XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

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Autor: Padre Pedro Crespo 

 

Las lecturas de este domingo XXVI del tiempo ordinario son, como las del domingo anterior, una condena de la riqueza: 

-          El evangelio nos relata la parábola de rico epulón (que significa el que come y se regala mucho; hasta hace poco yo pensaba que ése era su nombre). Nos cuenta esta parábola cómo el rico se va al infierno y el pobre Lázaro se va al cielo, a consecuencia de la vida que ha llevado cada uno en la tierra. El rico no se compadeció del pobre.  

-          En la primera lectura vemos una condena de los ricos, que mantienen su confianza en las prácticas religiosas (“Ay de los que se fían de Sión, confían en el monte de Samaría”) pero se olvidan de los desastres de José. “Os acostáis en lechos de marfil, tumbados sobre las camas, coméis de los carneros del rebaño y las terneras del establo; canturreáis al son del arpa, inventáis como David instrumentos musicales, bebéis vinos generosos, os ungís con los mejores perfumes, y no os doléis de los desastres de José”. 

¿Por qué se condena la riqueza y a los ricos en el evangelio? 

           Porque se ha obtenido de un modo injusto, como apuntaba la primera lectura del domingo pasado. Los métodos ilegales e inmorales: robos, malversación de fondos, explotación de los pobres (reduciéndoles el salario, explotándoles sus materias primas)... son condenables desde el evangelio por la falta de amor y de justicia. 

También se condena la riqueza (material y espiritualmente hablando), porque está motivada o lleva a una gran autosuficiencia. Quien todo lo tiene, cree que todo lo puede y no necesita de Dios, ni de los demás. La riqueza considerada en sí misma no es mala. Dios puso los bienes en la tierra para que el ser humano se sirva de ellos. Pero la situación a la que es llevada una persona que se deja dominar por la riqueza, por los bienes materiales, si es negativa, porque te encierra en ti mismo y te hace distante de Dios y de los demás.  

            Lo que nos vienen a decir las lecturas de hoy es que se condena al rico porque el rico es un egoísta que se olvida de los demás. Se condena no al rico, sino su insensibilidad con los pobres. “No os doléis de los desastres de José”, nos recuerda la primera lectura, mientras se están pegando una buena vida. Lo mismo que hizo el rico epulón con el pobre Lázaro, nada, ni caso. 

¿Dónde está el umbral para ser rico y no pobre? Es difícil de situarlo en una cantidad o en otra, porque siempre depende de en comparación con quien se hable. En comparación con los del Tercer Mundo, todos somos ricos. La cuestión no es, por tanto, dónde me sitúo yo, si en los pobres o en los ricos, sino cuál es mi disposición ante las necesidades de los demás. No se trata tanto de un sentimiento con respecto a los pobres, sino de una ayuda eficaz. 

La importancia de compartir con los que tienen necesidades radica en el hecho de que somos hermanos y tenemos que estar centrados en la vida no en el “yo”, si no en el “tú”. El amor nos coloca en la perspectiva del otro y de sus problemas y necesidades. El problema no es, pues la riqueza, si no la falta de amor. 

¡Que el Señor nos haga pobres necesitados de Dios y de los demás!. 

Riqueza empobrecedora 

¿Por qué tan lleno me siento

cuando Tú Te hablas en mí,

si, tan luego que Te oí,

queda vacío mi dentro

al ver que no eres el centro

de los que yo tanto quiero?

¿Por qué me pones a cero

si antes me pusiste a cien...?

¿Será, Dios, que es malo el bien

si no es bien del mundo entero?

 

 

No merezco ni migajas

de tu generosa mesa,

si no me punza ni pesa

envolver ricas alhajas

con las desgranadas pajas

de los lázaros humanos.

¡Qué se me rompan las manos

y se me oxiden los oros,

si no los hago tesoros

a compartir por mis hermanos!

 

Cuando, del oro poseso

y de la propia despensa,

en el hambriento no piensa

el epulón de progreso,

su corazón pierde peso

mientras su cerdo lo gana.

¡Qué podrida su manzana

y qué pecado su pan,

por no comerle el afán

de hacerse una mesa humana!

 

Juan Sánchez Trujillo, en “Misterio seductor”. (Poema seleccionado en la sección “Hechas en Casa”, presentaci