X Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 9, 9-13

Autor: Pablo Cardona

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

«Cuando partía Jesús de allí, vio a un hombre sentado en el telonio, llamado Mateo, y le dijo: Sígueme. El se levantó y le siguió. Estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y se pusieron también a la mesa con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al ver esto, decían a sus discípulos: ¿Por qué vuestro maestro come con los publicanos y pecadores? Pero él, al oírlo, dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Id y aprended qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio; pues no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.» (Mateo 9, 9-13) 

1º. Jesús, cada vez que aparece la llamada de un apóstol en el Evangelio, es una buena ocasión para acordarme de que yo también debo ser apóstol tuyo.

Al haber recibido el Bautismo, he recibido ya la misión genérica de santidad y apostolado que es propia de todo cristiano.

Me has llamado a ser santo y apóstol tuyo.

¿Cómo estoy cumpliendo mi misión?

«Él se levantó y le siguió.»

Hoy me pides que me vuelva a levantar, que salga de ese estado de tibieza -del «ir tirando» o «ir a medias»  en el que me quedo cuando descuido la lucha por vivir un plan de vida, por aprovechar el tiempo, por hacer apostolado, por hacer una pequeña mortificación cada día.

Un medio crucial para mantenerme de pie en la lucha, para seguirte y seguirte de cerca, es el examen de conciencia.

«Avanzad siempre, hermanos míos. Examinaos cada día sinceramente, sin vanagloria, sin autocomplacencia, porque nadie hay dentro de ti que te obligue a sonrojarte o a jactarte. Examínate y no te contentes con lo que eres, si quieres llegar a lo que todavía no eres. Porque en cuanto te complaces en ti mismo, allí te detuviste. Si dices ¡basta!, estás perdido» (San Agustín).

Si cada noche me pongo en tu presencia y hago un poco de examen de conciencia -dos o tres minutos- repasando cómo he vivido el día, me daré cuenta de por dónde flaquea mi vida espiritual, y podré volver a empezar una y otra vez.

Si cuido el examen de conciencia, con tu ayuda, podré mantener siempre una vida interior vibrante y encendida. 

2º. «Parecía plenamente determinado...; pero, al tomar la pluma para romper con su novia, pudo más la indecisión y le faltó valentía: muy humano y comprensible, comentaban otros. Por lo visto, según algunos, los amores terrenos no están entre lo que se ha de dejar para seguir plenamente a Jesucristo, cuando El lo pide» (Surco.-41).

Jesús, te acercas a Mateo no por casualidad, sino que ya habías pensado en él mucho antes para llamarle a ser uno de tus apóstoles.

A lo mejor Mateo no había pensado nunca en dejarlo todo por Ti, pero Tú habías pensado en él desde toda la eternidad, porque eres Dios y en Ti no hay pasado o futuro: todo es presente.

Y cuando piensas pedir algo a alguien, le das antes las gracias necesarias para que pueda responder.

Mateo estaba sentado en su mesa de recaudador de impuestos.

No era un trabajo bien considerado por algunos israelitas, porque era colaborar con la dominación romana, pero era un trabajo que proporcionaba una acomodada situación económica.

Se podría decir que Mateo «tenía la vida resuelta».

Mientras la muchedumbre te seguía porque acababas de hacer un milagro, Mateo estaba allí sentado, trabajando.

Y precisamente a él, al que no te estaba siguiendo, le vienes a buscar para llamarle.

Jesús, a lo mejor yo tampoco te seguía muy de cerca.

Pero sí me tomaba en serio mi trabajo, mi estudio.

A lo mejor tenía la vida más o menos «resuelta»: amigos, aficiones, trabajo, familia.

A lo mejor tenía novia o novio.

Y en estas circunstancias, apareces y me pides más: o incluso me pides que lo deje todo y te siga, como a Mateo.

¿Cómo voy a dejar todos esos amores terrenos, esos deseos e ilusiones buenas y nobles?

Jesús, sé que Tú me das la gracia necesaria para responder a lo que me pides.

Sé también que, respondiendo a esa llamada, seré más feliz que siguiendo mis propios intereses.

Ayúdame a responder siempre que sí a lo que me pidas. 

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.