“Negarse a sí mismo y cargar con la cruz”.

XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Pedro Crespo 

 

 

Estamos en el domingo XII del tiempo ordinario. En este domingo se nos viene a interpelar sobre quién es Jesucristo para nosotros y cómo es nuestro cristianismo. 

1º.- ¿Quién dice la gente que soy yo? - Dice Jesucristo -.

 

San Pedro le dice que es el Mesías de Dios.  

Y para ti ¿quién es Jesús? ¿Cuál es tu respuesta más intima?. Una respuesta que no sea aprendida, sino vital. ¿Es significativo Jesús para tu vida? ¿Está presente en tus pensamientos, deseos, opciones, actitudes y actos? O ¿es simplemente una referencia social, un sentimiento recurrente en momentos más difíciles?. Fíjaos que es sustancial lo que cada uno responda a esta pregunta. Todos tenemos una respuesta, aunque no esté verbalizada. Tendríamos que conocer nuestra respuesta y saber contrastarla con el Evangelio, por si tenemos que purificar nuestra imagen de Jesús. 

Jesús dice de él mismo que tiene que padecer, ser desechado por los sumos sacerdotes, que su destino es morir para luego resucitar. Es decir, deja claro a sus discípulos que su ser y su misión pasan por la cruz. Es un gran misterio de la personalidad de Cristo: el hecho de asumir libremente la muerte y la cruz. Sin este misterio no podemos comprender a Cristo.

Es claro que según sea la concepción que tengamos de quien es Jesucristo así entenderemos nuestro cristianismo.

 

2º.- ¿Qué es ser cristiano?

 

Pues es tener una respuesta, a la llamada que Dios nos hace, reconociéndole como lo más central de nuestra vida. Podemos tener diferentes ideas sobre lo básico de la religión: ideas más estáticas o dinámicas, ideas del ser o el hacer cristianos, más ontológicas o  más existenciales. Ser cristiano o vivir como cristiano. Nos interesan las dos visiones. 

En la segunda lectura se nos dice que somos Hijos de Dios por la fe, que estamos incorporados a Cristo por el Bautismo, que estamos revestidos de Cristo. Por el hecho de estar bautizados somos ya cristianos. Esto es cierto; pero puede suponer una concepción automática del sacramento (el bautizado ya no tiene que hacer nada más), una concepción mágica, que por hacer determinados ritos ya está todo solucionado. Esto no es el sacramento cristiano, que para realizarse requiere la colaboración del hombre. Pero esto no está claro en los que piden el bautismo para sus hijos. De tal manera que estamos tristemente acostumbrados a ver que no todo bautizado es cristiano. Es decir, se requiere que ese ser, que somos, se haga existencia concreta en nuestra vida, con la colaboración de quienes reciben el sacramento y de la labor educativa de los padres. Hay una concepción insuficiente del ser cristianos (estática, ontológica). 

Por eso ser cristiano es, además de estar bautizado, seguir a Jesús; “el que quiera seguirme...”, dice Jesús en el evangelio; es pues una actitud dinámica, que supone una identificación o asimilación. Cristo es nuestro modelo, a quien nos tenemos que parecer en actitudes y actos. 

Las lecturas de este domingo dejan claro que el seguimiento a Jesús requiere, entre otras muchas cosas, asumir el sufrimiento:  

- “el Mesías tiene que padecer”, dice el Evangelio;

- también en el Evangelio: “el que quiera seguirme que se niegue a sí mismo y cargue con su cruz cada día”;

- el Señor nos da la gracia para poder mirar al que atravesamos con nuestros pecados, dice la primera lectura. 

Para seguir a Jesucristo hay que asumir el sufrimiento que ello conlleva. Seguir a Jesucristo es entrar en comunión con su destino, que no fue otro que la cruz. Es cierto que triunfó sobre la muerte y la cruz; pero, en primer lugar, su destino, irrenunciable para sus seguidores, es la cruz. 

¿Qué cruz tomar?. Hay sufrimientos injustos y evitables, los que se deben al pecado de los hombres y los que se deben a limitaciones de la naturaleza, que el hombre está llamado a desvelar (enfermedad). Por eso yo creo que se refiere al sufrimiento que se vive cuando uno siguiendo a Jesucristo, queriendo ser coherente, choca con el mundo. Todos hemos de cargar con las cruces que nos proporciona la vida y la edad; pero, además, hemos de decidirnos, en este mundo nuestro, cada vez menos cristiano, a “perder la vida por la causa de Jesús”. ¡Qué necesitado está nuestro mundo de personas que den testimonio a la hora de afrontar la cruz; qué necesitado de personas que “pierdan” (la vida, la salud, el prestigio, los años, el tiempo, los bienes...) por la causa de Jesús!.