Mateo 10, 17-22

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

«Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en sus sinagogas, y seréis llevados ante los gobernadores y reyes por causa mía, para que deis testimonio ante ellos y los gentiles. Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar; porque en aquel momento os será dado lo que habéis de decir: Pues no sois vosotros los que vais a hablar sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros. Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres para hacerles morir. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero quien persevere hasta el fin, ése será salvo.» (Mateo 10, 17-22) 

1º. Hoy se celebra la fiesta del primer mártir, San Esteban, «hombre lleno de fe y del Espíritu Santo» (Hechos 6,5), que fue uno de los siete primeros diáconos de la Iglesia.

«Esteban, lleno de gracia y de poder hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo». (Hechos 6,8).

Por eso, los jefes de diversas sinagogas le acusaron ante el Sanedrín -el consejo judío más alto de la época- pero «no podían resistir la sabiduría y el Espíritu con que hablaba» (Hechos 6,10).

En lugar de escuchar y aprender de Esteban, «al oír esto, ardían de ira en sus corazones» (Hechos 7,54), «taparon sus oídos y se lanzaron contra él y sacándole fuera de la ciudad le lapidaron» (Hechos 7,57-58).

Se cumplen en Esteban, al pie de la letra, las palabras del Evangelio de hoy.

Hoy sigue habiendo cristianos martirizados por su fe.

Los ha habido siempre.

«El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte» (C. I. C.-2473).

Sin embargo, lo más normal es que no sufra persecuciones de este estilo.

Sí, en cambio, puedo sufrir otro tipo de contratiempos por dar testimonio de la verdad de la fe: el desprecio, la indiferencia, la crítica injusta.

También hoy, Jesús, hay gente que prefiere taparse los oídos para no enterarse de tu mensaje.

 

2º. « ¡Influye tanto el ambiente!», me has dicho.

Y hube de contestar: sin duda. Por eso es menester que sea tal vuestra formación, que llevéis, con naturalidad, vuestro propio ambiente, para dar «vuestro tono» a la sociedad con la que conviváis.

Y, entonces, si has cogido ese espíritu, estoy seguro de que me dirás con el pasmo de los primeros discípulos al contemplar las primicias de los milagros que se obraban por sus manos en nombre de Cristo: « ¡Influimos tanto en el ambiente!» (Camino.- 376).

Jesús, como en los tiempos de los primeros cristianos, la sociedad en la que vivo no está para «temas espirituales».

Hay mucha competencia y, a la vez, mucha comodidad.

Lo que cuenta es triunfar en los negocios para tener una vida desahogada en lo material.

Y, luego..., « ¡a disfrutar que son dos días'.».

Este es el «ambiente» que, sin duda, influye.

«Por eso es menester que sea tal vuestra formación, que llevéis, con naturalidad, vuestro propio ambiente, para dar «vuestro tono» a la sociedad con la que conviváis».

Jesús, San Esteban pudo ir contra corriente porque te había seguido durante tu vida pública, porque había escuchado y meditado tus enseñanzas, porque te había pedido consejo en sus dudas y ayuda en sus luchas.

Yo también debo formarme bien, si quiero cristianizar el ambiente en el que me muevo.

Si soy constante en la dirección espiritual; si asisto con regularidad a medios de formación cristiana; si no dejo la oración; entonces podré decir con el pasmo de los primeros discípulos: « ¡Influimos tanto en el ambiente!».

Jesús, hace un día que has nacido, y ya me recuerdas que hay que luchar; y que hay que luchar sin tregua.

Pero vale la pena, porque sólo quien persevere hasta el fin, ése será salvo.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.