Solemnidad: Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Ciclo B
San Marcos 14,12-16.22-26:
“Cristo es la sangre de la Alianza derramada por todos”.

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Celebramos la fiesta del Corpus Christi, la fiesta del Cuerpo y la Sangre del Señor. Una fiesta instituida en el siglo XIII para destacar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. En aquella época se daban distintas interpretaciones erróneas acerca de la presencia de Jesús en la Eucaristía. Ante ese debate, la Iglesia apuesta por mostrar el misterio. Esta fiesta resalta más el “cuerpo” de Cristo; sin embargo las lecturas de este ciclo “B”, en el que estamos, subrayan más la “sangre” de Cristo. Cristo está realmente presente en el pan y en el vino de la Eucaristía. Son su Cuerpo entregado y su Sangre derramada.

 

La sangre en el Antiguo Testamento, en la mentalidad judía, es la vida. Si uno se desangra, pierde la vida. Por eso, la sangre de los animales no se puede comer. Por eso, los testigos de Jeová no admiten la transfusión de sangre, porque sería atentar contra la propia vida. Derramar la sangre en un sacrificio cultual del Antiguo Testamento es entregar la vida a Dios; si el sacerdote asperja con la sangre del sacrificio al pueblo es ponerlo en comunión con Dios.

 

Como refleja la primera lectura, la sangre es la que sirve para hacer un pacto o una Alianza entre Dios y el pueblo de Israel. Dice el pueblo. “Haremos lo que manda el Señor y le obedeceremos”. El pueblo judío se relaciona con Dios, practica el culto, mediante sacrificios. Los sacrificios solían ser cruentos, matando animales. Podía ser un sacrificio de purificación, ofrecido por los pecados del pueblo o por haber incurrido en impureza. Podía ser un sacrificio de expiación para pagar por los pecados cometidos. Podía ser un sacrificio para ofrecer las primicias de las cosechas a Dios. Podía ser un sacrificio de comunión, como cuenta la primera lectura, para volver a la amistad con Dios. En cualquier caso, en todo sacrificio de rociaba el altar con la sangre de los animales y se derramaba para realizar esa práctica cultual.

 

Lo que pasó con el culto del pueblo de Israel es que se fue complicando legalmente con muchas normas acerca de cómo se tenía que realizar y, al mismo tiempo que se insistía en esas normas, se iba alejando de la vida interior de quienes practicaban ese culto. Era un culto externo, ritualista y legalista.

 

Por eso es muy comprensible la actuación de Jesús, que nos cuenta la segunda lectura. Cristo usa su propia sangre. Ya que la sangre simboliza la vida, y derramar la sangre es entregar la vida a Dios, lo que hace Jesús es entregar de verdad la propia vida a Dios. Los sacrificios del Antiguo Testamento no conseguían lo que pretendían porque era un culto externo, sin embargo la entrega de la propia vida de Jesús si es agradable a Dios. El sacrificio de Jesús nos purifica, dice la lectura que purifica nuestra conciencia de las obras muertas. El sacrificio de Jesús expía nuestros pecados, paga por nosotros la deuda contraída con Dios. Pero sobre todo, el sacrifico de Jesucristo es un sacrifico de comunión, puesto que nos posibilita el volver a la amistad con Dios. Además, resalta la lectura que el sacrifico de Jesús nos lleva al culto del Dios vivo; es decir, nos enseña cómo debe ser el culto que hemos de dar a Dios, con la propia vida.

 

Podemos decir, entonces, que la sangre derramada por Cristo, la entrega de su propia vida, nos devuelve a la comunión con Dios, que el hombre había roto por el pecado. La entrega de Cristo nos enseña a dar un culto verdadero a Dios, con la entrega de la propia vida. Hemos de ser conscientes que no sirve de nada celebrar los sacramentos, si no celebramos en ellos nuestra propia vida, con sus penas y alegrías, si no llevamos su fuerza a nuestra propia vida para vivir desde los valores de Dios.

 

Por esto se celebra en este día del Corpus Christi el día de la Caridad, porque la entrega existencial de Cristo es el modelo de cómo un cristiano se tiene que entregar a Dios y a los demás. Es como si dijéramos que el verdadero culto pasa por el amor al prójimo.