I Domingo de Adviento, Ciclo A

“Estar en vela es estar preparados”.

Autor: Padre Pedro Crespo 

 

Comenzamos este nuevo año litúrgico con el tiempo del Adviento. Sabéis que Adviento es una contracción de Advenimiento, que quiere decir que está por llegar Jesús. En este tiempo de adviento recordamos que Jesús viene a nosotros y nos preparamos para recibirle en Navidad y al final de la vida. Recordamos, pues, su doble venida: la primera cuando se encarnó y vivió entre nosotros como hombre; la segunda cuando venga al final de los tiempos para juzgar al mundo. 

El Adviento es tiempo de esperanza, tiempo en el que celebramos todo lo bueno que está por venir a nuestra vida para sacarnos de todas las situaciones negativas que vivimos. Vemos en la primera lectura una visión de Isaías que dice: “Al final de los días... confluirán hacia Jerusalén de todos los pueblos... Dios nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas... De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas”. Así ve Isaías ese futuro esperanzador y pacificador que nos aguarda. 

El Papa, Benedicto XVI, tiene anunciada una encíclica sobre la Esperanza. Con el buen sabor que nos dejo “Deus caritas est” sobre el amor, la esperamos con expectación. El viernes, 30 de Noviembre se hace pública: “Spe salvi”. 

El Adviento es tiempo de preparación o de vigilancia. La segunda lectura nos dice: “La salvación está cerca. Es hora de espabilarse. Conduzcámonos como en pleno día”. Y en el texto del Evangelio: “Estad en vela porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Estad preparados”.  

¿Cómo estar preparados o en vela? Estas expresiones hacen referencia a que tengamos conciencia del momento en que vivimos y lo vivamos con responsabilidad; es decir, asumiendo las consecuencias de nuestro vivir. Para explicar esta actitud de vigilancia recurrimos a la comparación de tener preparada la casa para recibir a una visita importante: hemos limpiado todo, hemos recogido los trastos que estorban, hemos colocado las cosas y estamos esperando que llegue la visita. 

(Los párrafos siguientes están entresacados de un libro de Cáritas; y comentados por mi)

 

Velar no es estar a la expectativa y preguntarse qué va a pasar. Tampoco es mirar el horóscopo o echar las cartas de la suerte. Velar es escuchar la Palabra, mirar en profundidad a las personas, leer los signos de los tiempos, de los acontecimientos, de la historia, captar la ruta de las mociones del Espíritu. Saber interpretar los signos de los tiempos a la luz de la Palabra de Dios. Igual que el que acumula experiencia, tiene recursos ante los nuevos acontecimientos, quien conoce la Palabra de Dios, tiene criterios evangélicos ante la vida diaria. 

Velar es amar. El que ama tiene siempre el corazón en vela. El amado puede venir en cualquier momento, o habrá que salir en su busca. El que ama, aunque duerma, está despierto. El que ama siempre está vivo y capta desde lejos los pasos del amado. Quien ama está siempre despierto para el ser amado: centrado en él, pendiente de sus necesidades... pero sin agobiar, dejándole espacio para el crecimiento y la libertad. 

Velar es creer. El que cree tiene su mente despierta. Sabe que Dios tiene muchas formas de hablar, hasta con silencios. Quiere conocer más y mejor la verdad, acercarse al misterio, a todos los misterios, el de Dios, el de las personas, el de la historia, el de la vida. La fe capacita para la vigilia, pues nos hace ver la vida desde esta hermosa perspectiva: la venida de Jesús, el encuentro con él. 

Velar es esperar, siempre y en todo esperar. No una espera pasiva, claro. Se trata de una espera activa y comprometida. Velar es comprometerse. Es la espera del agricultor o de la mujer embarazada. Saben que el fruto llegará a su tiempo. Es la espera de todos los que luchan por cambiar las cosas, soñando por el mundo nuevo, por el reino de Dios. La esperanza siempre es un acicate para el compromiso. Entre los dos siempre hay una proporción creciente. 

Velar es orar, porque el objeto de nuestra esperanza no depende sólo de nosotros. La iniciativa es siempre de Dios; más que hacer cosas para estar en vela hay que dejar que Dios obre en nosotros. El mejor compromiso del vigilante es la oración, porque en ella se incluye el amor, la fe y la esperanza. El que ora, cree, ama y espera. El que ora trabaja como el primero para cambiar las cosas. El que ora se convierte en semilla del futuro. El que ora terminará adelantando el futuro. 

Pues al comenzar este año el tiempo de Adviento, que encontremos momentos especiales para prepararnos y estar en vela; que fomentemos actos que potencien nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad, que saquemos tiempo para hacer oración.