él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego» (Mateo 3,11).

Jesús, a veces las cosas están claras, clarísimas, pero yo no las quiero ver.

Unas veces, por pereza, me engaño y no trabajo lo que debo; otras, por no pasar un mal rato, me excuso pensando que aquello que un conocido hace mal ya se lo dirá otro; otras veces es mi falta de generosidad la que no me deja ver en esa circunstancia una ocasión de servir; etc.

Jesús, ayúdame a reconocer en estos detalles que suponen un vencimiento, una señal de tu presencia.

Cuántas veces estás ahí y no te veo.

«Y no lo han reconocido, sino que han hecho con él lo que han querido».

Señor, que no me deje llevar por mis apetencias y gustos, sino que busque hacer en todo lo que quieras Tú.

Y cuando me parezca que no puedo más, que sepa recurrir a Ti.

«Cuán consolado queda un cristiano, al pensar que Dios le ve, que es testigo de sus penalidades y de sus combates, que tiene a Dios de su parte» (Santo Cura de Ars).

2º. «Me preguntas: ¿por qué esa Cruz de palo? - Y copio de una carta: “Al levantar la vista del microscopio la mirada va a tropezar con la Cruz sin Crucifijo, negra y vacía. Esta Cruz, sin Crucificado es un símbolo. Tiene una significación que los demás no verán. Y el que, cansado, estaba a punto de abandonar la tarea, vuelve a acercar los ojos al ocular y sigue trabajando: porque la Cruz, solitaria está pidiendo unas espaldas que carguen con ella» (Camino.-277).

Jesús, cuántas ocasiones tengo de ofrecerte mi trabajo, de estar contigo o con tu Madre Santísima sin necesidad de hacer cosas raras.

Sólo tengo que tener a la vista -en mi mesa de trabajo, en la mesita de noche- un crucifijo o una estampa de la Virgen a la que pueda decir una jaculatoria, un piropo, o dirigir una simple mirada.

Jesús, vas a nacer en Belén.

Tampoco allí te reconoció nadie.

Ni siquiera tuvieron sitio para Ti en la posada del pueblo.

Me tengo que convencer de que Tú no quieres mostrarte al mundo aparatosamente.

O te sé reconocer en los detalles pequeños de cada día, o no te encontraré nunca.

Y los que no reconocieron al Bautista acabaron matándole, crucificándote luego a Ti.

«Así también el Hijo del Hombre ha de padecer de parte de ellos».

Por eso, es muy importante -es vital- que aprenda a ofrecerte las cosas, que aprenda a contar contigo cuando tengo que decidir hacer o no hacer algo, que aprenda a pedirte ayuda cuando lo necesito, que aprenda a darte gracias por todo, porque todo lo que me ocurre, ocurre por mi bien.

Madre, tú sí que has sabido reconocer a Dios en tu hijo.

No te acostumbraste nunca a tratarlo como quien era: el Hijo de Dios.

Mientras El vivía con plena normalidad entre los demás niños de Nazaret, tú le amaste con todo el corazón de madre y con toda la piedad de una criatura que vive con su Creador.

Ayúdame a no acostumbrarme nunca a tenerlo tan cerca: en el sagrario, en mi alma en gracia.

Madre, me doy cuenta de que, si mantengo mi devoción a ti -a través del rezo del santo rosario, de tener una imagen tuya cerca, de llevarte en mi pecho en el escapulario- tú me irás recordando constantemente a tu Hijo, me lo irás dando a conocer cada día más, y no permitirás que ninguna tentación me aparte de Él.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.