Solemnidad de la Ascensión del Señor
San Mateo 28, 16-20: “Jesús está con nosotros hasta el fin del mundo”.

Autor: Padre Pedro Crespo   

 

 

Celebramos la Ascensión del Señor Jesús a los cielos:

 

-          Aunque deberíamos tener presente que el cielo no está arriba, que es un modo de hablar. Todas las realidades de la otra vida no tienen tiempo ni espacio; por eso el cielo no es un lugar sino un estado.

 

-          La “ascensión” hace referencia a que Jesucristo va al cielo por sus propias fuerzas, la Virgen María no asciende es asunta (“asunción”). Jesucristo sube por sus propias fuerzas, aunque la ascensión es parte de la glorificación, de la exaltación de Dios Padre a su Hijo Jesucristo: quien había bajado hasta lo mas bajo (“bajó a los infiernos”) es subido a lo más alto (“el cielo”).

 

-          Así Jesucristo está en comunión con Dios Padre; al ascender, entra en comunión con su Padre. Quizá así podamos comprender que el cielo no es un lugar sino un estado, una forma de existir, que es estar en comunión con Dios.

 

La victoria de Cristo es nuestra victoria. Si Cristo resucitado ha ido al cielo, allí también esperamos ir nosotros.

 

San Pablo suele utilizar la imagen del Cuerpo de Cristo para expresar la unidad y comunión que existen entre todos los miembros. Pues si decimos que Jesús es la Cabeza del cuerpo y que nosotros somos sus miembros, solemos decir que por donde pasa la cabeza, pasa también el cuerpo. Si Cristo ha llegado a la gloria del Padre, los miembros de su cuerpo, que somos nosotros, también llegaremos a la gloria de Dios.

 

A este propósito decía San Pablo en la segunda lectura: “que Dios ilumine los ojos de vuestro corazón para que lleguéis a conocer a Dios, para que comprendáis la esperanza a la que os llama, la riqueza que da en herencia a sus hijos”. Que, en la victoria de Cristo, podamos comprender cuál es nuestro destino en Dios.

 

Cristo está en el cielo en comunión con Dios Padre y su victoria es nuestra victoria. Hemos vencido con Cristo, pero esa victoria todavía no se ha hecho realidad en nosotros, hemos de incorporarnos a ella con nuestro esfuerzo y la gracia de Dios.

 

Por eso podemos decir que, ahora que Cristo se ha marchado, comienza el tiempo de la responsabilidad de los cristianos:

 

-          Vemos en la primera lectura: “Recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo” y “Galileos ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”. Hay que continuar la misión de Jesús mirando al cielo, pero con los pies bien puestos en tierra.

 

-          Y dice el evangelio:Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo... y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Cristo nos deja la misión, pero continúa presente entre nosotros para darnos fuerza en la tarea.

 

Es tiempo, por tanto de asumir nuestra responsabilidad en difundir el mensaje del evangelio por toda nuestra persona y por todas las personas. ¡Qué difícil! porque estamos acostumbrados a vivir la religiosidad de un modo individualista e intimista. Sólo hacemos pública nuestra fe en espacios cultuales: celebraciones y procesiones; pero la escondemos en los momentos en que puede quedar comprometida nuestra relación con los demás.

 

Hemos sido incorporados a la persona de Cristo, hemos sido incorporados a la victoria de Cristo. Esta realidad debe ser “sabia” que divinice nuestra vida y nuestra sociedad; es decir, que haga realidad el cielo en nuestras relaciones.

 

Hoy se nos invita por tanto a celebrar la victoria de Cristo, que está en el cielo con Dios. También se nos invita a contemplar cómo nosotros hemos vencido con Cristo y también llegaremos al cielo. Y también se nos invita, mientras llega la realidad definitiva del cielo, a difundir el mensaje del evangelio entre todas las personas y las circunstancias de nuestras vidas. 


ASCENSIÓN DEL SEÑOR – Ciclo A[1]

4 de Mayo de 2.008

 

Para tu reflexión:

 

“Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado” (Mt 28, 16)

 

Si quieres gozar la Sabiduría para conocer a Dios, tienes que ir a Galilea; si quieres que los ojos de tu corazón se iluminen para comprender cuál es la esperanza a la que Dios te llama, tienes que ir a Galilea; si quieres pregustar la gloria a la que Dios te convoca, tienes que ir a Galilea; si quieres experimentar la grandeza del poder de Dios que resucita a Jesús de entre los muertos, tienes que ir a Galilea; si quieres encontrarte con Dios que está detrás de ti a cada instante, tienes que ir a Galilea; si quieres descubrir el sabor de la vida que plenifica y realiza al ser humano, tienes que ir a Galilea. ¡Galilea!, donde todo comienza a ser posible, ¡de nuevo!.

 

Si ya estuviste en Galilea y todo se te queda como muy irreal y lejano, como muy abstracto e imposible, como muy viejo y vacío, como muy iluso e impersonal, como muy sabido y pasado, como muy repetitivo y manido... hoy puedes decidirte a volver a Galilea; ¡allí estamos convocados de nuevo!. Pero tendrás que dejar Judea y el templo, con su poder y su culto, con su seguridad, para vivir la novedad de lo de siempre, que aún no conoces. Se te regalarán nuevas gracias para subir a todos los montes de nuestra historia: te volverás a desposar con la voluntad de Dios en el Sinaí, adquirirás una “visión” (los ojos de Dios en tu corazón) divina con el sacrificio de tu nuevo hijo en Moria,  aprenderás a proclamar con tu vida la Buena Noticia en el Monte de las Bienaventuranzas, verás en el Tabor la presencia de Dios que se te desvela, se te pedirá de nuevo la entrega de tu vida en el Gólgota... Por el camino, en los encuentros, irás realizando la Misión, y la Luz de los ojos de tu corazón te concederá palabras para convocar a todos a Galilea y te dotará de fuerzas para subir una y otra vez al monte, al encuentro con Dios, junto con todos los que te acompañan.

 

Si lo prefieres, quédate ahí, plantado, mirando al cielo, hasta que pierdas el criterio del tiempo que va a hacer mañana, hasta que confundas el juicio sobre lo que hay que hacer hoy. Pero recuerda “los discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado”.


[1] Publicado en la Hoja Diocesana Con Vosotros de este día.