III Domingo de Pascua, Ciclo B.
Lucas 24,35-48:
“El Mesías tenía que padecer y resucitar”.

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Continuamos con el camino de la Pascua, celebrando la resurrección del Señor Jesús, celebrando la vida nueva que tenemos ya en prenda, gracias al Bautismo. De la resurrección es de lo que nos hablan las lecturas de este domingo. La primera, de los hechos de los apóstoles, y el Evangelio, de Lucas, tienen una gran similitud en su mensaje.

 

Dice el Evangelio: “Todo lo escrito tenía que cumplirse: el Mesías padecerá, resucitará y en su nombre se predicará la conversión”. Resalto esta idea porque se dice también en la primera lectura. Ya estaba escrita la pasión y la resurrección de Cristo antes de pasar. Dice la primera lectura: “Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó... lo hicisteis por ignorancia, pero Dios cumplió de esta manera lo dicho por los profetas: que su Mesías tenía que padecer”. En Cristo se cumplen muchas profecías del Antiguo Testamento. Esto quiere decir que el Antiguo Testamento hay que leerlo y entenderlo desde Cristo. No quiere decir que se pueda adivinar el futuro o que el futuro esté escrito en algún sitio. El futuro depende de la gracia de Dios y de la libertad del hombre.

 

Estaba anunciado que el Mesías tenía que padecer. Probablemente los discípulos de Jesús conocían lo que decían las Escrituras a este respecto; sin embargo cuando le llegó la cruz a Cristo, todos se espantaron de él, todos le abandonaron. ¿Por qué? Pensarían que eso no le podía pasar a su Jesús ó hemos de ver una vez más que una cosa es saber, conocer, tener referencia sobre algo y otra cosa distinta es vivirlo. Una cosa es la teoría y otra la práctica. Una cosa es saberlo con la cabeza y otra pasarlo por el corazón. Por esto creo que es importante vivir y dejar vivir. Uno no está en situación de comprender a los demás hasta que no ha pasado por situaciones semejantes. Jesucristo está perfectamente capacitado para comprendernos porque ha pasado por la experiencia del dolor.

 

También podríamos decir, en algún sentido similar, que nuestro sufrimiento está anunciado, nuestra muerte está anunciada. No porque nadie conozca cuándo y cómo va a ser, pero será. Es conveniente saber estas cosas y no pensar que son cosas que les pasan a los demás, pero a nosotros no nos van a suceder. Por eso yo creo que la muerte y el sufrimiento, la enfermedad y el dolor, no hay que ocultárselo a nadie; a parte de que es inútil. Hay que ver estas realidades y aprender a asumirlas, a vivirlas, pues son circunstancias humanas que nos humanizan, nos hacen mejores personas si las sabemos enfocar cristianamente.

 

Estaba anunciado que iba a resucitar. También esto estaba anunciado. Sin embargo la muerte en la cruz desconcertó tanto a los discípulos de Jesús que se apoderó de ellos un gran miedo, que les hizo esconderse de los judíos. La confusión, la perplejidad, la tristeza, les invadieron sus vidas. El acontecimiento de la muerte les desbordó y no supieron entender lo que habían dicho las Escrituras: que tenía que resucitar. Por eso cuando Jesucristo se les aparece les tiene que mostrar su cuerpo con las señales de la crucifixión (no sólo a Tomás) y come con ellos. Después de esta experiencia los apóstoles quedarán transformados porque han sido testigos de un hecho inaudito; Cristo ha vencido al mal, Cristo ha vencido a la muerte, Cristo sigue vivo.

 

También de un modo similar podemos decir que nuestra resurrección está anunciada porque Cristo ha resucitado y porque hemos sido incorporados a su muerte y a su resurrección por medio del Bautismo. Sin embargo nos puede pasar, nos suele pasar como a los apóstoles, las muertes que vivimos invaden todo nuestro ser, producen en nosotros grandes heridas y amplias dudas. Nuestra fe aquí tiene mucho que decir. Nuestro testimonio ante personas que pasan por estas circunstancias tiene mucho que decir. Hemos de ser personas de esperanza. Que viven la esperanza en un futuro mejor aquí en la tierra y después en el cielo. Hemos de ayudar a los demás a salir de las circunstancias de la muerte y a abrirse a la Vida que Dios nos regala.

 

Podríamos decir que las lecturas de este domingo III de Pascua nos vienen a decir que Dios cumple sus promesas, Dios es fiel a lo que ha dicho y ha hecho en su Hijo Jesucristo. Por eso esta celebración es una invitación a confiar plenamente en Dios, a ponernos una vez más en sus manos, con la confianza de que él irá realizando en nosotros, con nuestra colaboración, la gestación y el desarrollo de la vida divina que nos ha proporcionado el triunfo de Jesús sobre la muerte.

 

Que confiemos en Dios, que confiemos en su Palabra, en sus promesas.