“Libertad: poseerse para darse”.

XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Pedro Crespo 

 

 

                Estamos en el domingo XIII del tiempo ordinario. Hoy la celebración es una invitación a dejarlo todo para seguir a Jesús y conseguir la libertad; pues ser cristiano no es sólo estar bautizado, sino que es un seguimiento de Cristo, un proceso de identificación con él, con su vida, con su misión y con su destino. Quizá la libertad se consigue dejando cosas. Es como si tuviésemos que hacer un largo recorrido, provistos de lo indispensable, y hay que dejar “peso”, para poder hacer el camino. Veremos qué cosas en concreto.

 

El texto del Evangelio nos habla de cómo Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén; tomó la decisión de enfrentarse con su pasión y muerte, de un modo libre y consciente. Este texto dice, también, lo radical que es el seguimiento a Jesucristo; para seguirle hay que dejar:

 

Ø  La violencia: ante la no acogida de Jesús: “déjanos pedir que baje fuego del cielo y que acabe con ellos”. Nuestro modo de evangelización nunca puede ser a “la fuerza”, sino por la suave persuasión del testimonio personal. ¡Ojalá nada “fuerce” a nadie a seguir a Jesús! ¡Cuántos cristianos quedan aún forzados por las circunstancias!

 

Ø  Las comodidades: “El hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Es claro, aunque no es el espacio para desarrollarlo más, que la sociedad del bienestar ahoga y dificulta la dimensión religiosa del ser humano. El sacrificio, la renuncia, la ascesis... son caminos hacia Dios. Hay que tener cuidado de que las cosas no terminen por dominarnos y poseernos.

 

Ø  A los muertos, que “los muertos entierren a sus muertos”. Es éste un deber importante en la piedad judía y cristiana; pues mayor en importancia es la exigencia del Reino. ¡Cuánta gente hay que ante la muerte de un familiar se sienten lejos de Dios! A los muertos hay que enterrarlos, y hay que curar las heridas que produce la muerte... pero el reino es una realidad más vital que cualquier otra experiencia humana.

 

Ø  La familia y no mirar atrás, como hizo el profeta Eliseo, que vemos en la primera lectura, que “quemó las naves” para no volverse atrás, quemó los aperos y sacrificó los bueyes, su herramienta de trabajo. Otras dos realidades que nos atan: la familia y el pasado.

 

El reino es una fuerza mayor, que además es integradora de todo lo que uno va dejando por seguir a Jesús: El reino te da formas de no violencia, te da comodidades internas (más capacitantes que las exteriores), te da esperanza ante la muerte, te da una nueva familia, te cura el pasado...

 

Las exigencias del Reino son grandes, hay que dejar familia, seguridades, comodidades, hay que enfrentarse con el problema del sufrimiento, con la cruz; pues Jesús dice todas estas exigencias cuando ha decidido ir a Jerusalén. Pero aunque sean grandes la exigencias, no son mutiladoras de la felicidad y la personalidad humana; al contrario, ayudan a encontrarla.

 

Ser cristiano es, pues, todo un proceso hasta conseguir la libertad de los hijos de Dios, esa es nuestra auténtica vocación. Pero, ¿qué es la libertad?. La libertad no es hacer lo que uno quiere, lo que le pide el cuerpo, porque uno acaba siendo esclavo de sus caprichos o de su voluntad, sino que la libertad es poseerse para darse a los demás. Uno se posee a sí mismo cuando no es esclavo de nada externo o interno. El poseerse no es para ser egoísta, sino para darse a los demás.

 

Dice San Pablo en la segunda lectura:

 

Ø  no os sometáis al yugo de la esclavitud”, esclavitud que puede ser exterior (la que nos viene impuesta por los demás: dictadura) o interior (la que nace de nuestro propio pecado: vicio).

 

Ø  “Ser unos de otros esclavos por amor”; el amor es el centro de la libertad, sin libertad no puede haber amor y sin amor la libertad es una falsedad; la libertad sólo hace el bien. Esto es lo que quiere decir la segunda parte de la definición de libertad que os comento: “poseerse, para darse”. No hay mayor libertad que la libertad que se entrega a los demás por amor.

 

Ø  “Andad según el Espíritu y no según la carne... pues no hacéis lo que quisierais”. La carne esclaviza, el Espíritu, libera.

 

Podemos decir para concluir que ser cristiano es todo un proceso de personalización y liberación: Dejarlo todo para conquistar lo fundamental. La mayor libertad es la conquista de uno mismo. ¡Qué descubras qué  es lo que tienes que dejar para poseerte y darte a los demás!.