Fiesta. Sagrada Familia de José, María y José
Juan 20, 2-8: “La familia, escuela de humanidad y transmisora de la fe”

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

En este último domingo del año 2.008, celebramos la fiesta de la Sagrada familia: Jesús, María y José, que proponemos como modelo de nuestras familias cristianas. En esta fiesta, desde hace años, la Iglesia tiene instituida una jornada sobre la familia. El lema de este año dice: “La familia, escuela de humanidad y transmisora de la fe”.

 

Escuela de humanidad

 

Es un tema más conocido de todos y más elemental. Las lecturas de este día presentan una buena gama de esos valores que nos hacen más humanos: la autoridad de los padres sobre los hijos, el deber de honrar a los padres,  misericordia, bondad, humildad, dulzura, comprensión, perdón, amor, paz, gratitud, corrección fraterna, oración… Valores fundamentales para las familias, la sociedad y la constitución personal de cada miembro de la familia en su humanidad y planteamientos de la vida.

 

Transmisora de la fe

 

Pero me quiero centrar en este segundo aspecto del lema: La transmisión de la fe en la familia cristiana. Cuando vino Benedicto XVI a Valencia, el tema de su visita era éste. Nuestra diócesis de Ciudad Real, constatando esta situación, ha creado una acción prioritaria para este curso, que se está llevando adelante: “Despertar y animar la vida cristiana en el matrimonio y en la familia naciente”.

 

Coincide que al final de Octubre y a mediados de Noviembre, Monseñor Fernando Sebastián, un hombre clarividente en su modo de percibir la realidad de la Iglesia en España y sencillo en su exposición, publicó en su blog dos artículos sobre este tema: “La educación cristiana: el papel de la familia”, que podéis ver en la web www.diocesisciudadreal.es, en la sección de artículos. Muy interesante para las familias cristianas, interesadas en la educación cristiana de sus hijos. Lo que hago es recoger y presentar algunas ideas de este artículo (aunque no cite textualmente), que yo considero más esclarecedoras.

 

¿Qué esta ocurriendo en una Iglesia con tradición milenaria y tan ampliamente implantada como la española, cuando vemos que tantas familias cristianas no son capaces de educar cristianamente a sus hijos?

 

Esta pregunta supone una constatación de la realidad: se ha perdido, en gran parte, la transmisión de la fe en la familia. Quizá a alguien le pueda parecer exagerado. Yo lo traigo a consideración porque me siento totalmente identificado con esta reflexión.

 

Hay que empezar por asumir que hay una cultura y una familia diferentes. La cultura es menos religiosa que en otros tiempos, por diversas razones: mayor laicismo, sociedad del bienestar, materialismo… La familia también es diferente, pues participa de esta cultura y sociedad.

 

Antes las familias, los abuelos, las madres, sí presentaban a sus hijos y nietos el Evangelio, enseñaban oraciones… Ahora, en general, no. Por ejemplo dos anécdotas: 1) Dice un catecismo de los niños: “Dibuja algún objeto religioso que haya en tu casa”. Lo explica la catequista y dice un niño, sabiendo lo que decía: “En mi casa no hay ninguno”. 2) Ésta me pasó a mí: Celebro unos bautizos con muchos niños (as), unos veinte. Para controlar la celebración, me los traigo a todos al altar y les voy haciendo partícipes de toda la celebración; en la homilía, (que suelo hacer sobre una pregunta del ritual a los padres: “¿Sabéis que al pedir el Bautismo para vuestro hijo os obligáis a educarlo en la fe…?) les pregunto varias cosas a los niños: “¿Quién hace la comida en vuestra casa?” – La madre. ¿Quién os lleva al colegio? – Los padres. ¿Quién os compra la ropa? – Los padres… ¿Quién os enseña a rezar?... Y se hizo un silencio sepulcral… insisto en la pregunta, silencios, dudas, las familias a la expectativa y los niños van levantando la mano con indecisión: “La profe”, “La catequista”… Me volví a los padres con un gesto y les dije: “Yo creo que ya no tengo nada más que decir”.

 

Probablemente, no transmiten la fe porque no son familias cristianas. Puede parecer dura la constatación y podemos adornar la cosa con tradiciones navideñas y culturas de nuestros pueblos, pero así es. Y esto lleva a una degradación de los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Eucaristía (Primeras Comuniones) y Confirmación, aunque aquí se note un poco menos.

 

También es importante señalar que en la educación de los hijos, en todos los aspectos, y de un modo especialmente significativo en el tema de la fe, que ésta no se debe principalmente a la transmisión, sino a la gracia de Dios y a la opción personal de cada uno. Quiere decir que, en definitiva, uno es cristiano, no por la familia o la ciudad en la que ha nacido, aunque todo ayuda, sino por el don de Dios y, en último término, por la decisión libre de cada cual para plantearse su vida de una forma u otra. Pero claro, la gracia de Dios y la libertad de las personas pueden encontrar colaboración en la familia u oposición.

 

¿Qué tenemos que hacer para contar con unos padres cristianos capaces de educar cristianamente a sus hijos? ¿Cómo promover en la práctica el nacimiento y el crecimiento de las familias cristianas?

 

Pues el cómo es siempre lo más difícil. Tendríamos que renovar nuestras comunidades cristianas. Deberíamos descubrir las raíces de la “degradación” de los sacramentos en muchos bautizados alejados que no aceptan las enseñanzas de la Iglesia. Quizá hay que tener ojos para ver cómo la secularización ha entrado dentro de la misma Iglesia y estamos rebajando todo. Hay muchos bautizados que no viven en apostasía o enfrentamiento con la Iglesia, pero que viven “abandonos prácticos” de la misma. Quizá la solución puede venir por descubrir de nuevo a Cristo y volver a lo esencial para reencontrar a quienes se apartaron.

 

Se me ocurre que podrían ser familias concretas de nuestras comunidades las que hicieran un acompañamiento previo a las familias que piden sacramentos: Bautismos, Comuniones. Confirmaciones… mientras se van introduciendo en la Iglesia, en el Evangelio, en Dios, en la celebración de la Eucaristía y se van dejando modelar… Pues, nuestro modo de proceder actual (basado en reuniones de cursillos)  y nuestra cultura, parece que no garantiza mínimamente la respuesta a la gracia de Dios en quienes reciben los sacramentos, ni tampoco su vida cristiana. Difícil de llevar a la práctica, pero una propuesta.

 

Que la Sagrada Familia: Jesús, María y José sigan siendo fuente de bendición y referencia para nuestras familias.