XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Lc 14,25-33: Quien no carga con su cruz…

Autor: Radio Vaticano

Fuente: Radio vaticano. (con permiso)

 

Sb 9,13-18: ¿Quién conoce el designio de Dios?
Salmo 89: Señor, tú has sido nuestro refugio.
Flm 9b-10.12-17: No como esclavo, sino como hermano querido
Lc 14,25-33: Quien no carga con su cruz…

Llevar la propia cruz

En el evangelio de este domingo Jesús marca el sendero a quien quiera seguir su camino, o si se quiere, el perfil del cristiano. El perfil, eso que te identifica, que te hace ser tú, inconfundible con otro. ¿Me he preguntado alguna vezpor ese perfil mío como seguidor de Jesús? ¿Qué o quién es un cristiano? Y nosotros respondemos, cristiano es todo aquel que esté bautizado, el que participa de los sacramentos, el que va misa los domingos… Sin embargo Jesús no responde así a esa pregunta.

Jesús sigue su camino hacia Jerusalén, y no va sólo, sino que le acompaña mucha gente, tenía muchos seguidores. En esta multitud que lo seguía, podemos ver también a la multitud de hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación que han seguido y siguen a Jesús a lo largo de la historia; y entre ellos nosotros. A nosotros es a quienes nos hoy dirige las palabras que escuchamos en este pasaje del evangelio de san Lucas. Nos plantea esa cuestión con la que hemos comenzado. Decís que sois cristianos, que sois mis discípulos, pero ¿sabéis qué significa de verdad ser discípulo mío? ¿Sabéis qué significa seguirme? Para evitar entusiasmos fáciles y superficiales, Jesús no duda en poner bien claras las condiciones del verdadero seguimiento.

La primera condición se refiere a los lazos familiares. «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío». No nos pide que dejemos de querer a las personas que están más cerca de nuestro corazón, nos pide que ese amor y dependencia no sea prioritario; antes que nada Él y su reino. Entre otras cosas porque la única manera de querer bien a una madre, a un padre o hermanos no es con el amor egoísta; querer a mi madre sólo porque es mi madre es menos amor que el quererla porque ella es un don que Dios me ha hecho. En Dios, la amo más y mejor que desde mis impulsos interesados. Esta es la sabiduría del amor, la que Jesús nos propone. En él, en Cristo, el cristiano se deja invadir por un amor que revaloriza todo.

La segunda condición es la de tomar la cruz: «Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.» La cruz que Jesús nos invita a toma no es otra que la cruz del amor. Aunque la cruz signifique sacrificio se trata de un sacrificio que se hace muy a gusto, porque nace de la generosidad, desde el amor. A una madre no le importa sacrificarse por su hijo, al contrario no ve sacrificio en la entrega, no ve ni siente dolor en las privaciones. Con tal de que el hijo esté bien, ella está bien. Por eso Jesús insiste en el aspecto de la siembra cuando habla de morir. El no quiere la muerte, no desea la cruz. En el huerto de los olivos le dirá a su Padre: “Pase de mí este cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. El grano de trigo enterrado está lleno de puraesperanza, es siembra deresurrección.

La cruz es condición de la existencia, pero cuando nos dejamos iluminar por el maestro, cuando caminamos con ella siguiéndole a Él, la llevamos de otra manera. San Pablo dice que la cruz es necedad, absurdo, para los filósofos, pero para él es sabiduría de Dios. “Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, en Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios”.

El perfil del cristiano, en el evangelio de este domingo, tiene una tercera formulación, y es la que se refiere a la posesión de bienes, bienes materiales y espirituales: «El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío». Los bienes, como la palabra indica son buenos, son dones de Dios y fruto de nuestro trabajo, y además son necesarios. Entonces, ¿qué sentido tiene la renuncia? Es bastante sencillo, para quien tiene puesto su corazón en Dios. Si hay algo que me aparte del amor a Cristo, volverá a decir San Pablo, eso debe ser negado, debemos renunciar a ello, no tiene valor. La renuncia tendrá sus grados según la vocación, la llamada que Dios hace a cada uno. No es tirar todo por la ventana, es desprenderme de lo que no me sirva para pertenecer al Reino. Es como el mercader de perlas finas, cuando encuentra una perla de gran valor, no tiene ningún reparo en deshacerse de todo por adquirirla.

Llevar, cargar con la propia cruz es la única condición realista y gozosa para el ser humano que lo quiera ser de verdad.