XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

“Es tu distancia, estando cerca, la que más duele”

Autor: Padre Pedro Crespo 

 

Nota previa: Esta homilía está inspirada en la parábola del Hijo Pródigo, por lo que el Evangelio de este domingo habría que leerlo completo, ya que esta parábola se presenta como opcional. 

Es tu distancia, estando cerca, la que más duele. Creo recordar a José Luis Perales cantado esta canción. En el contexto de una relación de pareja, en la que se ha instalado la rutina, quizá la infidelidad, donde el amor primero se va apagando... aunque se sigue compartiendo casa, cama y mesa... esta frase, en el mejor de los casos, es un lamento que constata dicha situación de una distancia casi insalvable.

 

Imaginar al Padre de la parábola dirigiendo esta frase al Hijo Mayor. Todo depende del tono empleado. Pensar, por ejemplo, que el Padre, para no desvirtuar su ser Misericordioso, lo dice en tono de súplica, mostrando el dolor de ese vacío: “Es tu distancia, estando cerca, la que más duele”. “El Padre salió...”: Es la actitud que más destacan el conjunto de las parábolas. Sale a esperar al hijo pródigo, sale a buscar la oveja perdida (hoy había que decir que son 80 las que se han perdido), también “sale” a persuadir al hijo mayor. “Hijo mío, tú estás siempre conmigo...”, pero siempre has guardado las distancias..., no te dejas abrazar..., no quieres que te perdone (piensas que no hay nada que perdonar)..., cumples con todo muy bien, pero nuestra relación es más bien tibia..., se ha enfriado el amor primero..., no te dejas transformar..., estás lleno de rutinas sin vida ni pasión..., todo por la costumbre, por la presión social..., ¿es que no te seduce mi amor?, ¿no te desarma mi misericordia?... Si, al menos, hubieses tenido valor para marcharte lejos... “El Padre intentaba persuadirlo, pero él se indignó y se negaba a entrar”.

 

¡Cómo me gustaría que la parábola terminase de otra forma! El pueblo de Israel, representado en este hijo, se cierra a Dios ante la entrada de otros que vienen de lejos. ¿No estará pasando hoy algo parecido en nuestra sociedad, tradicionalmente católica? ¡Católicos, pero guardando las distancias con respecto a Dios y a su Iglesia!

 

No me olvido que hay cristianos que estarán viviendo el proceso del Hijo Pródigo: Abandonando la casa paterna, perdiéndose en el derroche de la propia vida, con nostalgia del hogar y de los brazos del Padre, tomando la grata decisión del volver... Ni de los cristianos que han descubierto que ellos están llamados a ser “Padres Misericordiosos”, manifestadores del amor y del perdón de Dios, descubridores del sufrimiento que produce el amor gratuito que no quiere ser aceptado... Me centro a propósito en el Hijo Mayor, pues creo que es el que representa a la mayoría de los cristianos actualmente.

 

“Es tu distancia, estando cerca, la que más duele”. Del cien por cien de católicos (¿el 90 % de la población española?), un 70% se acercan a la iglesia para pedir sacramentos en momentos puntuales de su vida: Bautismo, primera Eucaristía (Si Pío X viera a lo que ha quedado reducida su idea de la primera comunión a los niños), también la Confirmación, las Bodas, las Exequias de familiares... ¡Dios mío!, es que ni saben cómo ponerse, ni que contestar, algunos ni saben seguir el Padre Nuestro (eso sí a la última de vestidos, de maquillajes, cámaras de fotos y vídeos...) viven al margen de todo esto, sin situarse frente a la Iglesia, menos frente a Dios, pero con la falta de una decisión clara, personal, comprometida, por Dios, por su mensaje, por sus criterios, por su Iglesia. Y lo peor de todo es que no ven ninguna distancia con respecto a Dios, porque creen que la religión son las sensaciones, los sentimientos que ellos tienen. El Padre invitándoles a la fiesta y ellos “se la montan” por su cuenta.

 

“Es tu distancia, estando cerca, la que más duele”. Aproximadamente un 40% (aquí en Daimiel) está apuntado a alguna hermandad o cofradía. Apuntado quiere decir lo que dice la palabra; es decir, no significa necesariamente que participe de su espíritu (el que reflejan sus estatutos, por ejemplo). A veces, desgraciadamente, se sitúan en su cofradía frente a la Iglesia, marcando las distancias. Olvidan que sin la Iglesia no se puede estar cerca de Dios. Recuerdo que en una reunión arciprestal, hablando de los “alejados”, dijo un sacerdote (¡con mucha lucidez!) que, hoy, los alejados, están en las hermandades y cofradías. Bajo los mantos de la tradición han hecho costumbre la relación con Dios, pero carecen de la verdadera pasión que vitaliza y transforma la vida desde los criterios del Evangelio. El Padre invitándoles a la fiesta y ellos “se la montan” por su cuenta, con banda de música y todo.

 

“Es tu distancia, estando cerca, la que más duele”. Cerca del 20% nos declaramos “practicantes”, pues venimos normalmente a la Eucaristía dominical. Pero también guardamos las distancias con respecto a Dios: que no me comprometa mucho, que no me exija demasiado, que no cambie mis comodidades, que no me pidan cambiar de modo de pensar, que no me saquen de mi rutina... Y, mientras tanto, lo brazos del Padre invitando a la fiesta y abiertos para el abrazo. ¡Un mundo por descubrir!

 

¡Me gustaría que la parábola terminase de otra manera! Creo que la vida de tanta gente, a la que me he referido, puede terminar de otra manera. Quiero ver el día en que el Hijo Mayor se apunte a la fiesta del Padre, olvidando los resentimientos. Quiero ver el día en que tantos cristianos vivan convencidos personalmente de lo que hacen y piden en la Iglesia, en el que tantos cristianos tengan verdadera pasión por Dios y por su Iglesia, en el que tantos cristianos salgan de la rutina de sus vidas y se arriesguen a acudir a la fiesta... quiero ver el día en el que se supere la distancia que le hemos marcado a Dios.