Bautismo del Señor
“Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Con la fiesta del Bautismo de Jesús terminamos las fiestas de Navidad.

El Bautismo de Jesús es como una nueva Epifanía, una nueva manifestación de Dios [Manifestación de la Trinidad]. Si en la Epifanía recordamos que Dios se da a conocer en un Niño, hoy, en el Bautismo de Jesús, Dios Padre manifiesta la predilección por su Hijo. Dice el texto del Evangelio que el Espíritu Santo descendió en forma de paloma y se escuchó una voz del Padre: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. 

Pero ¿qué significa que Jesús se bautizara?. Por nuestro bautismo se nos quita el pecado original; por el bautismo de Juan el Bautista se expresa la conversión; Jesús no necesitaba ningún bautismo, pues no tenía pecado. Se hizo semejante en todo al hombre, menos en el pecado. Sólo se puede comprender este gesto de Jesús como un acto de solidaridad con los hombres. Jesús no tiene pecado, pero va a cargar con el pecado de la humanidad; y lo hace, a partir de este momento de un modo público; aquí comienza su misión. Este acto es como el programa de su misión. 

Las lecturas nos señalan la misión de Jesús y cómo es elegido por Dios Padre: 

a.- Elección por parte de Dios Padre: 

1ª Lectura: “mi elegido a quien prefiero... te he llamado, te he tomado de la mano”. 

2ª Lectura: “ungido por Dios [la unción es signo de elección divina, como, por ejemplo, en el bautismo de los niños], con la fuerza del Espíritu Santo”. 

Evangelio: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”. 

b.- Misión de Jesucristo: 

1ª Lectura: Siervo elegido por Dios para traer el derecho a la tierra sin vocear, con misericordia; para liberar a los ciegos y a los cautivos. 

2ª Lectura: “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo”. 

Nos recuerda este modo de anunciar su misión al pasaje de Isaías que leyó Jesús en la sinagoga: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar la libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor ”.

Evangelio: su misión la comienza a realizar públicamente en un bautismo general, sin necesitarlo, sin llamar la atención, en la fila, cargando con el pecado de la humanidad y sumergiéndolo en las aguas purificadoras. 

Al recordar el bautismo de Jesús recordamos que nosotros también estamos bautizados; es decir, estamos injertados en Cristo, incorporados a su vida, sumergidos en su ser. Participamos por medio del bautismo de su muerte y de su resurrección; participamos de su misión. Nos podíamos preguntar en el día de hoy ¿cómo vivimos nosotros nuestro bautismo?. ¿Estamos nosotros complicados en la misión de anunciar la Buena Noticia a los pobres?. 

Decía San Pablo en la segunda lectura que Dios no hace distinciones, acepta a quien practica la justicia. Podíamos decir que Dios no mira si una persona está bautizada o no, sino si practica la justicia; porque el bautismo, como cualquier sacramento no funciona automáticamente, no nos salva sin nosotros. Porque estamos bautizados tendríamos que implicar nuestra vida en el anuncio de la Buena Noticia. 

Si nos dijeran que no estamos bautizados correríamos, probablemente, a pedir el ritual del bautismo. ¿Y si nos dijeran que no se nos nota que somos cristianos? ¿Correríamos igualmente a vivir en el evangelio en todas las dimensiones de nuestra vida? 

Han dicho públicamente que somos cristianos, ha comenzado nuestra colaboración con la misión de Jesús.