XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6, 7-13: “Se necesitan testigos, mas que maestros”.

Autor: Padre Pedro Crespo  

 

 

Las lecturas de este domingo XV del tiempo ordinario son una invitación a sentirnos enviados por Dios a llevar el Evangelio a nuestra vida, a nuestro mundo y a las personas que nos rodean. Este mensaje está contenido en la primera lectura, que nos cuenta la vocación de Amós, cómo Dios le envía a profetizar. Los cristianos, por el sacramento del Bautismo, participamos de la triple misión de Cristo: sacerdotal, profética y real. Somos sacerdotes, es decir, tenemos que entregar nuestra vida a Dios como hizo Jesús. Somos reyes, es decir, tenemos que servir a los demás como lo hizo Jesús. Y somos profetas, es decir, enviados por Dios a anunciar su mensaje a los hombres. El texto del Evangelio nos dice cómo Jesús (antes de resucitar, caso único) envía a los doce apóstoles de dos en dos, sólo con bastón y sandalias, pero desprendidos de todo lo demás, a predicar el Evangelio, la conversión y a curar a los enfermos.

 

Así, pues, el mensaje principal es que Dios envió a los profetas, envió  a su Hijo, Jesús, envió  a sus apóstoles y hoy nos sigue enviando a nosotros para llevar adelante el mensaje del Evangelio. Ante esta misión cabe preguntarse: ¿Qué es lo que hay que anunciar? Es importante porque en la vivencia religiosa del hombre actual se insiste desde distintos campos en distintos aspectos. ¿A quién hay que anunciarlo? También es interesante, porque hoy el 95% de la población de España está bautizada y, supuestamente, conoce su religión y a Jesús. ¿Cómo hay que anunciarlo? En la sociedad de los medios de comunicación, de la imagen, de la publicidad, ¿qué medios y estrategias hay que emplear para anunciar el Evangelio? Podríamos, así, continuar preguntándonos acerca de la misión. Voy a intentar contestar a las tres preguntas anteriores. ¿Qué anunciar? ¿A quién anunciarlo? ¿Cómo anunciarlo?

 

¿Qué anunciar? Vivimos una religiosidad que podríamos denominar “a la carta”, en la que cada uno escoge lo que quiere y cuando quiere, lo que le resulta consolador o lo que favorece su modo de pensar; una religiosidad vestida de cultura y de folklore, donde parece que Dios está secuestrado por los hombres para servir a sus intereses. Pues bien, lo que hay que anunciar es ni más ni menos lo que dijo Jesús: el Reino de Dios. El Reino de Dios es un mundo mejor que tenemos que construir los cristianos aquí en la tierra, desde los valores del Evangelio, y que llegará a su plenitud en el cielo. Que todo en nuestra sociedad “funcione” desde los criterios del Evangelio. Para ello es necesario anunciar la conversión; es decir, el cambio de mentalidad, hay que abandonar los criterios de este mundo: el poder, el tener, el gozar.

 

¿A quién anunciar este mensaje? A todos, no hay que dar nada por supuesto, en este mundo nuestro falsamente cristiano. Pero, atención, hay que anunciarlo al mundo, a las personas. Hoy por hoy parece que estamos empeñados en hacer bonitas las celebraciones y las procesiones: incienso, música, flores... muy bonito, pero el mensaje tiene que llegar al mundo en el que vivimos, a las personas con las que convivimos, a nosotros mismos también. El mensaje tiene que modelar nuestros centros de interés, nuestras opciones, nuestras preocupaciones, nuestras actitudes, nuestras obras, nuestros pensamientos...

 

¿Cómo anunciar el mensaje? ¿Tendremos que estudiar publicidad o marketing? El Evangelio nos dice que sólo tenemos que llevar bastón y sandalias; quizás quiere decir que sólo nos basta con apoyarnos en Dios. Eso es lo importante, lo demás es secundario. Lo importante es que esta evangelización se tiene que hacer con palabras y con obras. No se trata sólo de hablar de Dios, sino que hay que vivir desde Dios, es nuestra vida la que tiene que pregonar qué es lo que creemos. Hoy se necesitan más testigos que maestros.

 

Dios siempre ha necesitado de las personas para llevar adelante su mensaje. Hoy necesita de ti. Si el Evangelio no llega a todos los rincones del ser humano y de todos los seres humanos, quizás sea por responsabilidad tuya. Colabora con Dios.