XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
“No sabemos ni el día ni la hora”.
Autor: Padre Pedro Crespo
“No sabemos ni el día ni la hora”.
Las lecturas de este domingo XXXIII del tiempo ordinario son difíciles de comentar. Estamos en el final del año litúrgico; año que comienza en el adviento y termina en el domingo de Cristo rey del universo, que celebramos el próximo domingo. Al final del año, como al final del tiempo, se nos habla de realidades últimas: del final del mundo; por eso la dificultad de hablar de este tema.
La primera lectura habla del
final del mundo y de una especie de juicio final, en el que
los malvados serán paja que se
quemará y a los que honran el nombre de Dios los iluminará un sol de
justicia que lleva la salud en las alas.
En la segunda lectura escuchamos
como algunos habían dejado de
trabajar y San Pablo les dice que quien no trabaje que no coma.
El motivo de dejar de trabajar era
la inminencia, la proximidad, de
la llegada del reino de Dios, del final del mundo.
En el texto del evangelio vemos
que se pregunta a Jesús: ¿Cuándo
sucederá todo eso? y ¿Cuál será la señal de que todo eso está para suceder?.
Jesucristo no contesta a la
primera pregunta, porque, como dice en otro pasaje,
no sabemos ni el día ni la hora.
Si contesta a la otra pregunta. Las
señales que tenemos son:
-
Que algunos vendrán en su nombre
diciendo que está por suceder. Al final de los milenios, pasado el año 2000,
es relativamente normal que aparezcan grupos sectarios diciendo que el final
del mundo es inminente. No hay que
hacerles ni caso.
-
Habrá guerras, revoluciones, terremotos, epidemias y hambre.
Como veis son señales que se dan en nuestro mundo actual; claramente algunos
pueden pensar por ello que el final del mundo está cerca.
-
La tercera señal que da Jesucristo es que perseguirán a los cristianos y los
odiarán por causa de mi nombre.
Me quiero detener en esta última señal.
¿Nos persiguen a nosotros por ser
cristianos? Creo que no; no hay miedo, no está por llegar el final del mundo.
Pero deberíamos pensar que, si somos
auténticos cristianos, algún tipo de incomprensión o persecución tendríamos
que sufrir. Fijaos que esta advertencia de Jesús
no es una idea aislada en el
evangelio si no que es una constante advertencia de Jesús a sus seguidores:
- Mt 13, 20- 21: en la parábola del
sembrador: “el pedregal es el que oye
- “He aquí que os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes
como las serpientes y sencillos como las palomas”. Prudentes como las
serpientes, que son animales cobardes, huyen siempre. No hay que buscar la
persecución.
- “Seréis aborrecidos por todos a causa de mi nombre, más el que persevere
hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad huid a otra”.
- “No temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma”.
- Mc 10, 28-30: es una cita curiosa. “En verdad os digo que quien deja casa,
hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o tierras por mí o por el Evangelio,
recibirá el ciento por uno ya en este mundo, en casas, hermanos,
hermanas, con persecuciones... y en el siglo venidero la vida eterna”.
- Jn 15, 18-21: “Si el mundo os odia, sabed que me odió a mí antes que a
vosotros”.
De modo que es una constante promesa, como garantía del seguimiento a Jesús.
La verdad es que actualmente en pocos sitios se persigue a la gente por sus
ideas religiosas. Y ya no se mata a nadie en razón de tales “abstracciones”.
Hoy los motivos de condena tienen que ver mucho más con la justicia que con
la religión. Pero vivir
cristianamente en nuestros ambientes si supone un choque con quienes viven
desde otros valores.
No hay que hacer nada más que mirar el panorama
político actual de España para comprobar como la
doctrina de
Las lecturas de este domingo nos vienen a decir que
el final del mundo llegará, que
no sabemos ni el día ni la hora,
que habrá catástrofes y se
perseguirá a los cristianos.
Pero no hemos de vivir el tiempo con angustia, sino con confianza en Dios y
perseverando unidos a él hasta el final. Fijaos como vivía San Pablo las
persecuciones que él vivió:
1 Cor 4, 13:
“Insultados, bendecimos; perseguidos, lo soportamos; difamados, respondemos
con bondad”.
2 Cor 4, 8-10:
“Estamos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no
desesperados; perseguidos, pero no abandonados; desechados, pero no
aniquilados; llevamos siempre y por doquier en el cuerpo los sufrimientos de
la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en
nosotros”.
Que el Señor nos ayude a vivir con confianza y coherencia el tiempo que nos
concede.